Con los Alberto Contador, Alejandro Valverde, Joaquim Rodríguez y compañía en el ocaso de sus carreras, el ciclismo español empezaba a preguntarse qué le depararía el futuro. Éste, en un principio, estaba lleno de incertidumbre y malas noticias, ya que muy pocos corredores habían mostrado hasta el momento cierta solidez y buenas maneras, sobre todo en las carreras de tres semanas.

Pero apareció él. Un entonces desconocido corredor del Euskaltel-Euskadi daba la sorpresa y la campanada en la Vuelta a Burgos. Mikel Landa se coronaría en la etapa reina con final en las Lagunas de Neila. Pero lo importante no fue el triunfo, sino como lo consiguió. En un alarde de potencia y fiabilidad, el de Murguía venció con total autoridad y sobrepasó a hombres consagrados como Juanjo Cobo, Joaquim Rodríguez o Dani Moreno, que se quedaron petrificados ante el joven corredor vasco. Con apenas 22 años escribía su nombre con letras de oro en la subida por excelencia de la ronda burgalesa.

Desde entonces la progresión ha sido en constante ascensión, hasta que logró un contrato con el equipo Astaná. Con la escuadra kazaja ha permanecido siempre a las órdenes de sus jefes de filas: Vincenzo Nibali y Fabio Aru. A pesar de estar a la sombra de los dos italianos, Landa ha confirmado las expectativas puestas en él desde un primer momento. Ha mostrado un rendimiento excelente, sobre todo en el pasado Giro de Italia, donde consiguió dos etapas (Madonna di Campiglio y Aprica, tras dar toda una exhibición en el temido Mortirolo) y puso en aprietos al vencedor final, Alberto Contador, e incluso a su compañero y jefe Fabio Aru.

No contento con esta hazaña, decidió participar en la Vuelta a España, acompañando de nuevo a Aru y a un Vincenzo Nibali que sufrió en sus propias carnes un infructuoso Tour de Francia tras haberlo ganado el año anterior. En tierras españolas, Landa se contuvo y se encasilló en su papel de ayudante, participando en las fugas de corredores y ayudando a sus compañeros, pero aprovechó para lograr el triunfo en la etapa más dura de la Vuelta en años: Cortals d’Encamp. Tras seis puertos y 138 kilómetros sin descanso, el alavés demostró que está hecho de otra pasta, de esa con la que se moldea a los campeones. Se adjudicó un triunfo que ya ha entrado en la historia de la ronda hispana.

Ahora, en busca de nuevos retos, ha firmado por el Team Sky de Christopher Froome. Será otra pieza más de esa auténtica selección de corredores que es el equipo británico. Landa ya es una realidad, pero estará por ver si encaja su rebeldía en una formación donde la disciplina militar es su forma de ser y en la cual todos sus miembros marchan en una única dirección, la que marca el dos veces ganador del Tour de Francia.