Te despiertas repentinamente con la imagen de esa pesadilla recurrente. A veces piensas que en realidad lo que llamas realidad es un sueño y que solo cuando sueñas estás más cerca de lo verdaderamente real. Miras tu rostro en el espejo y te preguntas si el reflejo es exactamente igual a lo que llamas real, es decir, te preguntas si el reflejo es fidedigno: pero no puedes saberlo, no puedes cruzar esa barrera que separa lo que llamas realidad de lo que llamas reflejo. No puedes ver si más allá de lo que miras en el reflejo los elementos son idénticos a los «reales». Es como si no existieran. Te ríes, pero sabes que no es una suposición tan tonta, pues las estrellas que miras en la noche en realidad no están allí, y muchas ya se han extinguido: solo miras la luz que ha viajado tanto para que tus ojos puedan apreciarlas. Son, pues, un reflejo, como ese que vez cada mañana… ¿No me crees, verdad? Supón que te dijera que a lo mejor estás del otro lado del espejo y toda tu vida has creído que lo que «vives» es real y no un reflejo. ¿Aún no me crees? Dame una oportunidad, viajemos al «pasado» para demostrártelo. Ten paciencia, ni siquiera ocupamos una complicada máquina para el viaje…

Ah, sí, recordemos que se dice de la pintura (y en general del arte) que refleja el pasado o perfila el futuro. Viaja a la fantasía o se adelanta a la ciencia, etc., etc. No vamos a hablar de arte, sino simplemente observar un cuadro: Asuero y Hamán en la fiesta de Ester. Esta pintura es más rara o extraña y compleja de lo que parece.

Sí, sí, algunos de ustedes han reconocido inmediatamente que son personajes bíblicos, y dirán que no lo toman como válido porque no hay pruebas de que sean personajes que hayan existido. Pues bien, no es tan fácil desacreditar esos personajes. Para empezar, tomemos a Asuero, quizá el personaje más conocido popularmente, aunque con otro nombre. En español le conocemos como Asuero, que viene de la versión hebrea. Pero para ser más estrictos, citamos (traducido al español) el comentario sobre dicho nombre de la Wikipedia en inglés, que es la que más ampliamente lo presenta:

El nombre original era el persa antiguo Xšaya.rša (xšaya «rey» + aršan «varón», «rey de todos los varones; héroe entre los reyes») (persa: خشایار شاه o Khashayar Shah). Este nombre se convirtió en el babilónico Aḥšiyaršu (𒄴𒅆𒐊𒅈𒋗, aḫ-ši-ia-ar-šu), que luego se convirtió en Akšiwaršu (𒀝𒅆𒄿𒈠𒅈𒍪, ak-ši-i-wa-ar-šu), que se trasladó al hebreo como אחשורוש, Ăḥašwêrôš, y de ahí al latín como Ahasuerus, la forma tradicionalmente utilizada en las Biblias inglesas.

El nombre persa se tradujo independientemente en griego antiguo como Ξέρξης, Xérxēs. Muchas de las traducciones y paráfrasis más recientes de la Biblia han utilizado el nombre de Jerjes.

La Wikipedia en inglés menciona también que hay estudiosos que identifican a Ahasuero con Xerxes I, pero las fuentes hebreas lo identifican con Artaxerxes. No nos extenderemos en ver quién tiene razón, para nuestros propósitos nos sirven ambos casos.

Si fuera Xerxes I, conocido como Xerxes el Grande, entonces fue ese que invadió lo que hoy es Grecia y muchos que acaso no son tan aficionados a las bibliotecas y a la historia, lo habrán visto en la película 300. Hay mucho escrito sobre Xerxes, muchísimo, pueden darse gusto leyendo. Una cosa: si nos fijamos en las fechas de las batallas, y los nacimientos y muertes de los reyes helénicos y persas, veremos que no concuerdan muchas veces, pero nos basta con saber que el Asuero de la pintura de Rembrandt es el de la guerra de las Termópilas, o su hijo. Lo que nos interesa es regresar frente al espejo y ver que, siguiendo la historia dictada por los griegos, nos encontramos en un lado del espejo que acaso no es el mejor: el lado en donde dominan los instintos, la ambición, y todos los aspectos del ego.

