La presente temporada de la Liga se está caracterizando por un descenso en el nivel de las prestaciones de los grandes aspirantes al título. Cada vez se ve menos diferencia en el juego entre los supuestos grandes y los conjuntos de clase media o incluso clubes pequeños. El juego del Barcelona viene sufriendo un deterioro progresivo durante las últimas temporadas, a pesar de que lograran el triplete hace dos años. El Real Madrid sigue en su línea de altibajos, de actuar por empuje y por impulsos, y no demuestra tener controlado casi ningún partido. Pero para los blancos este nunca fue un problema de primer orden. Y menos cuando siguen ganando. Cada vez de forma más apurada, tirando de épica, con dosis de fortuna, pero ganado al fin y al cabo. Como sea; a toda costa. Y el Atlético de Madrid es el que más ha acusado esta falta de regularidad y de poderío futbolístico, quizá porque no tiene la facilidad para hacer un gol de la nada en cualquier momento como sí lo tienen Madrid y Barça. Resultado de ello es que el Barcelona está a tres puntos de los merengues, líderes destacados, y el Atlético ya ha retirado su candidatura al campeonato situándose a 9 puntos de su rival. Es importante añadir que los blancos han disputado un partido menos, el que tendrá lugar en Mestalla. Por lo tanto, la diferencia puede ser mayor.

Dejando a un lado por esta vez el estado de forma de madridistas y culés, llama la atención la poca fiabilidad de la que están adoleciendo los rojiblancos. Los de Simeone han sufrido una serie de vaivenes durante la presente campaña y ahora atraviesan el valle más hondo desde que llegara el técnico argentino al Manzanares.

Trayectoria en Liga

Comenzó con sendos empates en los enfrentamientos contra dos recién ascendidos. Si bien contra el Alavés creó las suficientes ocasiones como para ganar de manera holgada en condiciones normales y se le escaparon dos puntos en la última posesión del partido, en Leganés ofreció una versión muy gris y apenas dio la sensación de poder llevarse la victoria. Después, las goleadas en Vigo y, en casa, a Sporting y Granada, la victoria por la mínima ante el Deportivo y el partidazo en Mestalla, con empate sin sufrir en el Camp Nou mediante, ponían al equipo al frente de la tabla y todo parecía en orden en la institución colchonera.

Hay que tener en cuenta que las goleadas en casa se consiguieron contra dos de los tres perores conjuntos del campeonato y que la obtenida en Vigo se fraguó en una segunda parte en la que el Celta se fue arriba y dejó demasiados espacios atrás. Pero en los inicios del encuentro, los gallegos perdonaron dos oportunidades claras de gol concedidas por la defensa colchonera, algo que solía ser impropio de ella. En el Camp Nou se enfrentaron dos gigantes venidos a menos cohibidos por el miedo a la derrota, y ante el Dépor los locales sufrieron contra diez toda la segunda parte para sacar los tres puntos.

Y en el segundo test serio, después del Camp Nou, salió muy mal parado. Más por sensaciones que por el resultado. El gol de N’Zonzi hizo total justicia, ya que el Sevilla pasó por encima del Atleti en el segundo tiempo. En la primera mitad las mejores ocasiones fueron para los madrileños, pero lo más preocupante es que cuando se vieron por detrás en el marcador no ofrecieron soluciones para tratar de igualar el choque. Después solo han ganado en el campo del peor equipo de la liga (El Sadar) y en casa al Málaga en el mejor partido en ataque junto al de Mestalla. El resto han sido mazazos para la moral de los jugadores rojiblancos: derrota en San Sebastián con una nefasta segunda parte, goleada ante el eterno rival en el último derbi en el Calderón, empate con gran muestra de impotencia y falta de recursos ofensivos en casa contra el Espanyol y goleada sufrida en Villarreal con errores inéditos hasta ese momento en las filas del Cholo. El triunfo por la mínima en la visita de la U.D. Las Palmas no despeja dudas pero sirve de bálsamo a la hora de afrontar las vacaciones navideñas.

Discontinuidad

Si atendemos al desarrollo de la mayoría de los partidos que ha perdido el Atleti, comprobaremos que en las primeras partes sale más fuerte que el rival, goza de ocasiones que yerra y ahí se agota su despliegue ofensivo. Después toca sufrir y el rival se encuentra mucho más cómodo. Quizás en otros tiempos con la suerte más de cara o con mayor acierto ante la meta rival, esos partidos (no es el caso del derbi) se habrían encarrilado y el equipo, agazapado, podría haberlo resuelto en una contra o haber aguantado el resultado favorable hasta el final. En el pasado reciente no han sido pocos los partidos grises sacados adelante con un solitario gol. Pero en estos encuentros el gol no llegó y al equipo se le acabó el fuelle. Seguramente esta sea una de las razones del acusado bajón en el rendimiento de los guerreros indios. Es patente que tan solo juegan a tope un tramo del partido, que a veces no alcanza ni una mitad, y el resto aguantan como pueden. Es cierto que este Atleti nunca se ha caracterizado por dominar los partidos, pero también lo es que se sentía muy cómodo en su campo con la mínima renta en el marcador o incluso con empate y confiando en que su momento llegaría. Ahora, si no consigue la ventaja temprana, no es capaz de crecer a medida que corre el cronómetro y no consigue superar a su contrincante.

