en la pasada temporada llamaba la atención el hecho de que retirara del terreno de juego a Arda Turan cuando su equipo iba por delante en el marcador y el partido estaba aún por decidir. Es cierto que la principal característica del ‘trilero’ turco no es su capacidad física, pero resulta incuestionable que era el jugador de la plantilla que mejor guardaba el balón, daba pausa y se antojaba pieza indispensable para asegurar algo de posesión en un equipo muy falto de técnica individual, parsimonia con el esférico en los pies y carente de visión a la hora de interpretar el juego. Algo parecido está ocurriendo en esta campaña. Y de forma más flagrante.

En varios, quizás demasiados, compromisos ha resultado incomprensible hasta llegar al punto de la desesperación ver cómo Simeone iba retirando del campo al jugador ofensivo que mejor actuación estaba cuajando en ese momento. Esta práctica empezó a hacerse notar el día del derbi ante el Real Madrid y ya parece que se ha convertido en hábito. Se trataba de un encuentro en el que nada respondía a lo que se podría esperar a priori: poca emoción, ningún juego. El esperado enfrentamiento resultaba monótono y solo el descaro de Ángel Correa levantaba a la grada y a los telespectadores. El joven argentino era el único que ofrecía algo distinto y todas las jugadas de peligro del Atlético le tenían a él como protagonista. Pues bien, en el minuto 57 Simeone decidió dar entrada a su compatriota Vietto, dejando al equipo huérfano de ideas y casi sin esperanzas de hacer peligro. Desde ese momento los rojiblancos apenas inquietaron a la defensa blanca hasta que, cosas del destino, precisamente Vietto empujó a la red un rechace de Keylor a remate de Griezmann. Finalmente, como en varias ocasiones, el ‘Cholo’ tuvo suerte, pero su decisión fue la más ilógica que podía haber tomado aquel día. Es inútil especular con qué habría pasado si Correa se hubiese mantenido los 90 minutos, pero estaba siendo el mejor de su equipo con mucha diferencia y su equipo iba por debajo cuando él abandonó el campo. Pese a ser una observación subjetiva, todo aquel que viese el partido estará de acuerdo. Otra ocasión en la que al final el equipo salvó los muebles, con gol de Griezmann en el minuto 93, fue en el enfrentamiento ante el Sporting de Gijón en casa. Los muchachos de Abelardo dieron pocas opciones a los atacantes rojiblancos y el juego de estos siguió una línea muy espesa durante todo el partido.

Tan solo sobresalía Yannick Ferreira Carrasco. El belga estaba siendo de largo el mejor hombre del ‘Cholo’ y parecía ser el único capaz de solventar un choque abocado al empate sin goles. Sin embargo a su entrenador no se le ocurrió otra opción que sacarle del campo para poner en liza a Óliver Torres a falta de un cuarto de hora para el final. La entrada al campo del canterano siempre será más eficaz si encuentra a alguien con quien asociarse y Carrasco lo es, por su velocidad y su calidad. Para colmo de la disparatada elección, el técnico justificó el cambio basándose en su “instinto” para no sentar a Griezmann, ya que el francés es el que tiene más gol del equipo. En esta parte todos estaremos de acuerdo. Cuando vas empate en casa contra un equipo recién ascendido no puedes quitar a tu mejor goleador, que hubiera sido el sustituido por su mal partido según Simeone, pero tampoco al jugador que más peligro crea. La opción más lógica y ambiciosa hubiera sido reemplazar a un jugador defensivo, ya fuera Gabi o algún defensa. Al final Griezmann marcó el gol de la victoria en el último suspiro y su entrenador salió indemne tras su equivocación.

A la jornada siguiente reincidió en este cambio. Contra el Betis también sustituyó a Carrasco por Óliver quedando más de 15 minutos y con el corto marcador de 0-1. El resultado no se movió y el equipo se llevó los tres puntos. En el sucesivo compromiso a domicilio Thomas entró por Carrasco en el minuto 80 en Granada, pero el Atleti ya ganaba 0-2. Quizás en esta ocasión era más entendible la marcha del belga.

