La derecha española de principios del siglo XX era una derecha acostumbrada a ocupar puestos de poder y privilegios en la sociedad. Sin ir más lejos, el sistema de la Restauración era un sistema creado por un conservador como Cánovas del Castillo, y mantenía una estructura conservadora, que no permitía la participación de las masas en política —sistema oligárquico y caciquil—, que conservaba la confesionalidad del Estado católico, que sostenía a la monarquía...

Un momento de inflexión de este sistema, aunque parezca un lugar común excesivamente recurrente, es el «Desastre de 1898», mediante el cual, España dejó de ser un país colonizador con la perdida de lo poco que le quedaba de «Imperio». En realidad, España ya hacía tiempo que había dejado de ser un país con influencia internacional, pero la guerra de Cuba fue la prueba palpable que esto era así para quien todavía no se hubiese dado cuenta, y resultó ser un gran mazazo (golpe psicológico) para la conciencia española de la época y los intelectuales de ese tiempo.

Además, a partir de este momento la Restauración toma un rumbo diferente al que había venido llevando. Cánovas ya había sido asesinado, Sagasta ya llevaba algún tiempo en la cuesta abajo de su carrera política y los líderes de su partido luchaban por colocarse en situación privilegiada para heredar el poder. Los intelectuales (Unamuno, Costa, Maeztu, Baroja, Ganivet, Macías Picavea...) denunciaban lo que consideraban eran abusos y fraudes al sistema, y la sociedad parecía estar cada vez más desmovilizada, si es que llegó a estarlo en algún momento.

El regeneracionismo, aunque se puso de manifiesto con fuerza tras la crisis colonial, ya había tenido manifestaciones previas a la crisis de 1898 y expresaba la necesidad de una profunda revisión de los componentes políticos e ideológicos que habían sustentado al sistema sociopolítico. Como movimiento de opinión crítico alcanzó a sectores tanto cercanos al poder, como Francisco Silvela, el General Polavieja... o los núcleos de la burguesía catalana, como a las clases medias —la llamada masa neutra—, encabezadas por la Cámara Agrícola del Alto Aragón y Joaquín Costa o la Asamblea de Zaragoza de las Cámaras de Comercio.

En cierto modo, no le faltaban razones a Canalejas cuando en diciembre de 1900 manifestaba en el Parlamento que España estaba en una fase «Constituyente», tras el Desastre de 1898 y ante la llegada al trono por parte de Alfonso XIII en mayo de 1902.

Alfonso XIII fue un monarca que mantuvo el sistema Restauracionista a base de una política de camarillas y grupos (más oligarquía y más caciquismo), afectos a los partidos dinásticos y sus escisiones o grupúsculos anejos. Dentro de estos grupúsculos y de gran importancia está el llamado «maurismo».

El maurismo debe más su fama y su nombre a los elementos que rodearon al propio Antonio Maura y lo que esto significó en el futuro que al propio líder conservador. Se puede definir a Maura como un conservador regeneracionista que deseaba una «revolución desde arriba». Los casi tres años que Maura permaneció en el poder, entre enero de 1907 y octubre de 1909, constituyen una excepción a la inestabilidad que venía siendo característica en el reinado de Alfonso XIII. Este gobierno supuso, además, el fortalecimiento del Partido Conservador, unido ahora en torno a Maura con un programa regeneracionista sólido, y la aplicación de un nuevo estilo de gobernar basado en la eficacia y en la responsabilidad ante la opinión pública y ante el Parlamento. Se intenta verdadera y seriamente la revolución desde arriba. El gobierno Maura cayó tras los sucesos de Barcelona en 1909 (Semana Trágica de Barcelona).

En la historia española del siglo XIX, y en la del XX no iba a ser menos, la intervención del ejército en política era casi una cosa común. Por ello, el ejército siempre mantuvo una presencia importante en la sociedad española de este tiempo. Su vida en el siglo XX, hasta la Guerra Civil de 1936, donde son actores principales, va de la intervención en la Semana Trágica de Barcelona, la Guerra Africana, la participación en el sistema político con las Juntas de Defensa en 1917 o la dictadura de Primo de Rivera en 1923.

