Dentro de la cultura popular, la película Los diez mandamientos, dirigida por Cecil B. DeMille en 1956, es una de las mundialmente más famosas, tanto que cada vez llega a más espectadores. Y dicen los críticos, que ninguno de los intentos posteriores sobre las mismas historias del Éxodo le llega a los zapatos. La épica filmación de DeMille contó con uno de los mejores elencos jamás reunidos en la historia de Hollywood y, además, con la experiencia del mismo director de ya haber realizado una película anterior (muda) en 1923 con temáticas sobre los diez mandamientos. Aquí tienen el enlace por si les ha picado la curiosidad en caso de que no conozcan la versión anterior.

Y es que los temas bíblicos parecían atraer a DeMille, por lo que, cuando le preguntaron por los motivos, simplemente respondió que no podía desaprovechar dos mil años de publicidad, que en esta ocasión obviaremos para concentrarnos en un asunto paralelo pero fundamental, no sin antes mencionar que no solo en el séptimo arte encontramos obras sobre los diez mandamientos, eso es bien sabido, y ya que hablamos de Rembrandt y Purim, cabe mencionar su muy conocida obra Moisés con las tablas de la ley. La lista de pintores que incluyen dicha temática es extensa: Raphael, Phillippe de Campaigne, José Juan Camarón, Benjamin West, y un largo etcétera, aunque no menos lo es el de las obras literarias (igualmente de calidad muy variada) que se inspiran en los diez mandamientos, Moisés y el faraón.

La ciencia tampoco se ha quedado corta al tratar de explicar los extraordinarios acontecimientos descritos en el Éxodo, y así hay muchas teorías que pretenden explicar las diez plagas o sugieren, desde el punto de vista estrictamente histórico, que el faraón de marras sería Ramsés II y los hebreos serían los hicsos. Sin embargo, una y otra vez surgen contradicciones y faltan suficientes pruebas arqueológicas. Pero seamos nosotros los que demos la pauta, y así confesemos que al mirar la película una y otra vez, nos hacemos preguntas como qué son las plagas, y por qué precisamente son diez, como los mandamientos, o por qué los hebreos eran esclavos. ¿Ocurrió todo eso en verdad? ¿Será posible separar el mar, golpear una roca y que salga agua o que caiga maná del cielo? ¿Cuántas veces hemos escuchado (o pensado) que relatos como el éxodo de Egipto y la entrega de los diez mandamientos no son más que historias fantasiosas o infantiles? Pero eso está muy lejos de la verdad. La Torá (el Pentateuco) no es un libro de historia o de geografía, tiene otro propósito.

Ocurre que, por fantasiosos que parezcan sus relatos, están escritos en un lenguaje que resulta inaccesible para nuestra generación sin intérpretes. Afortunadamente los hay, y un método. Hablamos de los cabalistas y la cábala, que desde hace miles de años se dedica a enseñar un sistema para que la humanidad no viva gobernada por el egoísmo, sino en unidad y armonía. Y ya que con seguridad usted conoce muchas de las explicaciones científicas, históricas o políticas, démosle una oportunidad a la explicación cabalística que, en sí, es definida como una antigua ciencia o sabiduría que, en vez de dedicarse a explicar los fenómenos naturales, trata de enseñar la conexión correcta con (o en) la naturaleza. Los cabalistas, además, vienen haciendo eso desde los tiempos bíblicos, pues en el mundo de la cábala, Abraham o Moisés son vistos como cabalistas, que transmitieron lo que percibieron desde su alcance para las generaciones futuras. Así pues, vamos a dedicarnos a los significados «ocultos» del periplo contado en la película Los diez mandamientos de 1956. Obviamente nuestra propuesta no solo es pretenciosa e irrealizable en el marco de este artículo. Lo que sí podemos hacer es tomar algunas muestras para darnos una idea de cuán profundas son las aguas…

