En este último mes he participado en dos carreras populares y he comenzado a notar un cambio o. mejor dicho. una alarmante tendencia. Espero que lo que he vivido en estas últimas pruebas solo sea un caso aislado y que no se pierda la esencia de este deporte.

Ya es conocido por todos que las ventas de los productos relacionados con el running han experimentado en los últimos años un boom espectacular del que a estas alturas de la película nadie debería estar sorprendido. Todos tenemos un amigo, familiar o conocido al que le ha picado este dichoso y tan divertido gusanillo. Sí, porque el correr una carrera popular es una auténtica fiesta con gente ilusionada, nerviosa y con ganas de pasárselo bien a pesar de meter kilómetros y kilómetros al cuerpo.

La primera carrera que disputé era sencilla con un recorrido de tan sólo 5 Km en una urbanización a las afueras de Madrid y con a penas 300 participantes. No hacia falta cortar prácticamente el tráfico y todo quedaba en familia. Algo asequible. Sin embargo, los dorsales fueron los últimos en llegar. El caos también se percibió en la meta, donde la mala señalización hizo que los participantes estuviéramos un rato perdidos.

La segunda era mucho más ambiciosa. 10 kilómetros por diversas calles y avenidas importantes de la ciudad de Madrid con hasta 8.000 inscritos. Una de las carreras más caras de la temporada por un circuito envidiable y cortado al tráfico. Todo hacía indicar que iba a ser un gran día para los runners que nos dimos cita allí, pero sin ir más lejos de la realidad, aquello se convirtió en un auténtico bochorno. Y no lo digo por el calor reinante en el asfalto madrileño, sino por la defectuosa organización.

Lo mínimo que se pide en un evento de este calado es que el avituallamiento esté bien gestionado y que la salida y la meta tengan el suficiente espacio para que los deportistas puedan disfrutar sin problemas. Pues no se cumplieron ni siquiera esas premisas: botellas de agua hirviendo y la línea de meta mal elegida provocando un tapón muy peligroso, con todo aquello que hubiera podido acarrear abarrotado de gente que acaba de realizar un esfuerzo. Por lo que he visto a posteriori, los participantes no quedaron muy satisfechos y la organización no ha terminado de asumir los errores. Hay que ser más serios cuando se pretende asumir estos eventos.

No me lo han contado sino que lo he notado en mis propias carnes. El running es un deporte que mueve a mucha gente (y cada vez a más) pero si los organizadores de las carreras populares pierden la esencia y dejan de lado las necesidades básicas de los corredores, estos acabaran por darle la espalda a las pruebas y se irán a correr al campo, al monte o a cualquier otra parte. Queridos amigos, el negocio no lo es todo.