Parecía imposible, pero ha vuelto a pasar. Cuando hace dos años se juntaron en el partido más importante del mundo a nivel de clubes los dos equipos madrileños por antonomasia y eternos vecinos-rivales, pocos podrían haber aventurado que casi en un abrir y cerrar de ojos la misma final tendría reedición.

El acercamiento del Atlético al Real Madrid en los últimos años ha sido progresivo y parece que se mantiene. El Madrid siempre estará ahí debido a su capacidad de atraer a los mejores jugadores del momento y solo la extraordinaria competitividad de los rojiblancos, que poco a poco van haciéndose con recursos para acercarse a los grandes de Europa, ha permitido que se vuelvan a ver las caras en una final de Champions.

La de Lisboa fue una final que vino más a contrapié de un Atlético que se había jugado el título de Liga una semana antes en el Camp Nou. Simeone pagó con creces el sobreesfuerzo de alguno de sus jugadores en la recta final de la temporada y esto se tradujo en las bajas de sus dos mejores atacantes: Diego Costa y Arda Turan. En el Madrid dicen que también llegó justito su goleador Cristiano Ronaldo, pero mucho más mermados llegaron los flamantes campeones de Liga. Aun así la igualdad reinó y solo el tiempo extra, con un Atleti extenuado inclinó la balanza a favor de los merengues.

Si nos ceñimos a esta temporada, advertiremos comportamientos casi idénticos en la competición de la regularidad. Puede que el Real Madrid haya acabado mejor la Liga, si atendemos a los resultados. Y puede que el Atlético haya sufrido un duro golpe al ver frustradas sus aspiraciones, visto lo visto muy reales, de destronar al Barcelona. Si, por el contrario, limitamos nuestros análisis a la trayectoria de uno y otro en el viejo continente, son los rojiblancos quienes salen más reforzados en su autoestima al haber eliminado a los, a priori, mejores conjuntos de Europa. Eliminar a Barcelona y Bayern de Múnich eclipsó la inquietante forma de deshacerse del PSV. Y es que los colchoneros sufren contra casi cualquiera y son capaces de ganar a cualquiera.

Pero más allá de la entidad de sus contrincantes eliminados o de las sensaciones que hayan podido despertar las rachas de uno y otro en las fechas postreras de la temporada, ambos llegan con margen de sobra para preparar esta final y nada de lo acontecido anteriormente tendrá notable influencia. Ni siquiera la manera en la que parece que Simeone ha tomado la medida a sus vecinos de Concha Espina en los últimos enfrentamientos.

Con todos los efectivos sobre el terreno de juego podemos tener en cuenta que el Real Madrid tiene mayor calidad y potencial ofensivo y que el Atlético de Madrid tiene mayor disciplina, compromiso y rigor táctico.

Simeone tiene ante sí el gran dilema de si salir los primeros quince minutos presionando arriba para robar el balón cerca de la meta de Keylor Navas y desconcertar a Zidane o esperar atrás desde el inicio. El empuje tempranero del Atlético es en ocasiones incontenible y es capaz de poner contra las cuerdas a los más grandes como ya hizo contra el Barcelona, el Bayern o el propio Real Madrid. Esta presión no podrá durar mucho por limitaciones físicas y además supondría un riesgo al dejar espacio para que el letal Madrid pueda correr. Si en este corto lapso de tiempo los indios consiguen un gol, se replegarán sin complejos con la intención de pillar alguna contra que mate el partido. La opción de aguardar agazapados desde el pitido inicial se torna más plausible dado el temor que tiene el técnico argentino a regalar metros despoblados a su rival de hoy. Con este escenario se espera a un Real Madrid atacando de forma paciente para no propiciar contras del Atleti y a los jugadores rojiblancos dispuestos estratégicamente para tapar todos los huecos que pretendan percutir sus adversarios. Con la presencia de Casemiro, el equipo no se parte tanto y esto otorgará mayor calma a los blancos para diseñar sus ofensivas. Aunque el ataque elaborado no es el fuerte del Madrid, su gran capacidad goleadora se verá beneficiada por la asiduidad con que merodee el área de Oblak. Los rojiblancos no pueden jugar a resistir numantinamente como hicieron contra el Bayern en Múnich. Es peligroso jugar a la ruleta rusa y además el Madrid tiene un don para convertir en gol lo que no anuncia peligro. Su repertorio de grandes tiradores desde fuera, su potencial a balón parado o la acumulación de hombres en área contraria hace que sea el equipo al que menos falta le hace generar para anotar un tanto. Por ello el Atlético debe mantener el balón todo lo posible cuando recupere en zona defensiva. Si se precipita y busca el pase definitivo a las primeras de cambio, proporcionará al Madrid un partido muy cómodo. No quiero decir con esto que deba elaborar sus jugadas en exceso, pero sí será clave que haga sentir incómodo al Madrid. Es cierto que el Atleti tendrá su mayor peligro en los contragolpes, en los balones en profundidad para Torres y Griezmann y en las jugadas de estrategia que se le planteen. Pero tendrá mucha batalla ganada, sobre todo en el plano psicológico, si mantiene más de lo habitual el balón en sus pies, ya que el diez veces campeón de Europa no se caracteriza por una presión feroz y quien más, quien menos, todo equipo es capaz de aproximarse a las inmediaciones del área de Keylor con cierta facilidad.