Lo primero que salta a la vista podría ser: ¿qué son los mandamientos y por qué son diez como las plagas que cayeron sobre Egipto? Empecemos por el número 10 y uno de los pasajes más enigmáticos de la película (y la historia): el momento en que Moisés transforma su cayado en una serpiente ante los ojos del faraón. Recordemos que los magos del faraón hacen lo mismo, pero al final la serpiente de Moisés devora a las de los magos. En un interesante artículo, «La historia de π», encontramos que nos dicen: «Es importante notar que la Torá usa numeración de base 10 pero no la fracción decimal». Antes de llegar a Moisés y la serpiente hay una disertación sobre el cálculo de π y su significado en la Torá, que usted podrá leer en el enlace. Vamos a mencionar, en beneficio de una mejor lectura del fragmento, que las letras hebreas tienen valores numéricos y que su interrelación sigue las reglas de la gematría. Así, el matemático y cabalista Yitzchak Ginsburgh nos dice:

Concluyamos meditando un poco más en la relación masculino-femenino que se halla en el corazón de π. El aspecto femenino, la circunferencia, también está representado por «faraón» (פַּרְעֹ), cuyo nombre suma 355,355 es también el valor de la palabra sefirá (סְפִירָה), indicando que hay efectivamente algo redondo en las sefirot. Esto también provee cierta base para la etimología propuesta de la palabra «esfera» en español, que está relacionada de alguna manera a sefirá.

En la Biblia, faraón es la mitad femenina del par de grandes serpientes que Dios creó el quinto día de la creación, descriptas en los profetas como «el leviatán serpiente redondo» (לִוְיָתָן נָחָשׁ עֲקַלָּתוֹ, leviatán najash ekalatón) y «el leviatán serpiente recto» (לִוְיָתָן נָחָשׁ בָּרִחַ, leviatán najash baríaj), una metáfora clara de la circunferencia y el diámetro, respectivamente. Efectivamente, la guematria de «redondo» (עֲקַלָּתוֹן, ekalatón) es 656, la cual daría un diámetro (el número entero más cercano) de 209, 1 menos que el valor de «recto» (בָּרִח, baríaj).

Cuando Dios envió a Moshé ante el faraón le dijo, «Tomarás esta vara en tu mano y con ella harás las señales…. Moshe tomó la vara de Dios en su mano».

Moshé usó la vara de Dios para hacer las señales que someterían al faraón y le probarían que Dios es omnipotente. Como faraón representa la circunferencia del círculo como ya vimos, se desprende que la vara de Dios habría de funcionar como su diámetro. Alegóricamente, si Moshé pudo mostrarle a faraón —el círculo— que conoce el secreto de π, esto sería como someter a la más grande fuente de poder del faraón, su domino de la naturaleza y del mundo natural. La rectitud de Moshé, su vara, representa el Alma Divina del hombre que viene a someter ese mundo natural y endulzar sus duros juicios.

Ahora, en este versículo recién citado, la palabra »vara» aparece dos veces en dos variaciones, una vez como «la vara» (הַמַטֶה, hamaté) y una vez como »vara» (מַטֶה, maté). ¡Las guematriot de estas dos instancias de «vara» suman juntas 113! Entonces, efectivamente, la vara de Moshé actuó para someter la circunferencia de faraón (355) al revelar el secreto de π.

En el relato de cuando Moshé y su hermano Aarón llevaron a cabo las señales ante el faraón, encontramos la siguiente descripción, «Cuando el faraón les hable diciendo ‘Denme alguna señal’, le dirás a Aarón ‘Toma tu vara y arrójala ante el faraón y se transformará en serpiente’. Moshé fue con Aarón ante el faraón y así lo hicieron, tal como el Eterno lo había ordenado. Aarón arrojó su vara ante el faraón y ante sus siervos y esta se transformó en serpiente. El faraón también convocó a sus sabios y a sus magos, y ellos también, los nigromantes de Egipto, hicieron lo mismo con sus encantamientos. Cada uno arrojó su vara y estas se transformaron en serpientes y la vara de Aarón se tragó a las varas de ellos».

En esta sección de la Torá la palabra «faraón» aparece 5 veces, sumando en total 1775 (5 veces 355); la guematria de las palabras «se convertirá en una serpiente» (יְהִי לְתָנִין, ihié letanín) es 565 ó 5 veces 113. ¡Por supuesto, su proporción es entonces la misma que 355/113! Entonces, tenemos otra ilustración de cómo la vara convertida en serpiente (el diámetro) sometió al faraón (la circunferencia).

