En Colombia el deporte rey es el fútbol. Aunque el ciclismo, las carreras de patinaje, el boxeo y el levantamiento de pesas nos han dado más alegrías, en la mente de los colombianos está más fresca la imagen de Carlos ‘El Pibe’ Valderraba -el melenudo de rizos dorados naturales que llevaba la 10 en la selección nacional- que la de María Isabel Urrutia -la primera deportista en traer una medalla dorada al país con su victoria en el levantamiento de pesas en Sídney en la categoría de los 69 a los 75 kilogramos-.

Puede que esta predisposición al deporte de las patadas permitiera que el 4 de abril de 2014 Ronaldo de Assis Moreira, más conocido como Ronaldinho Gaucho, convirtiera el partido en Bogotá que su equipo, el Atlético Mineiro, disputaba frente a Independiente Santa Fe por la Copa Libertadores de América en un encuentro casi amistoso, donde lo importante era ver a la leyenda.

Los medios colombianos anticiparon que la venta de boletas para el partido había sido muy buena. Cuando las cámaras de televisión hacían un paneo sobre las tribunas se podía ver como muchos asistentes en un sector de la cancha no vestían de rojo como lo suelen hacer los hinchas santafereños. Estaban con prendas típicas, ninguna indumentaria adicional que hiciera alguna referencia a las escuadras que saltarían al campo ese día.

Ronaldinho había jugando en Suramérica de manera profesional antes de irse a Europa. Sin embargo, nunca visitó Colombia con el Gremio de Portoalegre, el equipo donde se dio a conocer. Al momento de este encuentro en Bogotá, ‘Dinho’ ya tenía en su haber una Liga de Campeones con el Barcelona y un mundial con su selección, había sido nombrado el mejor jugador del mundo por la FIFA en dos ocasiones, además de muchas otras distinciones de diferentes medios y confederaciones.

Del otro lado, Independiente Santa Fe debía ganar al equipo que el año anterior se había coronado campeón de la Libertadores y había tenido a Ronaldinho como gran héroe de la gesta. Una derrota del equipo rojo de la capital de Colombia lo obligaba a depender de resultados y definir su suerte en Paraguay.

Durante el encuentro, las cosas eran naturales: fricciones, faltas, pases, tiros al arco, dos goles… Pero todo eso pasó a un segundo plano, porque el que fuera el mago del Barcelona durante cinco temporadas estaba en el campo. Los aficionados se emocionaban por verlo recibir el balón y pasarlo con naturalidad, poco les importó que los medios declararán que la gran figura del Atlético Mineiro no había tenido un buen partido.

La devoción fue tal que un joven saltó al campo para abrazar a la leyenda. La emoción casi lo hacía llorar. Ronaldinho acompañó al joven hasta que salió de la cancha para evitar cualquier exceso de la seguridad. Además, al final del partido, gracias a los constantes gritos y aplausos, el brasilero dedico aplausos a todos los asistentes al estadio El Campín. Fueron minutos en los que la prensa lo seguía hasta que agradeció el buen trato de la fanaticada ‘rival’.

Fue un espectáculo curioso. Ni siquiera cuando el mismo Independiente Santa Fe se enfrentó al Real Madrid en un partido amistoso en el mismo estadio en el año 2008 hubo tal apoyo o devoción para el rival.

Para el recuerdo de los fanáticos quedará el partido que Ronaldinho jugó en Bogotá, pero muy seguramente lo último que mencionarán o a lo que menos atención le pondrán fue al resultado. El crack del estado brasilero de Río Grande del Sur había pisado la gramilla de la fría Bogotá, eso era lo que había que recordar.