Una de las pocas virtudes del gobierno actual mexicano ha sido traer a la agenda temáticas que, en años pasados, estaban desterradas a la periferia, donde solo algunos intelectuales prestaban atención. Los últimos meses, en parte por agradar a sus bases, distraer de los terribles resultados de su gobierno, polarizar a la sociedad y el surgimiento de una clase media politizada esos temas han ocupado el spotlight. Afortunadamente.

Uno de los temas más polémicos últimamente ha sido el juicio histórico a la irrupción de Europa en América, la Conquista de los pueblos precolombinos, formación de nuevas culturas y pueblos. A 500 años de la caída de la Ciudad de México Tenochtitlan a manos de una gran alianza de naciones indígenas y conquistadores españoles en México se ha abierto a discusión la Historia. Y pocos personajes históricos resumen tan bien estas discusiones que el genovés que lo inició todo: Cristóbal Colón. El gobierno de la Ciudad de México, autoproclamado de izquierda (vaya usted a creerles), se ha propuesto descolonizar la historia y los monumentos chilangos retirando la glorieta de Cristóbal Colón del Paseo de la Reforma (importante avenida de la Ciudad de México) y planean sustituirla (planeación marcada por su típico descuido) por un monumento a las mujeres indígenas.

Voces de todas formas, sabores y olores se han alzado para cuestionar o apoyar esta decisión. Todo bien. ¿Quién o quiénes merecen tener monumentos, plazas u obra pública nombrados en su honor y recuerdo? ¿Cómo juzgar justamente a las figuras de nuestro pasado?

Quizás habría que reconocer que ningún ser humano merece un monumento. Solo figuras y personajes mitológicos, literarios y simbólicos deberían tener monumentos; ni un ser humano. Los humanos no debemos tener estatuas ni monumentos, no debemos divinizar o volver arquetipos a ni uno de nosotros. Eso es peligroso, pues todos tenemos un lado oscuro que los monumentos suelen ocultar. Los únicos seres humanos intachables, sin pecado, sin aspectos a reprochar fueron un carpintero judío a quien crucificaron y su madre.

Pero, si vamos a tener monumentos a personajes históricos hay que tener criterios para juzgarlos y decidir quiénes si merecen estatuas públicas. Propongo cuatro criterios: primero juzgar siempre dentro del contexto en que se desenvolvió el personaje sin aplicarle perspectivas anacrónicas; segundo limitar el juicio sobre los hechos y consecuencias sobre los que tuvo responsabilidad; distinguir entre la persona, el personaje histórico y la intención que se tiene al rendirle homenaje y, por último, hay actos históricos que deberían desacreditar a cualquiera del reconocimiento público, por ejemplo ser parte activa en un genocidio o abuso de menores. Actos tan reprobables que todos deberíamos aborrecer.

Como a cualquier figura histórica a Cristóbal Colón lo podemos juzgar desde tres perspectivas; como persona, como personaje histórico (las repercusiones que tuvo más allá de sí mismo) y las intenciones de quienes lo homenajean.

¿Quién fue el Cristóbal Colón de carne y hueso? Tenemos muchas dudas sobre el origen de su vida. El consenso generalizado entre sus biógrafos más avezados dice que Colón nació en la República de Génova a mitad del siglo XV. Las repúblicas italianas de finales del medievo y principios del renacimiento se caracterizaron por sus adelantos navales que les permitieron ser potencias comerciales, científicas y militares del mediterráneo. En el contexto de la caída de Constantinopla a manos de los Otomanos (1453), y el cierre de las rentables rutas comerciales con las Indias surgió la necesidad de buscar nuevas rutas comerciales. Esta necesidad fue la que Colón buscó explotar; si la tierra es redonda (conocimiento común y compartido entre las élites intelectuales de la época) porque no circunnavegar el globo. Sobre todo, partiendo del error de cálculo de Colón, quien creía que el planeta era más pequeño de lo que realmente es.

