Perdón si vengo a perturbar la ligera paz en la que vive; pero su existencia es irrelevante. Todos sus proyectos, problemas, amores y temores en el gran especto del cosmos no existen, no existen frente a un universo indiferente. Se ha calculado que el Big Bang ocurrió hace 13,800 millones de años; ¿y usted se siente importante por los 80 años que va a vivir? No somos ni un suspiro, no somos dignos ni de ser mencionados.

Fuerzas, espacios, tiempos, eventos tan grandes que escapan a nuestra muy limitada inteligencia. Tenía razón el filólogo alemán; «Dios ha muerto, y nosotros lo matamos». Usamos las armas de la ciencia, el método y el positivismo para desmitificar y secularizar el mundo; sacamos a la magia y lo divino del cosmos. Sin embargo, detrás del telón del materialismo y del cadáver divino está el sin sentido de nuestra existencia, lo banal, lo irrelevante, la falta de consuelo de un padre o una madre sobrenatural.

Vivimos en un cosmos indiferente a los seres humanos y el primero en llevarlo a la literatura fue el escritor americano Howard Phillips Lovecraft (1890-1937) quien inauguró un nuevo género, el horror cósmico, y generó toda una nueva mitología. Hoy, como hace 100 años, vivimos una era de explosión científica y tecnológica aunada a un virus que ha vuelto a desmentir la soberbia humana; quizás por ello vemos resurgir en películas, comics y series de televisión elementos del horror cósmico (Stranger Things, Dr Strange, Lovecraft Country, entre otros), dándonos la oportunidad de hablar del autor que lo inició todo.

Una vida de terror

H. P Lovecraft nació el 20 de agosto de 1890 en Providence Rhode Island. Hijo de un comerciante y una señora de sociedad venida a menos, a sus cuatro años pierde a su padre. Las desventuras económicas obligan a la madre y el pequeño H. P. a vivir con su abuelo materno. La familia de su madre era descendiente de nobles americanos y tenía aires de aristocracia y superioridad sobre el resto de la sociedad, dentro de los cuales H. P. fue educado. Su madre, muy disciplinada y estricta, no lo dejaba convivir y jugar con otros niños a quienes consideraba inferiores.

Sarah, madre de H. P. Lovecraft, fue una mujer tradicional y puritana, quien descargó todas las frustraciones de una burguesa venida a menos sobre su único hijo, al que sobreprotegió hasta límites demenciales y trató como si fuera su único bien en la tierra.

Aislado de sus pares por los prejuicios de su madre y por su propia personalidad introvertida, Lovecraft se refugió en la naturaleza y la biblioteca de su abuelo, quien sirvió como figura paterna. Se le abrió el mundo de la literatura y las ciencias. Desde pequeño tuvo inclinaciones a las historias de terror de Edgar Alan Poe y, en 1905, escribe uno de sus primeros cuentos, La Bestia de la Cueva, historia claramente influida por Poe.

En 1904 fallece su abuelo, evento que devasta emocionalmente a H. P. Todo empeoró pocos años después cuando los malos manejos económicos de su madre los obligan a cambiar de residencia. Si esto no fuera suficiente, Lovecraft fue rechazado de la Universidad Brown para estudiar astronomía por pocas habilidades numérico-matemáticas. Derrotado y frustrado, H. P. estuvo al borde del suicidio. Dedicó su vida a escribir novelas y cuentos cortos que se publicaban en pulp como Weird Tales. Desafortunadamente, para él nunca, nunca logró la fama y éxito que le permitieran vivir de su literatura.

La madre de Lovecraft murió en mayo del 1921, y los malos manejos económicos lo obligaron a trabajar como corrector de estilo y escritor fantasma. Gracias a estos trabajos conoció a muchos de los que después formarían el llamado «Círculo de Lovecraft», entre ellos Robert E. Howard, Clark Ashton Smith, Robert Bloch, Frank Belknap Long, August Derleth y otros más. En 1924, después de la muerte de su madre, se casó con Sonia Greene, escritora que tenía una pequeña tienda en la Ciudad de New York, a donde se mudó la pareja.

