Estos días se anda disputando la Eurocopa, el gran torneo continental de fútbol de selecciones, que se aplazó el pasado año por la pandemia. España es siempre de las selecciones más destacadas, pero la lista de jugadores seleccionados fue de las más polémicas que se recuerdan.

El seleccionador español, Luis Enrique Martínez, publicó su lista y, en ella, no había jugadores del Real Madrid por primera vez en la historia. Y ahí se lio la marimorena. Se criticó la lista de jugadores elegidos de manera excesiva. Tampoco es que hubiera muchas opciones para llevar madridistas, con Sergio Ramos o Carvajal, entre otros, lesionados, pero eso daba igual. El terreno estaba abonado.

Por las redes y en los periódicos se leían críticas absurdas, como que solo hay seis equipos de La Liga representados, como si todos debieran llevar a algún jugador. España ganó el mundial en 2010 con solo seis equipos del torneo liguero nacional representados, pero eso no fue problema entonces. Porque estaba el Madrid. Y en el banquillo había un madridista de pro como Vicente del Bosque.

Por el contrario, esta vez es Luis Enrique el seleccionador, exentrenador del Barça, con quien ganó el triplete en 2015, y exjugador también del equipo azulgrana, llegando desde el Madrid en un fichaje muy polémico a finales de los 90. Jugador y entrenador de carácter fuerte, se convirtió en un elemento carismático para el barcelonismo y odiado por el madridismo. Y, pese a su palmarés, se criticó su nombramiento cuando este produjo. Se siguió el mismo patrón que con la lista de convocados para la Eurocopa, recurriendo a datos absurdos para criticarlo. Pero la verdad es que es muy barcelonista y odiado por los madridistas. Ese es y siempre ha sido el problema.

La potente maquinaria mediática de la capital resulta altamente nociva en ocasiones, y muchas de sus cabezas visibles, grandes patriotas en teoría, han apoyado a otras selecciones cuando han querido ir contra Luis Enrique o alguna de sus decisiones.

Obviamente, cada uno puede apoyar a quién quiera y criticar también. Pero esconder, por vergüenza, cuál es su auténtico problema, les hace quedar en ridículo, y muestra la peor cara de un periodismo deportivo que, por cosas como esta, goza de una mala reputación, ya que, desde hace un tiempo, se ha puesto de moda el llamado periodismo de bufanda.

El periodismo de bufanda, dentro del ya denostado periodismo de deportes, no es otra cosa que la figura del aficionado radicalizado que puebla los bares con algunas cervezas de más, llevada a la televisión y medios escritos, comportándose como un forofo cualquiera. Y haciendo a menudo el ridículo. Eso no es, o no debería ser, nunca periodismo. Pero genera fidelidad, atrae a los aficionados de la misma cuerda y, lamentablemente, vende. Vende mucho.

Si algo no hace falta en España son elementos todavía más radicalizados. Pero los fans simpatizan y empatizan con esas figuras mediáticas que ponen voz a algunos de sus pensamientos más extremos. Por eso, campañas como las dirigidas contra Luis Enrique, por mucho que solo sea deporte, no hacen ningún favor.