Estrictamente hablando, el término «autoplagio» no es bien recibido por los hablantes de bien en nuestro idioma español, quienes argumentan –no sin razón- que, siendo el plagio una apropiación no autorizada ni acreditada de un trabajo ajeno, difícilmente puede existir plagio alguno cuando el autor robado y el autor ladrón son el mismo individuo.

En el idioma inglés –que trata siempre de ser concreto y funcional-, no tienen ningún reparo en aceptar el vocablo self-plagiarism, cuyas características se pueden resumir de la siguiente manera:

Normalmente, se describe «autoplagio» como el reciclaje o reutilización de palabras específicas de uno mismo contenidas en textos publicados anteriormente; además de secciones literales de texto, autoplagio también se puede referir a la publicación de trabajos idénticos en dos lugares diferentes (llamado a veces «publicación duplicada o redundante»). Y también: «Autoplagio» consiste en cualquier intento de utilizar material publicado previamente y hacerlo aparecer como nuevo.

En la escena política española contemporánea, varias figuras de alto nivel han sido acusadas públicamente de plagio y autoplagio en sus respectivas tesis doctorales; lo cual es aplicable, al menos, a aquellas figuras que no sólo incluyen tales tesis en sus CV’s sino que efectivamente escribieron alguna. Haciendo honor a la imagen que se tiene de ellos, ninguno de estos personajes parece haber siquiera pestañeado frente a tales acusaciones, a diferencia de colegas alemanes que, en similares circunstancias, renunciaron a sus cargos.

Sin embargo, en ambientes más serios y responsables, esta malsana práctica está recibiendo cada vez más rechazo por perjudicar no solo al infractor mismo sino a su respectiva comunidad en general. Sin llegar a la categoría de crimen punible penalmente, el autoplagio es considerado como una falta de ética profesional que salpica a colegas inocentes e incluso a los propios medios que –normalmente de manera inadvertida- son vehículos de estas publicaciones redundantes.

El blog SciELO en Perspectiva, perteneciente al proyecto de biblioteca electrónica SciELO, analiza de manera sucinta e ilustrativa esta problemática, bajo el título Ética editorial y el problema del autoplagio, firmado por Ernesto Spinak el 11-11-20131. En dicho artículo, se detallan factores que pueden legitimar el autoplagio o situarlo en una zona gris como, por ejemplo: nuevos datos añadidos a investigaciones previas, publicaciones «salami» en las que el autor distribuye a los medios un tema en varios segmentos que repiten un núcleo central, la ausencia de reglas claras por parte del grupo editorial, o la práctica de utilizar contenido de una tesis propia para una publicación posterior en una revista o viceversa. El autor añade contribuciones de Pamela Samuelson, Andrea Lunsford, Miguel Roig y otras autoridades, resultando la lectura de este artículo en algo muy recomendable para los interesados en el tema.

Es cierto que dicho tema dista mucho de ser un asunto en blanco y negro. Existe una gran cantidad de circunstancias, elementos y condiciones que impiden establecer una norma única y universal. Lo que debería ser único y universal es la disposición del autor para actuar con moralidad y respeto hacia sí mismo, hacia sus colegas y hacia los medios que le sirven para expresarse.

Afortunadamente, observamos un avance constante en el desarrollo de instrumentos antiplagio, muchos de ellos especializados en áreas y medios concretos. Basta introducir «herramientas o aplicaciones antiplagio» en un buscador para obtener una interesante lista de recursos tanto gratuitos como de pago. Esperemos que su existencia y manejo lleguen cada día a más público interesado y puedan, de una manera efectiva como no había sido posible hasta ahora, reducir drásticamente esta deplorable práctica.

Notas

1 SPINAK, E. Ética editorial y el problema del autoplagio. SciELO en Perspectiva, 2013.