El Madrid es un equipo que funciona por impulsos. Puede llevar media hora sin hacer nada y en menos de 10 minutos hacerte cuatro ocasiones de gol. Minimizar estos vendavales es lo que tendrá que buscar el equipo del Manzanares. Con los espacios negados por las dos líneas de cuatro bien pertrechadas, el Madrid deberá buscar su vía de escape por las bandas. Aquí las actuaciones de Marcelo y Carvajal se antojan decisivas. Es cierto que Bale tiene desborde en velocidad, pero el factor sorpresa que añaden los laterales los convierte en más peligrosos. Y más el brasileño, posiblemente el jugador más técnico del equipo.

El juego aéreo de ambos conjuntos es sensacional, pero el Atleti solo lo podrá poner en práctica, en ataque, tras un balón parado. Aquí también va a estar una de las claves de la final.

Las pocas concesiones harán que los córneres y las faltas botadas se conviertan en factor decisivo para decantar el marcador de un lado u otro.

Si, como es de esperar, se llega al último tercio de partido con todo por decidir, los relevos que se introduzcan tendrán mucho que decir. Lucas Vázquez y Carrasco se postulan como los principales revulsivos en ataque de uno y otro contendiente. Los dos son rápidos y habilidosos y pueden valer tanto para desatascar la defensa rival como para dar la puntilla con espacio por delante si su equipo tiene ventaja. La aparición de James o Isco en el Madrid se vislumbra más como un ‘factor X’ que como una garantía de rendimiento. Es verdad que el magnífico disparo de James puede causar estragos a cualquier portero y que Isco puede frotar la lámpara mágica en un momento dado y poner todo patas arriba, y más si se enfrentan a defensores fatigados. Otra de las piezas que puede utilizar Simeone es Thomas. El ghanés adolece de temple a la hora de jugar el balón y saliendo de refresco puede hacer gala de su amplia zancada y de su buena visión de juego y llegada. Parece que no será partido para jugadores como Jesé, Kovacic, Correa o Vietto, pero los preparadores podrían echar mano de ellos y calidad no les falta a ninguno de los cuatro.

Con todos estos ingredientes, se avecina un choque con pocas ocasiones claras de gol, mucha intensidad y mucho miedo. El acierto de los rematadores y las intervenciones de los dos mejores porteros del mundo decidirán una final de nuevo histórica. Mucho va a depender del estado físico de los protagonistas. El Atlético necesita ser superior en este apartado para tener opciones de llevarse la copa. Zidane ha repetido durante la semana que su equipo ha de ser paciente a la hora de poner cerco a la portería rojiblanca. Pero si se atascan en una circulación lenta, será pan comido para los del ‘Cholo’. Ojo porque el bonaerense a veces sorprende en compromisos de esta entidad y podría alinear de inicio a Carrasco junto a Torres y Griezmann para intentar poner de cara el partido y después de aglutinar efectivos en su campo para aguantar el resultado con la entrada de Augusto por el belga.