Ahora concentrémonos en Asuero y Hamán en la fiesta de Ester. La escena es de la fiesta judía de Purim. Rembrandt, había asistido a una representación teatral de Hester (obra de Johannes Serwouters), y ello le inspiró la escena del cuadro. Lo que podría parecer muy inusual (un motivo judío en un pintor holandés), no lo es tanto si se considera su cercano vínculo con la comunidad judía de Ámsterdam, incluso era vecino de Baruch Spinoza… Pero antes de seguir conviene que recordemos qué es Purim y quiénes son esos personajes. En el cuadro vemos a tres de ellos: Asuero, Hamán y Ester, pero nos hace falta otro importante personaje: Mardoqueo, que en hebreo se llama Mordecai.1 La encyclopedia.com (sitio en inglés) nos da un resumen destacable que les dejamos a continuación traducido al español:

Ester (אֶסְתֵּר) …quedó huérfana de niña y su primo Mordecai la adoptó y la crio.

Cuando la reina Vasti cayó en desgracia por su desobediencia al rey Asuero, Ester estaba entre las bellas vírgenes elegidas para ser presentadas al rey (1:19-2:8).2 Asuero quedó impresionado por su belleza y la nombró reina en lugar de Vasti (2:17). Ester, sin embargo, no reveló el hecho de que era judía.

Más tarde, cuando Hamán, el primer ministro, persuadió al rey para que emitiera un edicto de exterminio de todos los judíos del imperio, Ester, siguiendo el consejo de Mardoqueo, puso en peligro su propia vida al presentarse ante el rey sin ser invitada, para interceder por su pueblo (4:16-17). Viendo que el rey estaba bien dispuesto hacia ella, lo invitó a él y a Hamán a un banquete privado, durante el cual, sin embargo, no reveló su deseo, sino que los invitó a otro banquete, engañando así a Hamán haciéndole creer que gozaba de la gracia de la reina. Sin embargo, su verdadera intención era vengarse de él. Durante el segundo banquete, la reina Ester reveló su origen al rey, rogó por su vida y la de su pueblo, y nombró a su enemigo (7:3-6). Enfadado con Hamán, Asuero entró en el jardín del palacio. Hamán, muy asustado, se quedó para suplicar por su vida a la reina. Mientras imploraba, cayó en el sofá de Ester y fue encontrado en esta situación comprometida al regreso del rey. Inmediatamente fue condenado a ser colgado en la horca que había preparado para Mardoqueo. El rey accedió a la petición de Ester, y el edicto de destrucción se transformó en un permiso dado a los judíos para vengarse de sus enemigos.

¿Qué tiene que ver esto con el espejo y el cuento del reflejo? Para empezar, la mayoría conoce (aunque sea a través del cine y la televisión) las guerras entre el Imperio Persa y el Helénico, y se sabe los nombres de los protagonistas derivados del griego. Borges afirma, con razón, que nuestra cultura occidental fue fundada por los griegos, pero afirma, asimismo, que la cultura judía es fundamental. Nuestra querida lengua española nos llega del latín, pero el alfabeto del fenicio, que pasó al hebreo, que pasó al griego, luego al etrusco y finalmente al latín en una serie de transformaciones y asimilaciones culturales. Sin embargo, culturalmente, el latín y el griego principalmente, determinan cómo decimos las cosas en español, para no salirnos de lo nuestro. Decimos «Dios», que viene del latín deus, con lo que para expresar la divinidad única de una cultura que se dice monoteísta como es la occidental en nuestros días, usamos un término derivado de culturas politeístas. Y no solamente dicha palabra, nuestro sincretismo cultural es más rico en variedad que el panteón romano y el griego juntos: somos un tutti frutti de culturas, y por ello llamar monoteísta a Occidente es absurdo. No vamos a mencionar esta vez el politeísmo de las culturas precolombinas. Sí, acaso son pequeños detalles, pero son muchos, pero tampoco vamos a entrar a ver si la cultura occidental es politeísta con una fachada monoteísta, no es nuestro tema, solo lo hemos mencionado para regresar a la historia de Purim vista en contexto. Una cultura politeísta, es, desde la perspectiva del judaísmo (al que pertenece la reina Ester), una cultura idólatra, que adora muchos dioses. No se asusten, no vamos a predicar nada religioso, pero necesitamos aclarar términos. Allí precisamente está el quid del asunto: lo que leemos en libros tan antiguos como «El libro de Ester» (o el «Génesis»), fue escrito en un lenguaje accesible para aquellas generaciones, pero para nosotros resulta prácticamente indescifrables, a menos que nos corrompamos con las malas y caprichosas traducciones de quienes tampoco conocían el metalenguaje del Viejo Testamento, y así aceptemos que esas interpretaciones son correctas. Pero no lo son, nos lo dicen y aclaran sabios y estudiosos desde hace miles de años, que sí conocen dicha lengua y su metalenguaje. El problema es que occidente en vez de seguir lo que dicen estos sabios (los cabalistas), sigue empecinado en ver todo desde su perspectiva, aunque esté basada en premisas falsas.

