Constantino Láscaris fue un filósofo español y costarricense que se destacó como célebre profesor universitario, articulista de prensa, conferencista y autor de importantes libros. Según su discípulo, el también filósofo Roberto Murillo: «Llegó a ser en Costa Rica el intelectual más influyente de todos los tiempos».

Láscaris nació en Zaragoza, España, el 11 de septiembre de 1923 en una familia de antecedentes griegos y bizantinos. A los seis años empezó sus estudios en el Colegio de la Compañía de Jesús y luego continuó con su bachillerato en el Instituto Goya de Zaragoza. Allí fue alumno del filósofo Eugenio Frutos Cortés.

En cuanto a su formación en filosofía la inició en la Universidad de Zaragoza y, posteriormente, se doctoró en la Universidad de Madrid con una tesis sobre el pensamiento filosófico senequista de Francisco de Quevedo. Recordemos que Séneca fue el gran pensador del estoicismo romano y español.

En su juventud, Láscaris perteneció al círculo de los «socráticos» y fue compañero de estudios y gran amigo del filósofo español Gustavo Bueno. En la Universidad de Madrid empezó su carrera académica como profesor adjunto de filosofía y también como secretario en la Sección de Ética del Instituto Luis Vives de Filosofía.

Realizó viajes de estudio a Bonn, a Lovaina y a París. En la «ciudad luz» conoce a Elena Galina Slepuhine Rudkowskaia, de origen ruso, con quien se casa en 1951 y será madre de sus hijas, la matemática Tatiana y la psicóloga Ana.

En París también recibe influencias del movimiento existencialista. Como escribió Roberto Murillo: «Los estudios en París después de la Segunda Guerra Mundial, coinciden con el auge del movimiento existencialista. Láscaris lo toma por el lado serio, profundiza en la ontología de Heidegger y de Sartre…».

En 1956, el joven filósofo es invitado por el entonces rector de la Universidad de Costa Rica, Rodrigo Facio Brenes, a ejercer la docencia y a dirigir la Escuela de Filosofía en Costa Rica. A partir de entonces, con 32 años, empezó a desempeñarse como profesor en las Escuelas de Estudios Generales y de Filosofía de dicha universidad. Muchas veces en sus clases hacía referencia a los filósofos de la Grecia antigua, en la que tenía raíces familiares. Ofrecía seminarios sobre Platón y Aristóteles y en ocasiones se declaró «gréculo» y afrancesado.

Sus lecciones son muy bien recibidas por los jóvenes estudiantes y transmitidas a todo el país por la Radio Universitaria. Se le invita a dar conferencias y a escribir artículos en diferentes periódicos y revistas. Destaca también como comentarista de televisión. Se le asigna la dirección de la Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica. Y en 1968 obtiene la nacionalidad costarricense.

En la Universidad Nacional de Costa Rica ofrecía Láscaris en 1980 el curso de «Historia del pensamiento político» en la Escuela de Relaciones Internacionales. Curso que asumió este servidor después de su partida. Gracias al ejemplo del maestro continué toda mi vida en el estudio de la historia de las ideas políticas, económicas y sociales.

Don Constantino fue el autor de importantes libros tales como El costarricense, con una mirada desde afuera de la idiosincrasia del costarricense y su Historia de las ideas filosóficas en Costa Rica, ambos muy bien recibidos por el público lector y por la crítica literaria. Ya para entonces algunos de sus colegas se preguntaban si Láscaris había cambiado la vocación de filósofo por la de historiador de las ideas en Costa Rica. En esta labor de investigador de biblioteca siguió hasta producir su Historia de las ideas filosóficas en Centroamérica, muy bien documentada. Hoy en día son de referencia obligatoria sus libros sobre la historia de las ideas en Costa Rica y Centroamérica.

Tanto su apariencia física delgada y un tanto informal como el contenido y el tono de sus clases, artículos y conferencias tenían un matiz provocador y controversial que gustaba mucho, especialmente a las nuevas generaciones. Con frecuencia se presentaba a ofrecer sus lecciones sin la faja o cinturón en su pantalón. Fue también pescador de caña y sobre todo un hombre de tertulia, un gran conversador.

Casi siempre tenía puntos de vista disruptivos, diferentes y hasta opuestos a los de la mayoría o por lo menos en contra de lo que entonces se aceptaba como el sentido común o lo normal. Así, por ejemplo, se pronunció a favor de la legalización del consumo de la marihuana en el contexto del año 1968. Este navegar contra la corriente le granjeó numerosos admiradores y también algunos críticos.

Conocí personalmente a Láscaris en 1969 cuando yo era el presidente de la Asociación de Estudiantes de Estudios Generales y él ya era toda una celebridad. Pasaba por la oficina de nuestra asociación para preguntarnos por nuestras ideas y nuestros objetivos. Se identificaba con nuestras causas del movimiento estudiantil universitario tratando de entendernos. Fiel a su espíritu socrático nos hacía muchas preguntas y nos escuchaba con suma atención.

«Para muchos, Láscaris fue el hombre de las paradojas… Parecía usarlas como carnaza…para provocar el pensamiento de sus interlocutores». En su definición filosófica «fue sorprendente y paradójico, declarándose a veces platónico y hacia el final de su vida materialista craso».

Durante buena parte de su vida y posiblemente hasta en su muerte fue un discípulo de Jean Paul Sartre. Siempre distante del eje nazi-fascista e incluso del franquismo de su España originaria. Pero no llegó a ser marxista y ni siquiera socialdemócrata, corriente de pensamiento a la que en su Historia de las ideas de Costa Rica definía como social estatismo.

En las décadas del cincuenta y del sesenta parecía un liberal, algo de izquierda, para terminar en su madurez como un defensor y promotor de la libertad individual, de la democracia y de los derechos ciudadanos. Su acercamiento y sus coincidencias con el liberalismo clásico fue público y notorio en la fase final de su existencia.

El controversial maestro de filosofía decidió fallecer en San José, Costa Rica, el 5 de julio de 1979 a la edad de 55 años. El ambiente filosófico e intelectual se llenó de luto.

Casi veinte años más tarde la Asamblea Legislativa lo declaró Benemérito de la Patria en 1998, afirmando que «la filosofía en Costa Rica tiene en el Doctor Láscaris Comneno a su fundador indiscutible en el quehacer universitario y sistemático».

Fue, de todos mis profesores de la Universidad de Costa Rica, el que más me impactó en mi formación profesional para el resto de mi vida.

Nota

Murillo. R. (1990). Segundas estancias. Cartago, Costa Rica: Editorial Cultural Cartaginesa.