La Gran Manzana y la vida matrimonial fueron terribles para Lovecraft; convivir en una ciudad de inmigrantes fue terrible para un personaje tan racista como H. P Lovecraft. Tiempo después, Sonia perdió su negocio y la pareja se vio en la necesidad de salir a buscar trabajo, sin éxito. Para H. P. Lovecraft fue un duro golpe ver que no encontraba trabajo y que era superado por inmigrantes que él consideraba inferiores. En 1926 la pareja se divorció y Lovecraft regreso a Providence.

Derrotado, frustrado y desgraciado, H. P. se volvió ermitaño y cayó en depresión. Se aisló del mundo, viviendo la etapa más oscura y triste de su vida. Sin embargo, también fue su etapa más prolífica literariamente. De esta época son sus mejores narraciones como La Llamada de Cthulhu.

H. P. Lovecraft murió el 15 de marzo en 1937. Su epitafio dice: «I am Providence», como firmaba sus cartas. El éxito como escritor llegó años después de su muerte.

El monstruo en la sala

No podemos seguir sin detenernos a hablar de los prejuicios de nuestro autor. H. P Lovecraft fue un furibundo racista. Influido por su madre, H. P. detestaba a todo aquel que no fuera blanco de origen inglés, germano o nórdico. No estamos hablando del racismo propio de sus días y que expresan muchos autores coetáneos: en Drácula de Bram Stoker los europeos del Este son supersticiosos, desordenados e intelectualmente inferiores a los civilizados británicos; la descripción que hace J. R. R. Tolkien de los orcos en la Tierra Media los hace muy similares a los africanos y los humanos débiles en carácter que caen bajo el control de Morgoth y Sauron son los hombres de Harad con claras referencias al Medio Oriente. Richard Dawkins en su documental y libro, The God Delusion, afirma que al inicio del siglo XX prácticamente todos eran racistas y que con el paso del tiempo esas ideas fueron contrastadas y superadas.

Pues el racismo H. P. Lovecraft fue mucho mayor al del resto de sus contemporáneos. Su círculo de amigos escritores se llegaba a sentir incómodo. El propio Lovecraft relata el horror que le produjeron los miseros inmigrantes «ítalo-semítico-mongoloides» de Nueva York.

En las historias de Lovecraft abundan estereotipos raciales, los personajes blancos siempre son nobles, audaces, valientes y cargados de mil y un virtudes. El héroe lovecraftiano, siempre es un hombre anglosajón o germánico que cae en la locura al entrar en contacto con otros. Por otro lado, los villanos, los hombres débiles que sirven a los dioses son afrodescendientes, polinesios, de Europa del Este, latinoamericanos o simplemente mestizos, hombres inferiores e indignos.

En el relato La sombra sobre Innsmouth se descubre el terrible resultado de la reproducción entre seres humanos y profundos (una especie de hombres peces). Híbridos terroríficos e idiotas; impuros y aborrecibles.

Si lo anterior no fuera suficiente Lovecraft era elitista. Detestaba a los demás seres humanos; siempre abogó por un gobierno de élites, plutócratas y aristócratas. Consideraba las masas con un conjunto de personas sin la capacidad de gobernarse, indignas de cualquier consideración.

Y si faltara más, en las historias de Lovecraft vemos muy pocos personajes femeninos, no hay relaciones amorosas ni de parejas, y la sexualidad es mal vista. Los seres más desarrollados o sofisticados se reproducen de modo asexual, sin estar encadenados a los caprichos de la lujuria.

Algunos quieren ver en la repulsión a la sexualidad presente en las historias un reflejo de la asexualidad del autor, que terminaría siendo una de las razones de su divorcio.

Estilo literario

Pero el que escribe, cree que este caso es posible dividir la obra del autor. Desde joven Lovecraft estuvo inclinado por las historias de terror de Edgar Alan Poe, a quien intentó imitar en sus inicios literarios. Sin embargo, la Primera Guerra Mundial alteró de modo profundo el género. Los hombres habían sido testigos de los horrores de las trincheras, ametralladoras, gas mostaza y ratas del tamaño de gatos, gordas de consumir tanto cadáver humano. Los fantasmas, y seres sobrenaturales no alcanzaban a reflejar el infierno en la tierra que fue el frente occidental.