Aclaremos más con un ejemplo: ustedes saben que el número pi es irracional, es decir, que es un quebrado con infinito número de decimales. Seríamos incapaces de escribirlo con notación numérica, para ello usamos un símbolo, la letra griega π, y listo. ¿Genial, no les parece? Y al mismo tiempo sencillo. Lo mismo ocurre con personajes como Hamán, Ester y Asuero, son «símbolos» de atributos. Ahora bien, todo el sistema en el que se mueven se basa en dos principios: actuar en beneficio propio (egoísmo) o en beneficio de la red de conexiones humanas (altruismo). También se manifiesta en dos símbolos más: Israel y las naciones, donde Israel representa el deseo otorgarle al Creador (Dios, orden superior) y las naciones son el deseo en beneficio propio. Estos dos aspectos están en nosotros, principalmente el deseo en beneficio propio, e Israel está oculto, como una chispa que despierta en determinado momento. No hablamos de países geográficos, sino de atributos y como fueron denominados en sociedades de hace más de cinco mil años para facilitarle su compresión a todo el pueblo, hasta el más humilde de sus miembros. La gente hablaba con metáforas cotidianas. La cábala nos dice que Israel viene de la unión de dos palabras: Yashar y Kel, que quiere decir, directo al Creador, y aquí la sacamos a relucir porque estas alegorías como las presentados en el «Libro de Ester», son propias de cabalistas, que no hacen otra cosa que enseñarnos cómo conectarnos de manera correcta. Así pues, lo que nos pintó Rembrandt en el cuadro de marras es una «ventana» a la fiesta de Purim.

El cabalista contemporáneo, Dr. Michael Laitman, nos dice que el malvado Hamán representa la fuerza que va desintegrando la red de conexiones entre nosotros y así nos esclaviza y domina. Pero frente a esta fuerza se sitúa Mordejai, un personaje supuestamente secundario y débil, que guarda en su interior el método de conexión para una vida mejor. Mordejai al actuar y convocar al pueblo implementa solamente una norma: elevarse por encima de todas las diferencias que se manifiestan entre los seres humanos y así no permite que Hamán nos engañe… Dice «nos», porque esta alegoría (como una lucha continua) sucede a diario en nosotros. Luego, añade, la reina Ester es la esperanza de una vida mejor, de la corrección del ego.

Vemos entonces que el arte es capaz de codificar mediante símbolos, cosas muy complejas con pocos elementos. Una vez más, debido a la brevedad de este artículo, no entraremos en consideraciones semióticas, nos interesa más volver a vernos al espejo: ¿de qué lado estamos? ¿Compartimos el mundo de Hamán o el Mordejai? ¿Vivimos en el mundo del ego o en el del otorgamiento? Una pregunta más: ¿si hubiésemos vivido en la época de la reina Ester, estaríamos de parte de los judíos o en su contra? Y lo más interesante es que ese drama ocurre a diario en nuestro interior, e incluso la física cuántica ha demostrado que el universo es un holograma, una proyección de nuestro cerebro (y cada quien con el suyo). El arte es pues una abstracción (codificación) de la manera en que el artista proyecta el mundo, y esto permite que sea atemporal pues actúa fuera del espacio-tiempo, por mucho que se esfuerce en imitarlo. Al final, no es tan importante lo que vemos, sino qué tipo de relación tenemos con el mundo, y esa relación precisamente determina cómo lo vemos y, con ello, de qué lado del espejo estamos.

Notas

1 Mardoqueo. Dado que no existe un fonema en español idéntico al hebreo en מָרְדֳּכַי, suele representarse como Mordecai o Mordejai, dado que el sonido sería entre una k (o una c en la palabra casa), y una j en la palabra jarro: una especie de j aspirada.
2 Citas de los capítulos y versículos respectivos del «Libro de Ester».
Clarín. (2007). Rembrandt y los judíos: imágenes de un vínculo.
Encyclopedia.com.
Etimologías.dechile.net. Etimología de Dios.
Laitman, M. (2019). El significado oculto de Purim.
Wikipedia. Número π.