La ciencia sin humanismo es ciega,
el humanismo sin ciencia es demagogia.

El triste espectáculo de manipulación mediática que inunda el planeta me condujo a pensar en la necesidad de esforzarse, desde la escuela hasta la universidad, y aún antes, en las familias y las comunidades, para divulgar y cultivar una sólida cultura científica, tecnológica y humanista. Es necesario, en esta dirección, superar el falso dilema de las dos culturas —una científica y otra humanista— e interiorizar la unidad de la ciencia, la tecnología y el humanismo. Ciencia y tecnología sin humanismo padecen de ceguera, y el humanismo sin ciencia es demagogia. En lo que sigue, sugiero contribuir a la unidad ciencia-tecnología-humanismo a través de la lectura y explicación de obras clásicas de las ciencias y las letras.

¿Qué leer?

Hace algún tiempo, José Manuel Sánchez Ron, Miembro de la Real Academia Española y catedrático de Historia de la Ciencia en la Universidad Autónoma de Madrid, llevado por una preocupación semejante a la expresada, propuso estimular la lectura de obras científicas, situándolas, por supuesto, en sus respectivos contextos históricos. Él sugiere, por ejemplo, algunos libros básicos como los Elementos de Euclides, Almagesto de Ptolomeo que, como se sabe, representa la cumbre de la visión geocéntrica del universo, sustituida, en los albores de la edad moderna, por el enfoque heliocéntrico de Giordano Bruno, Nicolás Copérnico, Galileo Galilei y otros. Sobre la revolución de los orbes celestes de Copérnico y La fábrica del cuerpo humano de Andreas Vesalio, este último en el campo de la medicina, constituyen otros de los textos propuestos por Sánchez Ron.

Los últimos libros referidos perfilan el antecedente inmediato de tres obras clásicas para comprender la evolución del mundo moderno y, sobre todo, su mayor y más profundo sentido del conocimiento, a saber: Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo de Galileo Galilei, Discurso del método de René Descartes y Principios matemáticos de la filosofía natural de Newton. Manuel Sánchez continúa su recomendación con el Tratado elemental de química de Antoine Laurent de Lavoisier, El origen de las especies de Charles Darwin, Principios de geología de Charles Lyell y El origen de los continentes y océanos de Alfred Wegener. También menciona Textura del sistema nervioso del hombre y de los vertebrados y Recuerdos de mi vida de su compatriota Santiago Ramón y Cajal. Puede incluirse también la obra escrita de Clodomiro Picado Twight, Anastasio Alfaro, Pedro León Azofeifa y Guy de Téramond Peralta, para solo citar a cuatro profesionales ilustres de la ciencia, entre muchos otros científicos latinoamericanos.

A las obras referidas por Sánchez Ron, y a la sugerencia de incluir textos científicos de varias civilizaciones, es imprescindible agregar libros como los siguientes: Cara a cara con la vida, la mente y el universo, El alma está en el cerebro: Radiografía de la máquina de pensar y ¿Por qué somos como somos? de Eduardo Punset Casals, Tras el velo de la física de Sir Arthur Eddington, La verdad habita en las profundidades, Diálogos sobre la física atómica —citado también por Sánchez Ron— y Si la ciencia es consciente de sus límites de Werner Heisenberg, Charlemos de física de Schrödinger, Cosmos, Los dragones del Edén y Un punto azul pálido de Carl Sagan, Historia del tiempo, A hombros de gigantes: Los grandes textos de la física y la astronomía y Dios creó los números: Los descubrimientos matemáticos que cambiaron la historia de Stephen Hawking, Introducción a la ciencia de John Gribbin, Camino a la realidad y Las sombras de la mente de Roger Penrose, así como los textos claves de Albert Einstein y su teoría de la relatividad general y especial. El libro de Penrose Camino a la realidad (1471 páginas en la edición de Random House Mondadori de 2006) es un clásico de la divulgación científica contemporánea. Y a estas obras es imperativo sumar muchos textos asociados a la cuarta revolución industrial, la «sociedad 4.0» y la gran transición contemporánea.

Se requiere una intervención editorial a gran escala

La lectura de las obras referidas, y de muchas otras del mismo talante, es un proceso harto complejo, y sería ingenuo pensar que la totalidad de los seres humanos se sientan cómodos con estudiar estas obras en los formatos de edición tradicionales, de ahí la necesidad efectuar una gran transformación editorial de modo tal que los contenidos de libros como los mencionados adquieran formas muchísimo más sintonizadas con las condiciones tecnológicas y culturales contemporáneas. Dibujos, fotografías y obras de arte como ilustraciones de los textos principales; textos secundarios y recuadros de textos e informaciones en interacción con los textos principales; y detalles de diseño y diagramación, serían de gran beneficio para que las obras cumbres del pensamiento científico, tecnológico y humanista sean interiorizadas por cientos de millones de seres humanos a través de los instrumentos tecnológicos actuales.

¿Qué aprender?

¿Qué enseñar con ocasión de la lectura de las obras mencionadas u otras que se sugieran, así como de la presentación metódica de sus contenidos y autores por parte de especialistas? El siguiente principio: estar dispuestos a cambiar, modificar y enriquecer los propios pensamientos cuando la evidencia y los conocimientos así lo indiquen. Lo anterior conduce a un tipo de mentalidad no dogmática que permite generar sistemas de descubrimiento paulatino de la realidad, con capacidad de revisión, autocorrección y enriquecimiento continuo. Este es el punto de partida que conviene interiorizar en la educación, la vida cívica y la experiencia emocional, algo muy distinto al dogmatismo, la intolerancia, el fanatismo y el sectarismo que tanto odio y violencia producen. Mientras la capacidad de cambiar basándose en conocimientos —raíz principal de las ciencias, las artes y las humanidades— es un bien social, que evidencia salud y equilibrio emocional y cerebral; aferrarse a una idea, dogmatizarla y fosilizarla en el cementerio de lo inmutable, revela un desequilibrio mental enfermizo y corrosivo. Comprendo que materializar lo dicho en la educación y la cultura es una tarea inmensa, compleja, difícil, pero se han logrado avances extraordinarios en esa dirección y resulta indispensable continuar haciéndolo.