Cristóbal Colón fue un explorador, navegante, hombre de ciencia y de comercio; que se lanzó a la aventura con el objetivo de expandir el mundo y hacer dinero. Todo bien hasta ahora. Colón aplicó el conocimiento de su época, usó tecnología nueva y abrió una nueva época de descubrimientos, ideas, culturas y rutas comerciales. Como todo hombre de ciencia no tuvo toda la razón todo el tiempo, principalmente murió suponiendo que había llegado a Asía y buscando el reino o dominio de un «Gran Kan».

La vida de Colón no terminó allí, una vez encontradas las islas para el viejo mundo (Eurasia), fue nombrado gobernador general de las Indias Orientales, posteriormente virrey bajo las Capitulaciones de Santa Fe. Gobernó las colonias en la isla de La Española (hoy Haití y República Dominicana). Al final de su tercer viaje estaba física y mentalmente exhausto: su cuerpo afligido por artritis y sus ojos por oftalmia. En octubre de 1499, envió dos naves a España, pidiendo a la Corte designar a un comisionado real para ayudarlo a gobernar.

Las acusaciones de tiranía e incompetencia de Colón como gobernador llegaron a la Corte. La reina Isabel y el rey Fernando respondieron quitando a Colón del poder y reemplazándolo por Francisco de Bobadilla. Colón fue un pésimo administrador, esclavista, gobernante cruel e injusto. No solo bajo criterios actuales, lo cual sería un juicio injusto de nuestra parte. Sus pares, la gente de su época lo consideró incompetente y tiránico, con tratos crueles y poco cristianos frente a los esclavos. Fue un esclavista que los suyos repudiaron.

Cristóbal Colón fue repudiado por sus contemporáneos, quienes vivían en una sociedad donde la esclavitud no era repudiada ni se había desarrollado la teoría de los Derechos Humanos Universales de la Ilustración. Las cortes españolas, quienes expulsaron a los judíos en marzo de 1492, le quitaron el poder por su crueldad y despotismo. Fue en La Española donde inició la defensa de los indígenas por parte de Fray Bartolomé de las Casas, al ver las decisiones de Colón como gobernador.

Todas las luces de Colón como explorador y científico son oscurecidas por sus acciones como gobernador. La búsqueda de nuevos conocimientos merece todos los monumentos, pero no las atrocidades de la violencia y la brutalidad.

En segundo lugar, debemos juzgar a Colón como personaje histórico, como lo que su vida y obra han llegado a significar para la humanidad. Por ejemplo, Robert E Lee, general americano que comandó las tropas confederadas en la Guerra Civil Americana; quien fue un caballero, comandante honorable y un genio militar, quien peleó del lado confederado no por apoyar la esclavitud sino por lealtad a Virginia. Esta persona, con mil virtudes, es un personaje histórico vil pues luchó por mantener la esclavitud en los Estados sureños de América (es imposible saberlo a ciencia cierta, pero parece que Lee entendió esta diferencia. Al final de la guerra Lee intentó desligarse de la defensa del esclavismo, incluso pidiendo que no le hicieran monumentos en su honor).

¿Qué significa Colón para la historia?

Para Neil Degrasse Tyson, astrónomo y difusor de la ciencia, la llegada de Colón a América es el hecho más significativo e importante de la historia de nuestra especie. Los últimos estudios señalan que la presencia humana en nuestro continente se dio hace más de 33 mil años. Desde entonces hasta 1492 d. C. los humanos en América estuvieron aislados del resto de la especie. Y cuando dos poblaciones se encuentran separadas por suficiente tiempo la evolución provoca el surgimiento de dos especies distintas, divergencia evolutiva. La llegada de Colón y la integración de América con las poblaciones del globo rompió el aislamiento resultado en una población humana, genética y étnicamente más interconectada, en un único y común grupo genérico.

