El ciclismo colombiano, al igual que el fútbol, está lleno de altibajos. Los deportistas colombianos solo son recordados por los gobiernos de turno cuando ganan algo importante. Cabe resaltar que en este deporte hemos destacado muchísimo más que en el deporte rey.

Colombia es un país tan diverso y lleno de montañas, climas templados, climas calientes, de llanura, etc., que nuestros ciclistas son muy variados, pero lo que más destaca son los escaladores, que coloquialmente se les llama «escarabajos».

El primer gran triunfo internacional lo consiguió Martín Emilio «Cochise» Rodríguez, campeón mundial, sudamericano, panamericano y dos etapas del giro de Italia. Todo esto en la década de los setenta.

Fabio Parra fue el primer latinoamericano en ser podio del tour de Francia, quedando en tercer lugar, siendo un ciclista bastante completo y destacando como gran «contrarrelojero». Durante todo el auge de su carrera en Europa, estaba preparado para ganar los tres grandes; sin embargo, no logró su objetivo.

El más destacado de esa generación dorada fue Luis Alberto Herrera, escalador puro y nato, campeón de la vuelta a España en 1987, clasificación de la montaña en los tres grandes, ganador de ocho etapas en las grandes vueltas, su gran debilidad fue la contrarreloj y los cortes de viento, donde siempre perdió tiempo. Colombia nunca olvidará ese momento en que yendo en punta de carrera y, después de una estrepitosa caída, se ganó la etapa reina del tour de Francia con la cara ensangrentada.

El último vestigio de esa generación dorada fue Santiago Botero, campeón mundial, panamericano y nacional de contrarreloj en 2002. Ese mismo año quedó de cuarto en el tour de Francia, ganó seis etapas en las tres grandes vueltas.

Fueron alrededor de quince años de grandes alegrías, muy probablemente sin esas importantes victorias, los ciclistas actuales que han superado los éxitos de la generación pasada no habrían sido tenidos en cuenta. Sin Lucho Herrera no habría Egan Bernal ni Nairo Quintana, pero fueron diez años en los que pasamos en blanco en el ciclismo mundial, sin pena ni gloria, hasta los tiempos de hoy de nuestra generación plateada.

La razón por la que tenemos tanto ciclista buen escalador, es debido al relieve colombiano: puertos de montaña con más del 10%, el Páramo de Letras en el Tolima tiene 80 kilómetros de longitud y está a una altura de 3677 msnm, pendiente máxima del 11% y un desnivel de 3187 metros. El Alto de la Línea, en el Quindío, tiene una longitud de 21,7 kilómetros, una pendiente máxima del 13% y un desnivel de 1643 metros.

Esto es una muestra de lo duras que son las vías colombianas. En el ciclismo, coloquialmente a esas pendientes tan brutales las llaman paredes; y no solo eso, la altura sobre el nivel del mar de nuestros puertos de montaña permite que nuestros «escarabajos» se adapten para ser excelentes escaladores en etapas donde la altura sobre el nivel del mar supera los dos mil metros. Es por eso que en los últimos cuarenta años las etapas «reina» de montaña en Europa, han sido ganadas por muchos colombianos. La mayoría de los grandes ciclistas colombianos son oriundos de municipios o localidades con relieves aptos para crear escaladores puros.