La muerte es un espejo que refleja las vanas gesticulaciones de la vida. Toda esa abigarrada confusión de actos, omisiones, arrepentimientos y tentativas —obras y sobras— que es cada vida, encuentran en la muerte, ya que no sentido o explicación, fin. Frente a ella nuestra vida se dibuja e inmoviliza.1

(Octavio Paz)

La muerte siempre ha sido uno de los principios ontológicos que el ser humano ha estudiado, retratado y tratado, pues supone un terreno metafísico ignoto2 que no solo implica un hecho biológico, sino que conlleva combinaciones religiosas y sociales. Las concepciones culturales que se han dado de esta a través del tiempo se basan en las necesidades que se han ido creando para construir identidad en las comunidades, «la representación de la muerte y del más allá tiene siempre relación con la vida, con las formas de vivir en cada época y con las creencias ligadas a ella» (Arellano, 2006).

A través del tiempo y en distintas partes del mundo, la idea de muerte ha tenido una serie de simbolismos, percepciones e impresiones que demuestran el culto y el respeto por esta. En Mesoamérica, no fue la excepción. Los mesoamericanos, como politeístas, también tenían dualidades que representaban a los dioses de la muerte y un lugar al que se llega cuando se pasa del terreno material al inmaterial. Para los mexicas existían los dioses Mictlantecuhtli y Mictlatecihuatl, así como el Mictlán, lugar a donde van las ánimas; los zapotecas veneraban a Pitao Pecelao y Xonaxi Quecuya; o los mayas que veneraban a Ah Puch o Yum Cimil, quien llevaba las almas al inframundo llamado Xibalbá.

Con estilos propios, estas culturas dedicaron talentos artísticos para cubrir necesidades ideales postreras: el ajuar que los muertos requerían para su estancia en el sitio del universo que les correspondía iba de acuerdo con las jerarquías, ocupaciones, formas de morir, etc., lo que produjo gran variedad de objetos. Las ofrendas más antiguas así lo sugieren, no debió existir un dios de la muerte al que se pudiera distinguir por la repetición iconográfica de sus atributos; aunque la presencia de seres descarnados demuestra que no fueron pocos los esfuerzos invertidos para responder metafísicamente al hecho de morir. Lápidas y figurillas, cuyo significado cabal se ha escapado, son los testimonios mudos de aquellos afanes.

Los mayas de México han llevado a cabo una celebración que, durante muchos años, ha sido un homenaje para aquellos que se fueron: el Hanal Pixán. El Hanal Pixán forma parte de la diversidad cultural porque representa uno de los últimos hilos que se tiene y que vincula la modernidad con la vida mesoamericana. Para los mayas de la actualidad, esta festividad es identitaria, pues solo se presenta en el sureste de nuestro país, por lo que constituye parte importante de su patrimonio.

La muerte como representación de identidad cultural en Mesoamérica

La muerte es el comienzo de la inmortalidad.

(Maximilian Robespierre)

Que esta gente ha creído siempre en la inmortalidad del alma más que muchas otras naciones, aunque no haya sido de tanta policía, porque creían que después de la muerte había otra vida más excelente de la cual gozaba el alma en apartándose del cuerpo.3

(Fray Diego de Landa)

Los dioses mesoamericanos representan diferentes elementos del cosmos, de la naturaleza y las actividades humanas. En el panteón mesoamericano hay dioses que simbolizan los astros, como el Sol, la luna, el planeta Venus y los dioses de la tierra, el viento, la lluvia, el agua y el fuego, así como dioses que representan a las plantas como el maíz y el maguey.4

Con el desarrollo de las distintas civilizaciones mesoamericanas, se llegó a una concepción muy compleja del universo. Los dioses se diversificaron y se estratificaron, unos eran más importantes que otros. Así, la religión, reflejaba la evolución de las sociedades mismas y su creciente jerarquización social. Los dioses que representan a la muerte han sido siempre importantes para las diferentes culturas de la humanidad. La muerte, como parte final de la vida y al mismo tiempo de la regeneración, ha sido representada de formas muy diversas. Todo formaba parte de un gran conjunto de opuestos complementarios en una relación dialéctica.

