El 14 de septiembre del 1992 Barcelona se despedía de uno de los hitos históricos y más importantes para la ciudad: la celebración de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos.

Detrás quedaban más de dos meses de bullicio de ciudadanos, turistas, deportistas y competiciones: concretamente del 25 de julio al 9 de agosto con los juegos Olímpicos, y del 3 al 14 de septiembre con los Paralímpicos. Tras la ceremonia de clausura de estos últimos, Cobi y Petra se despedían para siempre en persona de Barcelona, aunque no de la ciudad y de la memoria de sus habitantes, que aún los tienen muy presentes en el recuerdo.

Un evento que para la ciudad significó un cambio radical: vio como se transformaron y modernizaron los accesos a Barcelona, nacieron las rondas y un nuevo barrio vio la luz: el de la Villa Olímpica. Un lavado de cara y una modernización de las instalaciones deportivas, infraestructuras, arquitectura, etc. que se inició mucho antes del transcendental año de 1992. Concretamente el 17 de octubre del 1986 con la pronunciación de la célebre frase de Juan Antonio Samaranch: «À la ville de Barcelona».

Precisamente Barcelona es uno de los ejemplos de aprovechamiento de las instalaciones nuevas que se hicieron para los Juegos Olímpicos. Las viviendas de los atletas se convirtieron en pisos de protección oficial, los estadios e infraestructuras deportivas se mantienen activas y, hoy en día, siguen albergando competiciones, etc. Todo ello, además, ha ayudado a mantener vivo ese espíritu olímpico en la ciudad.

Unos Juegos olímpicos que también sirvieron para poner en el mapa la ciudad de Barcelona. Fue el punto de partida del crecimiento turístico de la ciudad; hoy en día recibe la llegada miles de cruceros anuales, se celebran numerosos congresos de ámbito mundial y millones de personas escogen Barcelona como destino vacacional y descubrir así una ciudad que tiene millones de rincones escondidos y que enamoran.

Mención aparte cabe los voluntarios. Miles de personas tuvieron la oportunidad única de participar en la organización de unos Juegos Olímpicos; gracias a su esfuerzo y tenacidad, recordemos que eran voluntarios y no cobraron nada, daban indicaciones a los turistas, ayudaban a equipos o controlaban los accesos a los recintos, etc. para que todos saliera perfecto. Unos días y una experiencia que, a pesar que pase el tiempo, seguro que guardan en la memoria y que explicarán a hijos y nietos; y es que participar en la organización de unos Juegos Olímpicos por dentro no se vive cada día.

Y para terminar, el mítico estadio olímpico. Aún muchos recuerdan la flecha volando para encender el pebetero olímpico; una imagen que ha quedado gravada para siempre en la memoria de la ciudad. Un punto de interés que hoy en día aún sigue siendo centro neurálgico del espíritu olímpico con el museo de los Juegos Olímpicos y que, evidentemente, es parada obligada para cualquier persona que siga los pasos de Cobi y Petra.