Al mismo tiempo, los agigantados pasos que dio la ciencia a finales del siglo XIX y principios del XX, abrían un universo más vasto con fuerzas macrocósmicas y microcósmicas que hacen ver al hombre diminuto e insignificante. La teoría de la relatividad y la física cuántica transformaron la visión del mundo que se tenía. El terror ya no es un espíritu o demonio, sino la personificación de fuerzas que no alcanzamos a comprender, de un universo indiferente a nosotros donde nuestra existencia está en constante peligro.

Una visión del mundo materialista por parte del autor; la falta de un dios en el alma de un ateo, y los límites de la razón humana incapaces de terminar de comprender el universo que la ciencia le abre, son el eje central de los Mitos de Cthulhu.

En un universo descarnado de toda divinidad y misticismo solo queda el grito agónico del sinsentido de vivir en una realidad puramente materialista y positivista.

Los nuevos dioses y demonios no son seres naturales sino fuerzas primordiales, seres huya vastedad se escapa a nuestro entendimiento. Los dioses materiales de Lovecraft se dividen en dos grandes grupos; los dioses exteriores y los primordiales. Los primeros son las fuerzas o principios más importantes del cosmos. Los dioses exteriores son regidos por Azathoth, el dios idiota que duerme, la realidad en la que vivimos es el resultado de los sueños idiotas de este dios. Si llegara a despertar todo estaría perdido, por eso miles de seres bailan y hacen música a su alrededor para que no despierte.

También tenemos a Yog-Sothoth, hijo de Azathoth, será encargado de traer de vuelta a los primordiales. «Yog-Sothoth sabe cuál es la entrada. Yog-Sothoth es la entrada. Yog-Sothoth es la llave y también el guardián de la entrada. Pasado, presente y futuro son una sola cosa en Yog-Sothoth». Por último, mencionemos a Nyarlathotep, el «caos reptante», el faraón, el único que muestra una verdadera personalidad, aunque Nyarlathotep, desde el punto de vista humano, posea una inteligencia maligna.

Los dioses exteriores no se pueden describir, pensar, entender por nuestros simiescos cerebros. El contacto con alguno de ellos, su simple presencia destruye la cordura del testigo, quien cae en una terrible locura.

Los primordiales son hijos y descendientes de los exteriores. Seres de poderes y potestades inconmensurables nativos de otros planetas que han llegado a la tierra eones de años antes del surgimiento de la vida terrestre. Dioses con poderes que rigieron, pelearon y conquistaron nuestro planeta. Una vez más los humanos quedamos como simples bestias ante estos seres; como insectos que revolotean a lo idiota en un cuarto de tecnologías y ciencias. Cthulhu duerme en una ciudad hundida en el Pacífico, esperando el momento para reclamar su dominio de la Tierra. En la Antártida existen las Montañas de la Locura, una antigua ciudad fundada por los primigenios. La ciudad de los primigenios es de formas, estructuras inmensas y construcciones ciclópeas. Y en algún lugar de la costa de Nueva Inglaterra viven los profundos, quienes adoran al dios Dagón, dios de los peces, dios de los profundos.

Tenga cuidado con la Gran Raza de Yith, no le vayan a robar su cuerpo para investigar nuestra época, como los científicos investigan a sus animales en los laboratorios.

El héroe lovecraftiano no es un héroe victorioso sino uno que sobrevive a los terrores y horrores de una universo indiferente y fuerzas incontenibles, para quedar marcado de por vida, perdiendo la razón, quedando abrumado y sin la posibilidad de encontrar sentido. Muchos terminan o quitándose la vida o encerrados en manicomios, o en estado vegetal.

Y es que en un cosmos puramente materialista el ser humano es un ser intrascendente y fútil. He allí el verdadero horror.