El Tour de Francia de este año 2015 está siendo dominado con puño de hierro. La superioridad del equipo Sky y de su jefe, Chris Froome, es patente. Mientras tanto, los Alberto Contador, Nairo Quintana, Vincenzo Nibali (actual ganador), Alejandro Valverde, Joaquim Rodríguez o Tejay Van Garderen se están conformando con conseguir alguna victoria de etapa o intentar ataques que pongan en aprietos al líder y a su escuadra. Con el paso por los Pirineos ya realizado y con la llegada a los Alpes en ciernes, aprovechamos para recordar una épica y mucho más interesante historia que ocurrió hace casi 17 años.

Corría el año 1998, exactamente un 27 de julio. 15ª etapa del Tour de Francia de por aquél entonces. Un Jan Ullrich confiado se dirigía, con paso firme, hacia su segundo entorchado tras el logrado el año anterior. Tenía controlados a todos sus rivales, desde el estadounidense Bobby Julich, pasando por el protagonista de esta historia, Marco Pantani, y terminando en un Fernando Escartín que ponía el sabor español en los primeros puestos de la general.

De Grenoble a Les Deux Alpes. 189 kilómetros y por medio cuatro intensos puertos de montaña: El Col de la Croix de Fer, el Col du Télégraphe, el Col del Galibier y el final en Les Deux Alpes, todos ellos míticos de los Alpes franceses y conocidos por los corredores gracias a su dureza. Pero lo que desconocía uno de ellos, el alemán Ullrich, era que ese día sufriría una de las mayores derrotas de su historia, por no decir que la mayor.

La lluvia arreciaba aquella jornada, mientras pasaba la Croix de Fer y el Télégraphe. Y fue entonces cuando el gigante alemán se quedó sin equipo justo en el momento clave, en el siempre temido e interminable Galibier. A partir de ese instante comenzó no una exhibición cualquiera, sino más bien la que era la exhibición. El “Pirata” sacó a relucir su espada y atacó sin temor, sin miedo alguno, a tumba abierta, en modo suicida, sin que absolutamente nadie le siguiera, directo a lo que sería una victoria histórica. Mientras tanto su rival se hundía, pinchaba y desfallecía por completo. Entraba en un coma irreversible.

Pantani fue engullendo rivales escapados hasta que coronó en solitario la mítica cima. No le importó esperar posteriormente a otros ciclistas para clavar el puñal definitivo en el maltrecho corazón germano. Se tomó prestada la “ayuda” de Rodolfo Massi y Marcos Serrano de cara al largo descenso. Quería ampliar su renta de 2 minutos y 50 segundos, quería el Tour de Francia.

Les Deux Alpes fue solo la confirmación de lo que se venía barruntando desde muchos kilómetros atrás. El italiano volaba a pesar de la gran tormenta y el alemán aguantaba como podía, cada vez más hundido en un pozo sin fin. Pantani llegó en solitario a la meta, bajo un cielo negro, pero sin rivales, apoteósico, sabedor de que lo había conseguido, que había logrado doblegar, uno por uno, a todos, incluyendo a su más fiero rival. Después llegaron los Escartín, Julich, Rinero, Boogerd... y a casi 9 largos minutos un derrotado Jan Ullrich, que se sabía perdedor de la ronda gala.

Aquél día fue el día en el que, después de muchos años, un escalador rompía con la hegemonía de los contrarrelojistas en el Tour de Francia (Greg Lemond, Miguel Induráin, Bjarne Riis y el propio Ullrich). El de Cesena tomó el relevo de ‘Perico’ Delgado y lograba, al fin, conquistar el Tour para su país después de 33 años de larga sequía. La espera mereció la pena.