A la tercera fue la vencida. Todo un mundo después, 20 años más tarde de que el descomunal equipo comandado por Arlauckas y Sabonis llegara a la cima, el Real Madrid conquistó de nuevo Europa tras doblegar en la gran final al Olympiakos, acabando al fin con una larga travesía en el desierto del club más laureado del Viejo Continente y con muchos años de sinsabores y de escaso peso (salvo en la etapa más reciente) entre la élite del baloncesto continental.

Messina, Scariolo, Obradovic… técnicos de gran prestigio europeo habían tratado de llevar la nave blanca a buen puerto. Y, curiosamente, fue un entrenador joven, español y sin tanto caché el que lo consiguió: Pablo Laso. Él ha aupado de nuevo al Madrid a lo más alto gracias a un baloncesto atractivo para el aficionado, sabiendo mantener la motivación de los suyos pese a los golpes duros sufridos -las dos finales de Euroliga perdidas, entre otros- y repartiendo el peso de la responsabilidad y de los minutos (para algunos quizás demasiado) entre prácticamente toda la plantilla. Casi todos han sido importantes en el Madrid. Casi todos han sumado y se han sentido partícipes, y ahí está una de las claves del éxito de los blancos.

La continuidad de un proyecto que cumple en esta su cuarta temporada con el técnico vitoriano al frente y que ha mantenido a su fabuloso bloque nacional –los internacionales Felipe Reyes, Rudy Fernández, Sergio Rodríguez y Sergio Llull-, reforzándolo con extranjeros comprometidos con el proyecto y con el concepto de equipo que tanto predica su técnico han llevado a los merengues a lo más alto.

Todos ellos han sumado. El capitán, Felipe Reyes, que como el vino mejora con el tiempo, ha completado una fantástica temporada, reboteando como una bestia, produciendo en ataque y peleando por cada balón; Llull, rápido como una bala, espectacular como siempre en carrera y más templado en el ataque estático, intenso atrás y acertado en el tiro de tres; Sergio Rodríguez, pese a algunos altibajos creativo, genial, asistente y anotador; Rudy Fernández, el jugador total (defiende, ataca, rebotea, pasa, roba), pese a que en algunas ocasiones su autoconfianza le sigue llevando demasiado lejos; el completísimo y veterano Chapu Nocioni, que tiene casi tanto talento como carácter y competitividad; la ametralladora Jaycee Carroll; el sobrio y fiable Maciulis; el tirador Rivers; el trabajo incansable, la defensa férrea y la capacidad de intimidación de Slaughter pese a sus limitaciones técnicas; y la labor en la zona de los pívots Ayón, Bourousis y Mejri, pese a su irregularidad. Únicamente el pequeño Campazzo, en su primer año en Europa, parece haber estado lejos de lo que puede ofrecer, pero tiempo tiene de sobra para dar más de sí.

Son los mimbres de un proyecto campeón que en este curso ya ha ganado la Copa, la Euroliga… y que ahora busca un triplete histórico conquistando la Liga Endesa en este mes de junio. Talento, confianza en un proyecto, hambre de títulos y, como tanto destaca Laso, equipo son los ingredientes de la receta ganadora que ha llevado al Real Madrid a la cima.