El punto álgido del extremo belga llegó en el choque en casa contra el Valencia. Ese día realizó un partidazo, con un bello gol incluido, lo que no le libró de ser reemplazado en el minuto 69 con 2-0. El partido parecía estar controlado, pero un penalti metió al Valencia en la pelea justo después de este relevo. Además el ‘Cholo’ cambió a Griezmann en el ’82 y el equipo no volvió a crear peligro en un encuentro en el que había estado inquietando al meta Jaume de forma continua. Aquí el razonamiento que utilizó en el encuentro ante los asturianos no fue puesto en práctica dado a que el equipo iba ganando y no empatando. Síntoma inequívoco del conservadurismo del míster. En el único enfrentamiento liguero en el que Simeone llevó a cabo este tipo de sustituciones y el resultado empeoró fue contra el Deportivo en Riazor. Bien es cierto que el entrenador no tiene culpa de que un defensor suyo tenga un error tan garrafal como el que tuvo Giménez, pero la gestión del partido dejó mucho que desear por su parte. Un vez más quitó a Carrasco, en el ’60. Su clara intención de defender el resultado sin aspirar a marcar el segundo gol la demostró retirando a Jackson por Saúl en el ’71. Luego, tras el empate de los coruñeses, tuvo que sacar del campo a Tiago por Fernando Torres en el ’81 para intentar enmendar su anterior falta de ambición y de previsión.

Por otra parte, en el capítulo europeo, resultó muy llamativo que relevara a Correa para remontar el partido en casa ante el Benfica, cuando el argentino estaba siendo con diferencia el mejor entre sus compañeros y, por cierto, había sido el autor del gol. De nuevo un cambio inconcebible. Pero la cosa no quedó ahí. Con resultado adverso colocó en el campo a un futbolista defensivo, aunque llegador, como Saúl para retirar la creatividad y el toque de Óliver Torres. Tan solo habían transcurrido 17 minutos de la segunda mitad. Además, en esta nueva ocasión no esgrimió el argumento de mantener al goleador en cancha, ya que también sustituyó a Griezmann por Vietto a falta de 20 minutos para la conclusión. Esta vez no hubo suerte y el equipo perdió en casa.

Ya en el último partido de la fase de grupos, de nuevo ante el Benfica, en Lisboa Simeone decidió quitar del campo a Vietto en el ’62 por Fernando Torres. El ex del Villarreal estaba empezando a recuperar su confianza y estaba ofreciendo su mejor versión como rojiblanco hasta la fecha. Para colmo Ferreira Carrasco, una vez más la pieza más incisiva, volvió a ser el elegido para dar entrada a Óliver con 20 minutos para que el árbitro pitara el final. El Benfica logró acortar distancias en el minuto 75 y el Atleti se quedó sin recursos para atacar, condenando a los colchoneros al sufrimiento hasta el final. De momento los resultados han acompañado y han tapado la dudosa gestión de los cambios del técnico. Carrasco ha sido sustituido en todos los partidos, excepto en el jugado en casa ante el Astana, en los que ha partido como titular (11 de 12) entre Liga y Champions.

Por otra parte, Correa empezó a jugar bien en la cuarta jornada de liga ante el Eibar, donde marcó y asistió a Torres, y desde entonces desencadenó otros cuatro partidos en los que destacó, sobremanera contra el Real Madrid y contra el Benfica. Desde entonces Simeone parece que retiró la confianza que en él había depositado y vio reducida su participación de manera muy brusca. No disputó ni un solo minuto en seis de los siguientes diez compromisos del equipo. Es como si hubiese cortado las alas a un ‘ángel’ que empezaba a mostrar sus cualidades especiales. En lugar de otorgarle más protagonismo de forma progresiva para permitir que siguiera creciendo lo relegó a un plano muy secundario y después se le vio bastante peor, sobre todo en el tema anímico. Es cierto que hay que dar oportunidades a jugadores como Vietto, quien ya parece empezar a funcionar, pero no debería minar el progreso de otro de los futbolistas especiales de la plantilla.

La gestión de minutos es otra de las facetas en las que Simeone, a mi entender, no está acertado. Partiendo de la base de que la defensa no se suele tocar mucho en ningún equipo y atendiendo a las características de la plantilla de este año, que posibilitan una larga y variada rotación de calidad en sus delanteros, la clave se focaliza en el centro del campo. Como casi siempre pasa en el fútbol. Desde temporadas pasadas el entrenador argentino lleva exprimiendo al máximo a jugadores como Koke, Gabi y Tiago. Estos tres futbolistas son de mayúscula importancia y su estado físico es el que determina la salud del equipo. Hemos visto cómo Koke ha pasado de ser uno de los jugadores más prometedores de Europa a estar condenado a arrastrase por el campo. Durante estos últimos tiempos el descanso que ha tenido ha sido casi nulo y él y su equipo lo notan. Parecidas circunstancias son las que han rodeado a los mediocentros del equipo. Con el añadido de que Gabi y Tiago ya pasan de la treintena con creces (32 y 34 años respectivamente). Es cierto que el canterano recorre y ocupa más terreno de juego que el capitán y el portugués, que juegan más resguardados y se encargan de una parcela más reducida, pero al fin y al cabo los tres jugadores son los que llevan cohabitando en el medio campo colchonero durante muchos partidos sin apenas verse dosificados. El bajón físico de Gabi de la temporada pasada lo pagó caro el Atleti, lo mismo que el de Koke, que sigue igual de desinflado.