Tras la Semana Trágica barcelonesa, y la consiguiente caída del primer gobierno Maura, se abre un período de inestabilidad que se corona con la crisis de 1917. Crisis de la que el país no se levantaría hasta la llegada al poder de Primo de Rivera con su dictadura en 1923.

Los grupos conservadores de la época se mantenían o bien en el maurismo, o bien en los grupos que quedaban del Partido Conservador o en un partido de nuevo cuño emanado del sistema dictatorial, la Unión Patriótica.

La Unión Patriótica fue una organización creada en 1924. Intentó ser una organización de masas que canalizase los impulsos regeneracionistas de la burguesía cuando, una vez desaparecida la dictadura, se volviese a una supuesta normalidad constitucional. Se oficializó en 1924, y de ella emanaron las élites políticas de la dictadura. La Unión Patriótica intentó ser un partido movilizador de masas, por ello tomó la iniciativa de invitar a todos los ciudadanos a ingresar en el partido.

Una de las cosas que consiguió la Unión Patriótica fue el rearme ideológico de la derecha española durante el período primorriverista, aunque no fue capaz de formar una élite conservadora cohesionada, carencia que tenían todos los grupos conservadores de este período.

La derecha de este tiempo se cuajó en el seno del maurismo, son los denominados «conservadores autoritarios alfonsinos». De estos grupos saldrán las corrientes y partidos conservadores que de una u otra forma representaron algún papel en la República que sobrevino a la extinguida dictadura.

Caída la dictadura de Primo de Rivera en 1930 se tardó más de un año en convocar elecciones, tras los gobiernos de Berenguer y Aznar. Estas elecciones llegaron siendo provinciales y acabaron siendo las sepultureras de la Restauración y la monarquía. Significaron el triunfo de los republicanos y los socialistas, y supusieron la salida del mapa político de los partidos dinásticos.

En los primeros tiempos de la República fueron muchos los grupos de derechas existentes, todos pequeños y descohesionados; la Acción Nacional de la A.C.N. de P., el Círculo Monárquico Independiente, El Partido Nacionalista Español de Albiñana, Comunión Tradicionalista...

Dos posturas predominantes mantuvieron la derecha en este período, a saber, luchar contra el sistema republicano para intentar devolver el trono al Monarca y «restaurar» un sistema como el anterior, o aceptar el sistema republicano y comenzar la lucha desde dentro de él para conseguir los fines que la derecha quería, es decir, da igual el sistema político que exista, lo importante es la orientación que se le dé y los fines que se consigan —«accidentalismo».

Cuando la derecha consiguió organizarse, crear un grupo fuerte y cohesionado, y unir fuerzas, llegó al poder. La derecha española no estaba acostumbrada a competir electoralmente, su voto en el periodo de la Restauración era clientelar y caciquil, no eran capaces de movilizar a ninguna porción de la sociedad civil y, además, en la derecha existían muchos grupos que, aunque compartían un denominador común, estaban bastante enfrentados entre si —más en la forma que en el fondo.

Por ello es un hito que, en el 19 de noviembre de 1933, la derecha ganase unas elecciones democráticas dentro de un sistema republicano. Ello fue debido a la fortaleza que consiguió la CEDA, amalgamando a gran parte de la derecha y tomando posturas accidentalistas. No obstante, la CEDA, necesitó del apoyo del Partido Radical de A. Lerroux para gobernar, cediendo incluso al líder radical la jefatura del gobierno.

La posición de la CEDA para con la República siempre fue un tanto ambigua, por un lado, competía dentro del sistema republicano aceptándolo, por otro intentaba desestabilizarlo o desacreditarlo, lo mismo sus líderes apoyaban la República, como vociferaban contra ella y alababan a la Monarquía, tan pronto apoyaban medidas oficiales del sistema, como luchaban «bajo cuerda» para conseguir su caída.