La vida de los pueblos mesoamericanos estuvo atravesada por la religión: el nacimiento, la muerte, el trabajo, las fiestas, la arquitectura, el arte, la guerra estuvieron marcados por ella. Se veneraba a los dioses a través de ídolos o sus representantes en la tierra, los sacerdotes; quienes en las ceremonias se ataviaban a imagen y semejanza de los dioses.

Las grandes ciudades-Estado mesoamericanas fueron, además de centros administrativos y culturales, concebidos como centros de culto que vinculaban la sociedad con el orden cósmico. En las sociedades altamente jerarquizadas se edificaron grandes monumentos en honor a los elementos naturales y los dioses.

El culto religioso se administraba por una casta sacerdotal que controlaba el calendario y la escritura con el objeto de predecir los fenómenos naturales como el movimiento solar y lunar y el de Venus, así como los eclipses y los cambios estacionales.5

Los rituales mortuorios de los mesoamericanos se enfocaban en homenajear al difunto; dejando ofrendas y objetos personales de este para que, al irse al inframundo, se llevara lo que en vida había deseado. La intención del ritual era la de dejar el cuerpo material en el mundo de los vivos y que la esencia y el alma se fueran al de los muertos.

Hanal Pixán: una ofrenda para las ánimas

…y por sobre todas las cosas, creo en el mucbilpollo y el relleno negro que encontraré en mi altar cuando mi alma regrese desde el Xibalbá, en la noche sagrada del Hanal Pixán.

(«Credo» yucateco)

Una de las tradiciones que está muy arraigada en el lugareño yucateco es la festividad de Día de muertos, al que en la península llaman Hanal Pixán (comida para las ánimas). Si bien no está reconocida como patrimonio de Yucatán, sí lo está el Día de muertos, como Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.6 Dicho sea de paso, «las manifestaciones del patrimonio cultural intangible se agrupan en: a) la lengua, tradiciones y expresiones orales; b) artes de la representación o del espectáculo; c) usos sociales, rituales y actos festivos; d) conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo; e) técnicas artesanales tradicionales» (Suárez, s/f).

La celebración se remonta a costumbres extendidas por los evangelizadores católicos (que a su vez se derivan de celebraciones celtas y de sus propias tradiciones teológicas) y ciertos rasgos mayas prehispánicos. Durante el paso de los años, sus costumbres fueron sufriendo cambios con la llegada de los conquistadores y los misioneros, que adecuaron las antiguas tradiciones a las creencias religiosas y que son las que se conservan hasta nuestros días. «Los orígenes de esta celebración se remontan al año 835 en que la iglesia cristiana designa el día 1 de noviembre como el día de los santos difuntos cambiándolo, luego en el año 1222 en el concilio de Oxford en Francia, al día 2. Sin embargo, en no pocas poblaciones mayas las ofrendas a los difuntos se realizan a los ocho días de las fechas ‘oficiales’ o bien al finalizar el mes de noviembre, lo que es conocido como biix» (Román, 2018).7

Aunque no se sabe la fecha exacta en la que los antiguos mayas honraban a sus muertos, Fray Diego de Landa en su libro Relación de las cosas de Yucatán decía «… y todos los días de sus fiestas y regocijos les hacían ofrendas de sus comidas para que no les faltase en la otra vida donde pensaban (que) sus almas descansaban y les aprovechaban sus dones» (Landa, 1566, p. 76).

Ahora bien, la celebración del Hanal Pixán, como antes se había mencionado, proviene de la mezcla de las costumbres indígenas mayas8 con las católicas de los conquistadores españoles, pues derivó de las antiguas festividades en donde terminaban las cosechas finales y convergió con las tradiciones de ofrendar alimentos a los difuntos.