¿Y qué es todo esto? Les dejamos una explicación de qué significa para nosotros. Nos hemos quedado con la palabra sefirá (cuyo plural es sefirot, como luego se ve) en la boca, pero esto nos será útil más adelante, para entender lo que nos dice en una conferencia, el cabalista Dr. Michael Laitman al respecto:

Esto es de lo que habla la sabiduría de la Cabalá. Esto es lo que debemos alcanzar. Las «Diez plagas de Egipto» existen con el fin de romper completamente con el egoísmo. Es así porque nuestro egoísmo tiene diez partes, que son las diez Sefirot: Keter, Jojma, Bina, Jesed, Gevurá, Tiferet, Netzah, Jod, Yesod y Maljut. Cada una nos «describe» un tipo particular de existencia dentro del ego.

Debemos, gradualmente, liberarnos de esas diez Sefirot, de esos diez modos de existencia. Eso sucede cuando comenzamos a ver que todas son finitas, incompletas, que nos llevan a un callejón sin salida, sin darnos ninguna esperanza de continuar nuestra existencia dentro del ego.

La fase final de cada uno de esos diez niveles, esas características, esas partes de nuestro ego, son las diez plagas de Egipto. Después de ellas ya no es posible permanecer dentro del ego. En su lugar debemos levantarnos y huir de ellas a ciegas. En el nivel presente, no podemos ver el siguiente nivel. Por eso, la huida de Egipto sucede a media noche, en oscuridad total.

Las diez plagas de Egipto son, de hecho, la separación de nuestro egoísmo, cuando huimos en la oscuridad y no es claro hacia dónde vamos ¡Lo principal es que huimos! Y, gradualmente desarrollamos una nueva vida, un nuevo mundo, dimensiones nuevas, eternas, infinitas y perfectas.

Cuando apareció Moisés, él sabía que la única manera de salvar a los hebreos era sacarlos de Egipto, sacarlos del egoísmo que estaba destruyendo sus relaciones. El libro Keli Yakar (Éxodo 6:2) escribe acerca de Moisés: «El espíritu del Señor habló a la hija del faraón para que lo llamara Moshé (Moisés) de la palabra Moshej (tirar, jalar) porque él es quien saca a Israel del exilio». Es decir, como hizo José antes que él, Moisés unió al pueblo que lo rodeaba y de ese modo los liberó de Egipto.

No obstante, incluso después de haber salido, los hebreos seguían en peligro de volver a caer en el egoísmo. Recibieron su «impronta» como nación solamente cuando volvieron a poner en práctica el método de Abraham: unirse por encima del odio. Y una vez que se comprometieron a estar unidos «como un solo hombre con un solo corazón», fueron reconocidos como «nación». A los pies del Monte Sinaí, de la palabra Sinaá (odio), los hebreos se unieron y con ello cubrieron su odio con amor.

Faraón y Moisés dentro de nosotros… El faraón, José, Moisés y todos los demás personajes son algo más que una parte de nuestra historia. ¡Se nos dice que recordemos el éxodo de Egipto a diario porque en realidad ellos son partes de nosotros! Todos tenemos un faraón —la inclinación del mal— pero en nuestro interior carecemos de suficiente Moisés y José: las fuerzas de la unidad. Somos arrogantes, egoístas y centrados en nosotros mismos hasta llegar al narcisismo.

Un estudiante le pregunta:

¿Cuál es el significado desde la perspectiva cabalística de cada uno de los diez mandamientos, como el «no robarás» o «no matarás», etc.?

Nosotros no entendemos el verdadero significado de los diez mandamientos hasta tal punto que nos parecen simplemente instrucciones morales… Todos los diez mandamientos se refieren al uso correcto del deseo de disfrutar. Se trata de las limitaciones que tenemos que poner en práctica en Maljut. Estas limitaciones son llamadas un Masaj (pantalla) y la Luz Retornante (Ohr Jozer). Debido al hecho de que Maljut acepta estas limitaciones, puede convertirse en la vestidura para las diez Sefirot, y por eso es llamada los diez mandamientos.

Al final nos queda una pregunta: ¿hemos luchado del lado del faraón o de Moisés? Es decir, ¿deseamos seguir esclavizados por nuestro ego o finalmente deseamos corregirlo? Las plagas son los males del mundo producto de una sociedad que solo piensa en beneficio propio; la tierra prometida se llama un «mundo corregido». Los mandamientos son las correcciones que nos llevan a él.