Allí suelen esconderse, cuando la tierra gruñe y tirita.

(David Lynch, «Mulholland Drive», 2001)

En estos territorios la naturaleza no gime entera, a lo más, suspira privadamente, sin gritos. Tiernas, miniaturas de vida que parecieran no tener existencias, mirándonos y desvaneciéndose con suavidad, sin hacer ruidos, como bellos misterios entre las hojas.

Parodiar los esteticismos que obligan al trabajo virtual de los proyectos, donde se cumplen los requisitos de las bases.

Ser seleccionado. Seguir los requisitos. Utilizar los documentos de las bases como material de elaboración e inspiración. Representar una sugestión marcada y mansa.

Una orden imperativa que hay que obedecer al pie de la letra, mostrando la más obscena forma de sumisión a los requerimientos del otro.

Interpretar, como un sastre que debe hacer un traje. Nos dan sus números y dimensiones para que lo hagamos a su medida.

He soñado sus ojos húmedos, su mirada fosforescente, tierno como el rocío de los robledales. Y he leído estos seres como suspiros de la vida delicada.

¿Cantan? ¿Gritan? ¿Sueñan en las orillas pacíficas de los ríos secretos?

Tomar en cuenta las cualidades de a quién se premiará a la hora de deliberar.

En este literal modo de interpretar la base de un concurso, se asume la obscena sumisión haciendo exactamente lo que el texto de las bases pide.

Más allá de subrayar su vocación, bosqueja las coordinadas que le entregaran su propio tirocinio.

Son estas precisiones, esta neta concretización a llevarlo derecho a hacer de su hacer, de encontrarle a su hacer, un lugar, de dar inicio.

Exponiendo se expone, controlando al máximo la realidad, intenta aislarla, como quien sugiere una sugestión, moviéndose entre las paredes y las puertas, como desgajando esas capas de pintura que lo han cubierto todo, para dejar decirles, somos blancas de tres metros de ancho, cinco de altura.

Atravesando el sistema, sabiendo que, a través de este paso experimental se llega directamente a la refundación de la modernidad, o sea a la contemporaneidad, dándole a esta poética una moralidad de estilo, que, además, obligatoriamente, lo confronta con las vanguardias y posvanguardias.

Los percibimos como aprendices de poetas rebeldes, como aprendices de extranjeros susurros de guardia en esta jungla donde dormitan al acecho pumas y feroces jabalíes.

Es en el Sur donde viven, silenciosos y solemnes: silenciosos y secretos, con sus tímidos resplandores, en sus juegos simples y suaves.

La pasión experimental se nos presenta como la constante de un lenguaje que encuentra formas y modos distintos, prefigurando un testimonio irónico y separando de un tiempo presente.

Se trata de un gesto aparentemente mínimo que quiere contribuir a alterar la atmósfera de este ambiente, a desorientar a quienes lo atraviesan. El efecto desconcertante no se logra a través de la contradicción y la desobediencia, sino más bien a través de la sumisión que hace que no se creen contradicciones, sino que más bien subrayan una línea, un sistema, una condición.

Entre las rocas que defienden están los hondos valles, los cementerios, las capillas.

Entre lagartos y serpientes, devorándose unos a otros así, en el Sur sin fin, el de los labios apretados y la espesa selva y las misteriosas músicas que salen de la tierra, junto a aguas hirvientes, cobijan su corazón de panda.

Somos de estas raíces bravas, feroces, dice. Aquí nacimos y aquí mismo nos vamos a morir.

En este experimento duchampiano, en donde él verifica las posibilidades de extraerse y develar el camino recorrido para poder exponer aquí, las bases, las peticiones, las exigencias que le han impuesto, el experimento se espectaculariza, cual ceremonia iniciática y cruel, como queriendo tocar la herida de nuestro dolor cósmico del cual toda condición está ya en fase de contagio.

En toda Europa se estima que se han administrado más de 150 millones de vacunas.

Le han concedido este espacio y desde el momento en que se anuncia quiere mostrar sus reglas, en donde las experiencias de las vanguardias y la puesta en prospectiva de estas reglas producen moralidad ritual, no ya como orden cronológico, sino como orquestación simbólica de pulsaciones y pasiones y temores, técnicas de autocastigo, de estos mismos símbolos o estereotipos.

Sus húmedos alrededores, sus lagos, sus esteros, las desembocaduras de sus ríos, sus nieves.

Los temblores y los terremotos y los desbordes de aguas de este mundo real y del otro, el mágico.

Pródigos en hábitos fantasmales, como los de aparecer y desaparecer entre los helechos de múltiples diseños.

Engranaje que deviene espacio, que lo ha siempre sido y proyección mental. Una ceremonia que no produce nada y que además renuncia a marcar su territorio en el tiempo.

Revolucionada la cronología de la acción (le han aceptado realizarla allí), no se deja manipular por interpretaciones sicológicas, utilizando esta aceptación para una lectura de este drama (exponer) en clave onírica: sugiere una valencia subversiva de la intervención artística.

Y si esta instalación se expresa a través de un carácter implícitamente desestabilizante, logra develar la frustrada aceptación y aprobación del ser contemporáneo, su éxito. El gesto de no exponerse, este gesto impulsivo, contrasta con la acción romántica, transmitiéndonos la incerteza y sugiriendo irónicamente también la ritualidad del imaginario local.

El sistema lo mira y quiere poseerlo, porque quiere poseer todo, está al acecho para premiar o coronar un espacio ideológico y productivo. Quiere darle recognoscibilidad, quiere asignarle un valor, quiere sublimar, para dejar puestas las bases, los requisitos de un propio imperio personal de la estética.

Sin embargo, en este caso él antepone la búsqueda ética al resultado estético.

Sin haber ultrajado ni insultado a nadie propone la superación de la falsa dialéctica con esta reinterpretación. Ha subrayado el deshecho de la norma o la confección de la diferencia, diferencia que se muestra en términos ético-lingüísticos y no estéticos expresivos, produciendo identidad y configurándola en su aspecto más dinámico.

Trata el paso de la escena objetual, de la declinación intelectual a la escena de la contaminación y multiplicación del lenguaje, mostrando una proliferación de códigos, signos y medidas, que no sirven de decoración, sino que sirven para poner en el centro de la escena el ansia de la representación, un nuevo punto de partida, la continuidad de este rito.

No sigue el camino que hoy, en este mismo día, a esta misma hora, en cientos de otros lugares, se hace, atraviesa este escenario como si fueran un museo y cárcel, una galería y prisión, operando una transformación casi metateatral de esta situación y poniendo al espectador y fluidor en el centro de la escena, para luego liberarlo de ese embarazo temporal.

Nos encontramos delante la historia de una larga mutación, en ella él graba las fases de esta visión en la que pasado y presente se contraponen y se intersecan; se intercalan, en un montaje ideal de la metamorfosis que ha organizado la sintaxis de las transformaciones.

Allí suele esconderse, cuando la tierra gruñe y tirita. Y aparecen en las primaveras y aparecen en los veranos:

…la selva canta y canta el bosque y canta la llanura...
y cantaré eternamente.