Esta misma posición ambigua era tomada por la Iglesia. No hay que olvidar que la CEDA era un partido confesional, enraizado al diario El Debate —sin ir más lejos, José M.ª Gil Robles fue director de este periódico—, ligado a Acción Nacional y a grupos como la elitista A.C.N. de P.

Quizá sea en el periodo en que la derecha ostenta el poder cuando más se radicaliza la política española y cuando comienza la cuenta atrás para el enfrentamiento armado de 1936.

La izquierda estaba más o menos unida desde el principio de la República, ahora se había formado una derecha fuerte, que mantenía una serie de principios e ideas inquebrantables, comunes a todos los grupos conservadores del momento. Y es que, la derecha española del siglo XX, o mejor, la derecha española heredera de la Restauración y que, cuando menos, sobrevive hasta la muerte del general Franco, mantiene una serie de características comunes, pertenezca al grupo o facción que pertenezca, se de en un espacio o en otro, o se de en un tiempo o en otro. Muy rápidamente estas pueden ser:

1) Confesionalidad católica. Esta es una característica de que cumple casi toda la sociedad española, pero que se da más marcadamente en la derecha, sobre todo en los niveles de pietismo, de organización o, por decirlo de una forma funcional, de integrismo. Es una confesionalidad inmovilista que afirma que el orden social, el lugar que ocupan las personas en él, etc., viene originado por designios divinos.

Es un catolicismo que justifica la sociedad jerárquica y finalista, afirmando que lo que sucede es «Deseo de Dios».

2) Orden social y jerarquía. Más importante que conseguir la igualdad entre los individuos, instituciones o aumentar las cotas de justicia, la derecha española está preocupada por conseguir un mayor orden social.

Esta es una característica común a todas las derechas, pero que en España se da de forma más marcada. Varias causas confluyen en esto, una de ellas es la confesionalidad católica inmovilista que se impuso antes, otra, que quizás sea la más importante, es que la derecha española siempre estuvo anclada en España al Antiguo Régimen; durante todo el siglo XIX, el liberalismo luchó y trató de establecerse frente a un pensamiento conservador preocupado por el orden social. Con esto, no es que fracasara el liberalismo en España, sino que se las vio con un pensamiento conservador que permaneció vivo durante todo el siglo y del que bebieron los conservadores posteriores.

De esta forma se puede explicar el miedo de la derecha española del siglo XX al liberalismo y a todo lo que esta representa, los grupos masones entre otros. Por ello, mientras en otros países existía una derecha democrática y liberal, integrada en el sistema, en España se arrastró la rémora de una derecha anclada en el Antiguo Régimen, por lo tanto, no liberal, produciendo un juego político de suma cero que, inevitablemente, desemboco en un enfrentamiento civil en 1936.

Otra causa de esta jerarquización y obsesión por el orden social es la militarización o el sentido político-castrense de la derecha española. Esta característica, por su importancia, merece desarrollarse en el apartado siguiente.

3) Intervención militar en política. En España el ejército, estamento conservador por antonomasia, ha estado acostumbrado a intervenir en política cuando ha considerado que la situación lo requería.

No es que existiese la democracia como sistema establecido, pero tampoco debería haber sido la intervención militar la solución a las crisis. Esta intervención del ejército en política, por medio de pronunciamientos, golpes de Estado, cuya máxima expresión fue el alzamiento militar de 1936, viene dada porque el ejército español siempre ha tenido un sentido patrimonialista del país. El ejército se ha considerado el «padre de la patria», los que velan por su orden, y si a esto le sumamos el filtro de su ideología, con las características ya apuntadas más arriba, se comprenden las diversas intervenciones que el ejército protagonizó.

De igual manera, por su carácter castrense, y todo lo que esto lleva aparejado, se veía a sí mismo, y le veía el resto de la derecha, como los representantes de la España más pura, de la pureza sin macula, representantes de lo más noble y del espíritu más grande de la nación.