Precisamente el mayor de los tres, Tiago, era quien más en forma se encontraba, quizás sorprendentemente en el mejor momento de su carrera. Su grave lesión era de lo peor que le podía pasar a su equipo. A la espera de que Kranevitter y Augusto Fernández se terminen de adaptar, es Saúl quien está asumiendo la responsabilidad. El jovencísimo canterano (21) es una portento físico y muestra su despliegue defensivo y llegada desde atrás en la medular. Además ha dejado claro que tiene gol. No obstante, le falta un mundo para mandar con el balón en los pies como lo hace el luso. Su carencia de calidad se hace patente cuando le presionan y su incapacidad para mover al equipo dificulta, y mucho, el juego fluido. Sin embargo el ‘Cholo’ tiene en el banquillo a un tesoro al que de momento (cuando se redactó este artículo) no ha sabido ver y no ha querido desempolvar, últimamente algo más. Thomas ha demostrado en los pocos minutos que ha tenido que sabe manejar el balón, tiene un gran físico y también un buen disparo y llegada. Posiblemente se trate del mediocentro con más técnica del plantel rojiblanco en la actualidad, si no contamos a Óliver en esta posición. Es muy difícil que en tan pocas oportunidades alguien destaque tanto como lo ha hecho el ghanés. Cuenta con buen trato de balón, buen primer toque y potencia y juega con tranquilidad. Con su inclusión en la rotación daría descanso a jugadores que lo han venido disputando todo y mejoraría sin duda el juego del equipo. Parece que a Simeone no le atrae su calidad y solo requiere de músculo y posicionamiento defensivo. Con las cualidades que tiene y con las habilidades didácticas y persuasivas de Simeone es casi seguro que Thomas podrá lograr asumir un papel trascendente. Todo es cuestión de voluntad. En definitiva, con la vuelta de Tiago en buenas condiciones casi descartada para esta temporada el Atleti cuenta con Gabi, Saúl, Koke, Thomas, Kranevitter, Augusto Fernández y Óliver como posibles piezas a combinar en un centro del campo que copan tres jugadores según el esquema táctico del equipo.

Además de la selección de los cambios y de la gestión de minutos, otra de las parcelas a poner en entredicho bajo mi punto de vista es el planteamiento de los partidos. Convendremos casi de manera unánime que “la esencia” del Atlético le ha dado muy buenos resultados y es imprescindible conservarla para seguir cosechándolos. La intensidad, el innegociable rigor táctico, la solidaridad, la concentración y la sobriedad defensiva han puesto al conjunto del Manzanares en el lugar privilegiado donde, parece, se mantiene. Sería un disparate querer cambiar el estilo de juego. Nadie pedirá a Simeone practicar un fútbol vistoso, arriesgado y repleto de despliegue ofensivo. Sin embargo sí es exigible intentar practicar un juego algo más elaborado cuando se quiere aspirar a luchar por todos los títulos. Y no porque el aficionado esté ávido de un fútbol dinámico, de jugadas de salón, de ronditos o de goleadas resonantes. El equipo debe jugar mejor con el balón por mera subsistencia. Es de todo punto comprensible que contra clubes superiores, al menos en presupuesto, trate de defenderse como gato panza arriba y se preocupe muy poco de la producción ofensiva. Pero en la Liga solo hay dos equipos que cumplen esta condición. Hemos podido comprobar durante esta temporada cómo el Atlético ni siquiera intenta jugar el balón contra rivales de mucha menor entidad. La manera de aprovechar los errores de sus contrincantes, las oportunidades a balón parado y algún que otro ‘chsipazo’ de sus jugadores de arriba no serán suficientes para mantener su trayectoria en cuanto a resultados. Debe buscar más maneras para crear peligro porque las actuales se vuelven previsibles y cada vez cuesta más hacer gol.