Desgaste físico

Mucho se ha especulado sobre si el grupo anda en busca de una identidad nueva, si está probando un estilo distinto con más toque y de más proyección ofensiva y se ha quedado en terreno de nadie. Existe el debate sobre si debe perfeccionar este nuevo modo de planteamiento y que por ello los resultados han empeorado. Este argumento tiene su parte de razón, pero la justificación de todo esto subyace en el acusado deterioro del estado físico de la plantilla. La base del Atlético del Cholo siempre había estado en el sistema defensivo, en no conceder situaciones peligrosas a los atacantes rivales y en hacer el partido más incómodo de la temporada al equipo que tenía delante. Enfrentarse a este conjunto era una pesadilla para cualquiera. Nadie lograba jugar bien contra los rojiblancos.

El cénit se alcanzó el año del título de Liga y después el nivel se ha mantenido alto durante muchos partidos en las temporadas siguientes. Pero ahora resulta alarmante ver cómo esa presión que agobiaba al contrario se ha desvanecido y cuesta mucho más recuperar el balón. Incluso se está convirtiendo en habitual que el resto de equipos lleguen con facilidad a las inmediaciones del área de Oblak (ahora será Moyá) con cierto peligro, cuando antes esto significaba casi una heroicidad para quien lo lograba.

Aquí reside la clave del peor momento desde que llegó el técnico argentino. Y gran parte de la responsabilidad es suya al haber desgastado sobremanera a los tres jugadores que lideran la presión y la contención. Las piezas han ido cambiando arriba, pero en la sala de máquinas Koke, Gabi y Tiago han sido perennes. El portugués, además, sufrió una grave lesión y suma ya una edad cerca de la retirada. Gabi es el que mejor ha soportado la sobreexplotación por parte de su entrenador y su inmensa inteligencia táctica tapa algunas carencias propias también de su longevidad. Quizás el que más lo note sea Koke. El internacional por España lleva un par de años pasando penurias por los campos. Le cuesta incluso moverse con soltura (ya sabemos que la velocidad y agilidad no son sus mejores cualidades) y esto afecta a su cabeza a la hora de generar juego y acertar en los pases en profundidad. Koke es el mejor dotado del equipo para la asistencia y ya ni los balones parados los bota bien. La baja de Augusto y las pocas oportunidades a Thomas han hecho que el único relevo de alguno de los centrocampistas haya sido Saúl. Y la mayoría de las veces lo ha hecho por lesión de Tiago. La incomprensible e irresponsable falta de dosificación a Koke y Gabi, jugándolo todo y casi sin ser sustituidos, ha lastrado el empuje del que solía gozar el equipo a la hora de robar balones y salir con peligro, y esto ha afectado a la solidez defensiva.

Pero no solo a la parcela ancha se reducen este tipo de problemas. El mismísimo Griezmann también ha sido víctima de una sobreutilización hasta la saciedad y en estos momentos se encuentra en un momento de declive físico. El francés, pese a estar considerado entre la élite europea, es un jugador que recorre mucho terreno y que defiende como el más intenso de los destructores. El desempeño excesivo en estas labores de zapa merma de manera muy considerable sus cualidades a la hora de crear en el frente de ataque. Como consecuencia de ello, sus goles se echan de menos y el inicio de la presión sobre la zaga contraria se ha tornado mucho más endeble. Ahora Gameiro es el que asume ese papel, mientras que su compatriota intenta aplicarse en tareas de creación de juego en la mediapunta. Y no con mucha fortuna.

Por eso ni atrás ni adelante el Atleti domina como antes. Todo responde a plomos fundidos de sus jugadores más básicos. Al perder vigor en el ámbito de la contención, la presión sobre balón y las ayudas en bandas, la defensa se ve más desprotegida que nunca y los goles encajados van aumentando. Esta circunstancia provoca una carencia de confianza en la plantilla, que ve cómo su principal cualidad y sello de identidad se esfuma. Esto se nota cuando los futbolistas indios tienen el balón en sus pies. Intentan llegar al extremo puesto del campo de la manera más rápida y directa posible y las imprecisiones en los envíos son tan recurrentes que llegan a desesperar a la hinchada y a los propios jugadores. Siempre había sido así, pero ahora, con Carrasco de titular y con menos frescura para tapar todos los huecos en el repliegue, deberían no caer tanto en la precipitación y asegurar más los pases para tranquilizar las pulsaciones de los futbolistas más castigados.

Este equipo está diseñado para replegarse con garantías y salir a la contra con jugadores tan veloces como Carrasco, Griezmann y Gameiro (desde el banquillo también Torres y Correa). Pero si las fuerzas flaquean a la hora de recuperar la posesión y los delanteros están agotados de perseguir el balón, el plan fracasa. Simeone ha querido establecer un modo de juego con más posesión no para agradar al público, ni para sorprender al contrario, ni porque los jugadores con los que cuenta posean unas características que pidan este cambio. El ‘Cholo’ lo ha hecho porque es consciente de que sus pupilos andan justos de gasolina y ya no pueden defender como perros de presa. Por ello, un aumento en la posesión del balón reduciría las opciones de ser vulnerables de los rojiblancos. Porque cada vez cuesta más recuperar el balón, tapar al contrario y salir a la contra. Pero el plan original sigue siendo el mismo.

Para conseguir el éxito en los compromisos que afrontará en 2017 (con la Champions como principal esperanza), el estado físico de su plantilla tiene que mejorar mucho. Sevilla, Villarreal y Real Sociedad están por encima en la tabla y sería peligroso seguir mostrando esta inconstancia en los resultados. Hemos visto cómo en las campañas anteriores el Atleti empezaba con mucha fuerza y al final llegaban justitos. Quizás este año la preparación tenga el objetivo de revertir esta situación y se haya diseñado un plan mediante el que se va de menos a más para acabar en mejores condiciones. Pero todo indica que el poderoso Atleti ya ha quemado un ciclo y que repetir fórmula y resultado con varios de los mismos protagonistas se antoja muy complicado. El reto es importante y el desenlace de la temporada nos sacará de dudas.