Por medio de ese sentido paternalista que tenía el ejército también se puede explicar cómo fueron capaces de no defender a la monarquía cuando esta pasaba sus peores momentos, los momentos que precedieron a la Segunda República. La actitud de los militares reflejaba la esperanza mantenida por un sector de la derecha española de la época de que, sacrificando a la monarquía, sería posible contener los deseos de cambio de la burguesía progresista y de la izquierda.

4) Unidad desunida. Eran muchos los grupos de derecha existentes en el siglo XX. Dentro del espectro conservador se podían encontrar los Carlistas, los conservadores herederos de Cánovas -con los distintos grupos y facciones que de ahí surgieron-, los mauristas -surgidos del Partido Conservador pero que formaron una facción aparte con el paso del tiempo... estos fueron los grupos conservadores principales, de ahí emanaron unos grupos más concretos que, en líneas generales, no tuvieron demasiada relevancia o significación política, estos fueron: la Unión Patriótica, Comunión Tradicionalista, el Partido Social Popular, el Partido Laborista Nacional, el Partido Nacionalista Español, el Círculo Monárquico Independiente, Acción Nacional 1 o grupos y movimientos sociales como la Asociación católica Nacional de Propagandistas (A.C.N. de P.).2

No es que estos grupos no significaran nada, sino que la derecha, muy dañada y desunida durante el principio del siglo XX, sólo consiguió relevancia política una vez, ya dentro de la República, cuando se formó la CEDA.

A pesar de esta gran amalgama de partidos conservadores, todos mantenían unas características de unidad y uniformidad, sobre todo cuando se trataba de movilizarse para conseguir llegar al poder, poder al que estaba acostumbrada y que ostentó pocas veces con un sistema de elecciones, pero, incluso con elecciones, se movilizó y se unió para llegar al poder, aunque le llevase más o menos tiempo.

Todos los partidos de derecha, aunque no compartían exactamente las mismas ideas, si había un acuerdo de mínimos (algunos se están intentando exponer en el presente trabajo), como se vio claramente cuando se atacaba a la República, cuando el ejército se alzó y comenzó la Guerra Civil en 1936.

5) Defensa de la monarquía. La derecha española ha sido y es monárquica por definición. La monarquía es una institución que ha existido en España por tradición desde que España no era un país unificado, se puede decir que, desde antes del reinado de los Reyes Católicos, España ha tenido monarca de una u otra forma. Es decir, España ha sido siempre sustancialmente un «país monárquico», y esta ha sido una institución conservadora; por ello la derecha siempre ha defendido esta institución y se ha sentido identificada con ella.

Quizá el único momento en que ha flaqueado algo este principio haya sido tras la caída de la dictadura de Primo de Rivera, y es que en ese momento la Restauración llegó a una situación de descomposición tan grande, que hasta la derecha se dio cuenta; además, con la caída de Primo de Rivera fueron muchos los conservadores que se sintieron traicionados, o cuando menos abandonados, por la monarquía, o mejor, por Alfonso XIII, y así muchos conservadores siguieron siendo monárquicos, pero no partidarios de Alfonso XIII. Para ilustrar este punto se puede poner como ejemplo la actitud del General Mola, director general de Seguridad en 1930-1931, que mantuvo la postura de no defender a la monarquía si las masas republicanas salían a la calle a imponer su régimen.4

6) Antimarxismo y socialismo. Parece evidente decir que la derecha española era esencialmente antimarxista, no es ninguna novedad ni para la derecha española ni para la europea, pero si hay que hacer notar que el enfrentamiento entre izquierda y derecha en España parece más feroz que en otros países europeos.

Es difícil saber cuál es el origen de ello, pero sin duda han tenido que influir, entre muchos otros, los siguientes factores: profundo catolicismo moral que chocó con las teorías izquierdistas que vinieron de fuera, considerando a estas extranjeras, ateas... y ajenas al espíritu español. Tradicionalismo intrínsecamente español que consideró antinatural las teorías socialistas exteriores, y que tiene su origen en la poco arraigada corriente liberal y, el todavía existente, carácter jerárquico del Antiguo Régimen, fomentado por el inmovilismo restauracionista de Cánovas. Teoría de las dos Españas, que siendo o no cierta fue utilizada (y/o sigue siéndolo), sobre todo por la derecha, para desacreditar al contrario y originar un juego político de suma cero.5

Estas razones, entre otras muchas que se podrían anotar, y las lógicas de dos ideologías antagónicas, son las que hacen que la derecha española del primer tercio del siglo XX fuese la más radicalmente anti izquierdista de Europa.

