Justo en el ecuador de la competición, que se celebra del 14 de junio al 15 de julio, los partidos del Mundial de Rusia desarrollados hasta este momento, a punto de cerrarse la primera de las eliminatorias, ya han dado de sí para ver los jugadores destacados y los equipos que se postulan para alzarse con el título. Una competición que para cualquier jugador es su máximo escaparate y la mejor oportunidad de triunfar o estrellarse.

Para los jugadores de renombre, como Messi, Cristiano Ronaldo, Neymar o Luis Suárez, es la mejor oportunidad de ganar puntos para postularse para los galardones individuales, como el Balón de Oro (y con los dos absolutos dominadores en la última década, Messi y Cristiano, que ya han hecho las maletas, surge la pregunta: ¿se inscribirá un nuevo nombre en la lista de ganadores del más prestigioso trofeo individual?). Sin embargo, para gran parte de los futbolistas, una mala competición les puede llevar a las catacumbas, mientras que un buen mundial les puede aupar a la élite.

Los jugadores no son los únicos beneficiados o perjudicados de la competición, los equipos también están muy atentos a la participación de sus futbolistas, más si se le cuelga el cartel de «transferible». El primer paso al que estuvieron pendientes fue descubrir si estaban o no estaban en la lista de elegidos para disputar el Mundial; no estar en ella significará un primer contratiempo y posiblemente la pérdida de muchas oportunidades de encontrar un nuevo equipo si así le han hecho saber. Ya en ella y jugando la competición, un buen mundial puede revalorizar su precio, o incluso hacer cambiar de opinión al entrenador y equipo técnico, mientras que una pobre competición lo devaluará y complicará su posible traspaso, con pérdida de equipos interesados, una forzada negociación a la baja que no interesa al vender o un descarte del fichaje.

Ante esta más que probable fluctuación de precio, sobre todo en los jugadores que todavía no son estrellas mundiales, los primeros movimientos y contactos ante un posible fichaje se realizan antes de la cita, mientras que el equipo de procedencia se niega a negociar o se emplazan a la finalización de la competición. Una decisión a cara o cruz y que sólo los partidos y la participación del jugador y su eficacia en los partidos que participa dirán a quien es favorable, si al vendedor o al comprador.

La pelota rueda, los goles llegan, victorias y derrotas clasifican o mandan para casa, todos los ojos puestos en los futbolistas, en los árbitros -estos últimos también se juegan su prestigio- y en cómo se revalorizan o devalúan el precio de los jugadores. En cuando deje de rodar el balón, es decir el 15 de julio, empiezan las negociaciones.