El 31 de octubre comienza el Hanal Pixán; comienza desde ese día porque son tres días de celebración: el 31 está dedicado a los niños, se llama U Hanal Palal,9 el 1 de noviembre es para los adultos, U Hanal Nucuch Uinicoob,10 y el 2 se celebra la misa, U Hanal Pixanoob.11 En esos días, los niños en los pueblos de Yucatán usan una cinta roja o negra en la muñeca derecha para que las ánimas no se los lleven y los animales de la casa son amarrados para que no les estorben a las ánimas en su camino hasta el altar de muertos. También se prenden velas en los caminos para que las almas no se pierdan y lleguen a las casas.

El yucateco sabe que su celebración es original, que es de ellos. Se vanagloria de ser el único en tenerla. Se enorgullece de sus raíces; a los niños les enseñan en las escuelas sus orígenes; les muestran que son seres afortunados por poseer festividades de ese calibre. A ellos poco les importa que sea patrimonio, mientras sigan siendo ellos mismos los que preserven y pasen por generaciones las tradiciones del Hanal Pixán. Así son los yucatecos, los mexicanos.

Notas

1 «Todos Santos, Día de Muertos», p. 21.
2 Incierto, indeterminado, extraño.
3 Relación de las cosas de Yucatán (Landa, 1566).
4 Tomado de «Dioses y culto religioso en Mesoamérica».
5 Idem.
6 La UNESCO la declaró en 2003 debido a su importancia como una de las expresiones culturales más antiguas de México.
7 Octava, octavario.
8 Los antiguos mayas creían que el tiempo eran ciclos que se basaban en el sol y la luna. El universo estaba creado de forma rectangular en el que existían 13 cielos hacia arriba —los cuales eran las ramas más frondosas de la ceiba—, 9 mundos inferiores hacia abajo y una ceiba sagrada en el centro que los unía entre sí. El Pixán era el regalo que los dioses le habían dado a los hombres, el cual viajaba al inframundo cuando les llegaba la muerte (física) y que regresaba, al cruzar ciertos caminos, en una nueva forma y se engendraba otra vez en el vientre de las mujeres. Por lo que, al morir, los mayas realizaban ofrendas a sus difuntos, representadas sobre una mesa que simbolizaba el plano rectangular antes mencionado, sostenido por 4 palos que a su vez representaban los 4 puntos cardinales. Con el paso del tiempo, las estampas en la ofrenda fueron cambiando, la ceiba termino siendo representada por una cruz verde y los 4 palos sustituidos por jícaras de atole nuevo.
9 Hanal del maya janal, comer y paal, niño-niñez.
10 Nucuch Uinicoob en maya Nukuch wíinoko´ob, hombres antiguos.
11 Pixanoob del maya pixan, alma-ánima y O´ob, sufijo de plural; comida para las ánimas.
Arellano, F. H. (2006). El significado de la muerte. Revista Digital Universitaria. pp. 1-7. Agosto, 10.
s/a. (s/f). Dioses y culto religioso en Mesoamérica. Obtenido de Portal Académico CCH.
Bobadilla, R. (2006). Monografía histórica, geográfica, marítima y cultural del Puerto de Progreso de Castro, Yucatán. Puerto Progreso: H. Ayuntamiento Constitucional de Progreso.
Castañón Suárez, M.A. (s.f.). Jóvenes y patrimonio cultural en México. México: INJUVE, SEDESOL.
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Garza, M. (2006). El misterio maya. Dioses, ritos y arquitectura sagrada. Madrid: América Ibérica.
Landa, F. D. (1566). Relación de las cosas de Yucatán (2a edición ed.). Mérida, Yucatán: Editorial Dante. Revista México Desconocido. (2000). El vínculo del hombre con los dioses. p. 34. Agosto, 30.
Paz, O. (1950). «Todos Santos, Día de Muertos». En O. Paz, El laberinto de la soledad (2a ed). Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.
Román, V. (2018). Hanal Pixán: el día de los muertos de los mayas. Los sabores de México.
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