Roberto Rubio Arteaga (+): «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia»; con gratitud, va para ti el presente.

¿Tú conoces el mar?
Dicen que es menos grande y menos hondo
que el pesar.

(Ramón López Velarde)

Hace 100 años partió Ramón López Velarde; el poeta nacional de México, poeta mayor, y tantas medallas que meritoriamente posee.

Sin embargo, hablando del público lector, y no de la academia, no es un autor bien conocido, por asombroso que parezca… El conocido es uno de sus poemas, La suave patria, pero tampoco bien conocido, por mucho que se le haya leído en forma récord. ¿Por qué? Porque para bien leerlo se necesita un estudio cabal de su vocabulario, parte en desuso; un conocimiento de estampas que presentaba el México de 1921 y previo, y que hoy ya no se ven; y decidir no quebrarse la cabeza tanto porque, a momentos, lo que parece es que el autor buscaba la rima feliz —la musicalidad de sus versos— por encima de todo, despreocupándose del concepto; dicho de otra manera se puede gozar La suave patria por sus palabras sin pretender interpretarlas: gozar la música prescindiendo de discernirla.

Lluvia, melancolía, pasión y religión como temas

La lluvia, la melancolía, la pasión y la religión, muchas veces combinadas, son tema, contexto o escenario de su escritura. La lluvia y la melancolía que trae consigo: «Tardes de lluvia en que se agravan/ al par que una íntima tristeza/ un desdén manso de las cosas/ y una emoción sutil y contrita que reza»; aquella pasión tan manifiesta: «Mi carne es combustible y mi conciencia parda/ efímeras y agudas refulgen mis pasiones»; lluvia y carnalidad: «a que beban la brisa los sexos».

Y, siempre presente, la llama de la religión: «Fuera de mí, la lluvia; dentro de mí, el clamor/ cavernoso y creciente, de un salmista».

Sus colegas, escribiendo sobre él…

Se puede formar una biblioteca con lo que se ha escrito sobre nuestro autor. Aquí tiene usted letras tomadas de ahí:

…vive en esa quebradiza frontera que separa al erotismo del amor y en esto, acaso, radica el secreto de su seducción.

Conceptos de uno de sus lectores que mayor luz nos aporta, Octavio Paz.

Un gran cirio en la sombra llora y arde
Por él... y entre murmullos feligreses
De suspiros, de llantos y de preces,
Dice una voz al ánimo cobarde:
«¡Qué triste será la tarde
Cuando a México regreses
Sin ver a López Velarde!»

A José Juan Tablada lo sorprendió(literalmente) hallándose fuera de México la defunción de su amigo para quien preparó un cariñoso texto del que hemos elegido los versos que lo cierran.

«Vida corta. ¿Malograda? Hay también una Providencia Poética. Tal vez haya destinos a los que conviene la indecisión, el acre sabor de la juventud. Tal vez…» No forme usted a Alfonso Reyes en la fila de los admiradores del vate porque no lo fue, como se pudo ver en estas palabras...

«Y si es cierto que no es posible regresar a la poesía de Ramón López Velarde, también lo es que ese regreso es imposible precisamente porque ella constituye nuestro único punto de partida». Como siempre, Octavio Paz poniendo a cada quien en su lugar: en primer término, siendo realista; en su segunda afirmación siendo decididamente devoto del bardo.

«El momento en que conocí La suave Patria fue uno de los de mayor exultación literaria de mi vida». Adolfo Bioy Casares nos dejó no solo esta bella experiencia, sino otra más a continuación: cuando menciona que Jorge Luis Borges recitó aquel celebérrimo poema.

En México tiene película y casa

En su memoria por los 50 años del deceso, se filmó una película dirigida por Rubén Broido. Carlos Bracho caracterizó al poeta. La cinta se tituló Vals sin fin por el poema Y pensar que pudimos…, que en una de sus cuartetas dice:

Y pensar que pudimos,
en una onda secreta
de embriaguez, deslizarnos,
valsando un vals sin fin, por el planeta…

La última vivienda del poeta se encuentra en la colonia Roma de la capital mexicana, en la calle hoy denominada Álvaro Obregón que en aquellos tiempos se llamaba Jalisco.

Puede visitarse, pues allí se encuentra la Casa del poeta «Ramón López Velarde», con una recreación muy bien lograda de la habitación misma donde murió nuestro personaje.

El espacio aloja, además, libros que pertenecieron a Efraín Huerta y a Salvador Novo.

Apunte final

Después de una vida de pensar a Ramón López Velarde, uno tiene que admitir que por mucho que conozca pormenores de su vida y «domine» ciertos poemas, sigue dejando para después el entrar y desentrañar de una vez por todas ese mar que son sus figuras, sus metáforas, sus visiones…

…Y cuando alguien pregunte por el poeta, preferible darse gusto, como Borges, recitando de memoria La suave patria.1

Curiosidades

Es notable cómo una vida tan breve acumuló tanto oficio literario. El poeta murió a los 33 años de edad; ese adiós tan prematuro solo es superado (haciendo un conteo relámpago de otros casos), por Manuel Acuña, quien se despidió a sus 24 años. Otro caso sorprendente en este sentido, solo que en España, es el de Miguel Hernández, quien murió a los 31 años tras una atormentada vida. Sin embargo, para nosotros, los tres están vivos.

Nota

1 Un gusto que escasamente se dio el escritor, ya que murió a los dos meses de concluido el texto. Como compensación, si es que eso fuere posible, desde aquel entonces al día de hoy lo hemos pronunciado todos un número insuperable de veces.