Al Atlético no le debería estar permitido ser timorato a la hora de atacar a equipos de la mitad de tabla para abajo. Lo que vemos es que especula en exceso con resultados cortos sea quien sea el que esté enfrente. Es innegable que Simeone confía en la solidez defensiva de sus muchachos y piensa que un gol de renta es suficiente para atar las victorias. Pero resulta deprimente ver cómo tras haberse puesto por delante en el marcador el equipo se va encerrando cada vez más y es incapaz de salir, aunque sea de vez en cuando, con el balón jugado para buscar alguna contra peligrosa o para simplemente conservar el esférico y hacer que el ímpetu del rival se frene y pase el tiempo alejado de la meta de Oblak. Una vez va ganando todo se reduce a achicar agua sin aparente preocupación por no oler la pelota. Es cierto que no cuentan con jugadores que saquen la pelota tan bien como Barcelona, Real Madrid, Villarreal o Celta, pero la negativa a aspirar a ello dando pelotazos indiscriminadamente condenan al equipo a sufrir de forma continuada e innecesaria. Un ejemplo que puede ilustrar esta querencia es la disposición de los miembros del conjunto madrileño cuando hay un saque de esquina en contra. Los once efectivos se concentran en su área para defender y nadie queda descolgado para montar un posible contragolpe y para reducir el número de atacantes rivales que se sumen al remate. Cada vez que esto ocurre la jugada siguiente siempre será para el otro equipo y el Atleti no tendrá opciones de quedarse con el cuero. Colocando a jugadores rápidos como Griezmann o Carrasco en posiciones más adelantadas se podría alcanzar algún rechace o tratar de conectar un pase largo al espacio desde la frontal propia. De esta manera hay que esperar a que la segunda jugada termine.

Simeone tiene muy claro lo que hace, pero su estrategia de dedicarse a defender diferencias exiguas en el marcador supone caminar sobre el alambre hasta para una escuadra especialista en estas tareas. Un gol se puede encajar en cualquier momento y de la manera más inesperada y ello daría al traste con el plan preconcebido. El equipo está programado para no permitir llegadas a su área y, en el caso de abrir el marcador, encerrarse concediendo estas llegadas confiando en el desempeño numantino de sus hombres. Si este sistema falla, que fallará porque no se puede tentar tanto a la suerte, el equipo no se caracteriza por hacer gala de una reacción inmediata con argumentos ofensivos y se perderán puntos por el camino.

Quizás pueda parecer impertinente, injusto y poco sostenible el hecho de poner en tela de juicio la gestión de los recursos que hace Diego Pablo Simeone de la plantilla del Atlético de Madrid atendiendo a los maravillosos resultados obtenidos hasta el momento. No en vano, aparte de los éxitos ya alcanzados, el equipo se sitúa en lo más alto de la tabla y se ha clasificado para jugar los cuartos de final de Copa del Rey y los octavos Liga de Campeones. Nadie, y menos quien escribe, va a discutir los atributos principales que otorgan una seguridad, un orden y una entrega encomiables que, aplicados a los protagonistas, han sido los artífices de modelar a uno de los conjuntos más firmes e intimidantes del mundo. Sin embargo, no se puede dejar pasar por alto que convendría que algunos de los elementos de la dirección técnica fueran replanteados sin alterar la esencia identificativa de este grupo de guerreros. Es previsible que el rendimiento no se sostenga en cuanto visite la mala suerte.

El tema de los mediocentros veremos cómo se desarrolla. Con la irrupción de Thomas, la llegada de Kranevitter y Augusto Fernández, Simeone tiene recursos para repartir los minutos de quienes se desempeñan en estos puestos y aliviar las cargadas piernas de Gabi y Koke. La cuestión de no cerrar los partidos es más de estilo y de convicción. Retirar al mejor jugador en ataque de cada momento y replegarse para que pase el tiempo puede resultar muy peligroso para mantener el nivel de puntos logrado hasta ahora. El ‘Cholo’ tendrá que mirar de reojo de vez en cuando el silogismo de que ‘la mejor defensa es un buen ataque’ para mostrar más valentía yendo a marcar el segundo gol de ventaja o simplemente controlar el partido mediante la posesión del balón para no vivir tan agobiados y correr el riesgo de ceder puntos en las postrimerías de los partidos. Ahora que nadie lo denuncia, yo aviso.