Para concluir y, en resumidas cuentas, la derecha española del siglo XX siguió el rastro de la derecha regeneracionista canovista que, a su vez, asumía lo que la tradición conservadora española había sido en el siglo XIX al oponerse al liberalismo.

En el siglo XX está derecha entró «tocada» y separada —incluso enfrentada. La tradición conservadora monárquica tuvo que convivir con el llamado maurismo, con el «nuevo» carlismo, con los grupos confesionales católicos y con un, cada vez mayor, poder del ejército.

Así, con una Restauración que se hundía en sus cimientos y tras la experiencia militar de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, llegó a España la Segunda República. Gran golpe supuso la instauración de este régimen a los conservadores que no lograron fortalecerse y participar con influencia política en política hasta el año 1933, con la formación de la CEDA.

La República también fracasó, y en su seno estaban organizados muchos grupúsculos de partidos y movimientos conservadores que esperaban la caída de la República para llevar a la práctica, en la medida de lo posible, sus ideas políticas.

De entre estos grupos hay que destacar a la Falange Española de José Antonio Primo de Rivera, unificada más tarde con las Juntas Ofensivas Nacionalsindicalistas (J.O.N.S.) de Ramiro Ledesma. Grupo este que, aunque no tuvo demasiada significación política durante la República, si la tomo una vez cayó esta: «Antes del verano de 1936, Falange Española era una organización diminuta de estudiantes y taxistas. Después de abril de 1937 se había convertido en una maquinaria burocrática y dispensadora de protección al servicio de Franco».6

Antes de finalizar parece significativo anotar las palabras que el general Mola escribió estando encarcelado tras la llegada de la República, y que hacen referencia al desprecio que sentía gran parte de la derecha española de la época por el derecho al voto:

Unas personas iban por la calle increpando a la Monarquía, y todo lo que esta representaba para ellos, de forma muy exaltada y dando vivas a la República recién llegada, y decía Mola: «Verdaderamente, la tertulia de la calle no representaba nada; quizá ninguno de los allí reunidos sabría leer. Sin embargo, aquel hombre entonces y las mujeres que le acompañaban hoy, tienen un voto...: ¡un voto que vale tanto como el de don Jacinto Benavente! ¡Oh, impávido farolillo de la inteligencia que alumbras mi razón! ¿A dónde me llevas por el camino de las reflexiones? ¿A descubrirme que el tinglado de la Democracia tiene por base el absurdo?... ¡Basta! ¡Húndete en las tinieblas! No quiero saber más».7

Notas

1 Órgano político de la A.C.N. de P. y del diario El Debate. 2 «...La A.C.N. de P. es una ‘organización seglar, fundada por un religioso, que nace al servicio de la Jerarquía eclesiástica’... Su objetivo principal: ‘...Dar a los católicos mayor peso y organización en la vida social y en la vida política, con el deseo de que una y otra se inspiren en principios cristianos’». Ordovás, J. M. (1993). Historia de la Asociación Nacional de Propagandistas. De la Dictadura a la II República. 1923-1936. Eunsa. Pamplona. Pág. 20.
3 Mola Vidal, E. (1932). El Derrumbamiento de la Monarquía. Memorias de mi paso por la Dirección General de Seguridad. Bergua. Madrid.
4 Buen exponente de esta corriente es el estudio: García Escudero, J. M.ª (1976). Historia política de las dos Españas (4 volúmenes). Nacional. Madrid.
5 Preston, P. (1986). «La naturaleza del fascismo en España», en: Las Derechas españolas en el siglo XX: Autoritarismo, fascismo y golpismo. Sistema. Madrid. Pág. 19.
6 Mola Vidal, E. Óp. Cit. Pág. 192.