La llegada de Eurasia a América transformó a todo el globo, en todos los niveles. Las plantas americanas fueron llevadas a todos lados y, sin miedo a la exageración, salvaron al mundo. Las plantas originarias americanas son más resistentes, óptimas para ser cultivadas y con una riqueza de sabores que transformaron la alimentación del resto del mundo, para bien. El tomate, chile, maíz, frijol, papa, cacahuate, arándanos, aguacate, chocolate, calabaza, vainilla, entre otros, permitieron que se mejorara la alimentación de millones de humanos.

No es casualidad que entre 1650 y 1850 la población en Eurasia se haya incrementado por dos; un crecimiento no visto hasta entonces. Sin dejar de mencionar que gracias a las plantas de nuestro hemisferio la India tiene curri, los pobres de Europa la papa e Italia la pizza.

Al mismo tiempo, América fue transformada con la llegada de los animales domesticados de Eurasia. Las nuevas sociedades americanas vieron en los animales recién llegados la oportunidad de cambiar y adaptar sus usos, costumbres, y modos de alimentarse. Nuevas sociedades donde el caballo, el puerco, gallina y reses son parte fundamental.

Como ya se mencionó, Colón inauguró una nueva época de investigación y exploración, encarnada con una nueva forma de entender la generación de conocimiento. Se consagró la noción del filósofo Francis Bacon: donde el conocimiento científico sirve para la instrumentalización de la naturaleza. La naturaleza y sus recursos son para el uso y beneficio de la humanidad.

Sin embargo, no todas las consecuencias fueron positivas y las principales víctimas de estos hechos fue la población americana. Víctimas de la violencia de la conquista y colonización europea, los pueblos americanos resistieron (y siguen resistiendo) la incursión de Europa. Y si las armas y la guerra no fueran suficientes, la llegada de enfermedades del viejo mundo, ante las cuales los americanos no tenían defensas, generaron epidemias que barrieron con las poblaciones americanas. Las estimaciones de las víctimas mortales de la viruela, sarampión, tifoidea, malaria entre otras van desde el 50%, el 75% incluso el 90% de la población originaria de americanos. Lo cual genera debilidad social e inestabilidad política, que facilitó su conquista. El resultado de cientos de batallas fue decidido no por una supuesta superioridad europea sino por bacterias y virus. Un continente rico en recursos, cuya población disminuye impulsó el comercio de esclavos africanos traídos a América y fue el lugar ideal para liberar la presión demográfica que se vivía en Europa. Todo mal.

Para complicar más el análisis, el encuentro de culturas tan diversas y la tragedia que una ellas vivió generó que sacerdotes y religiosos buscarán defender y entender a los pueblos americanos. Surgieron nuevas dudas antropológicas: ¿qué es el hombre? ¿Que nos es común a los hombres? ¿Cómo entender y preservar estas culturas?

Religiosos como Bernardino de Sahagún, Bartolomé de las Casas y Junípero Serra merecen una mención especial y dignificante por sus labores evangélicas y en defensa de los derechos humanos. Junípero Serra redactó una carta en defensa de derechos humanos, en California, años antes que los textos de Thomas Jefferson en la Costa Este.

Por último, nos debemos preguntar: ¿qué queremos conmemorar con los monumentos y estatuas de Colón? ¿Se puede poner un monumento en honor a una parte de la historia sin olvidar u ocultar las partes oscuras? ¿Cómo conmemorar el panamericanismo? ¿Qué es el panamericanismo? ¿Se puede celebrar las naciones liberales americanas sin ser hipócrita frente a las víctimas de la formación de estas naciones?

Quizás, en el caso de Colón la respuesta sea doble: no conmemorar a la persona sino a la ciencia, la exploración, la búsqueda de nuevas fronteras al tiempo que se recuperan las historias y personajes hasta ahora marginados y desconocidos, de quienes no vivieron las bondades sino las miserias de estos fenómenos históricos.

Postdata: una propuesta para el gobierno de la Ciudad de México. Mandar la Estatua de Colón a la Universidad Panamericana, quien en su escudo rescata el escudo de Cristóbal Colón y que ha buscado educar en las bondades y virtudes mencionadas arriba.