El sector empresarial venezolano está en jaque. La política económica implementada en el país latinoamericano durante los últimos 15 años ha llevado a que cuatro de cada 10 empresas cierren sus puertas. Entre 2001 y 2014, ya son más de 200.000 compañías las que han desaparecido, según el Reporte Global de Competitividad 2014-2015 presentado por el Foro Económico Mundial.

La tendencia negativa en el sector empresarial ha sido constante durante los últimos años. Cuando se analiza el ejercicio 2013, los resultados desvelan que, sólo en doce meses, han desaparecido un total de 77.000 empresas, lo que equivale a 385.000 puestos de trabajo menos. ¿Los motivos?, una encuesta a ejecutivos venezolanos reveló las tres principales causas: control de precios, regulaciones laborales e inflación. A lo que algunos analistas han sumado el efecto de las expropiaciones.

El informe Haciendo Negocios del Banco Mundial puntualiza, además, que Venezuela es uno de los países con menor estabilidad en un ambiente de negocios, así como de los más afectados por la acción gubernamental. En el estudio, la nación caribeña aparece como la opción 182 en un total de 189 países, un posicionamiento muy lejano al de otras naciones latinoamericanas que están en el top 50, como son Colombia (34), Perú (35), México (39) y Chile (41).

Ante la evidente debilidad del sector empresarial nacional, las esperanzas productivas se centraron en las inversiones extranjeras. No obstante, las mismas condiciones económicas del país han generado que Venezuela desaparezca del mapa inversor. Así lo demuestra un estudio realizado por una reconocida consultora empresarial, al evaluar a la nación caribeña como “una de las opciones más desacertadas para invertir en el extranjero en 2014”. Según el análisis, Venezuela ocupada el puesto número 124 en un ranking de 141 países, lo que se traduce en que una empresa privada y multinacional preferiría invertir parte de su capital en el Congo (123), Etiopia (122), Haití (121) o, incluso, en Irak (92), antes que en el país sudamericano.

“La caída de la inversión extranjera se ha debido a una postura política del actual régimen, que toma cuerpo en las expropiaciones en el sector agrario y la re-estatización de Sidor (comprada por un consorcio argentino-mexicano), la estatización del sector eléctrico privado y la consecuente crisis eléctrica que vivió el país, así como la paralización de los procesos de privatización que se desarrollaban en el sector aluminio, por solo citar unos sectores. En fin, por la búsqueda de fortalecer el capitalismo de Estado bajo el disfraz de socialismo del siglo XXI”, apunta el economista Gustavo Sánchez.

El contexto económico explica que, en el primer semestre de 2014, la inversión extranjera directa en Venezuela cayera un 54%, hasta los 1.761 millones de dólares, según cifras de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Unos resultados que le sitúan como una de las naciones menos atractivas de Latinoamérica, al llegar a duplicar la caída promedio de la región para el mismo período (23%, alcanzando los 84.071 millones de dólares).

Sánchez, autor de los ensayos Reflexiones sobre la problemática energética venezolana (1985) e Ilusión y fracaso chavista. Retos para el cambio (2002), asegura que Venezuela está desaprovechando su potencial para atraer a la inversión extranjera. “El país tiene una serie de ventajas comparativas y competitivas basadas, por ejemplo, en el potencial hidroeléctrico del río Caroní y en recursos naturales como la bauxita, el hierro y el oro, que permitieron, en el pasado democrático, la construcción de empresas estatales en el campo del hierro, acero y aluminio. Estas compañías, que fueron quebradas por el actual régimen, serían receptores de inversión extranjera (como ocurrió con Sidor al privatizarse) en un tiempo relativamente corto”, detalla.

Un escenario muy distinto perciben otros países de América Latina, donde la inversión extranjera directa ha crecido durante los primeros seis meses del año, como es el caso de Brasil (8%), Uruguay (9%), Colombia (10%), República Dominicana (20%) y Panamá (26%). “La inversión extranjera se ha globalizado y fluye hacia los países y economías regidas por el Estado de derecho y respetuosas de la propiedad privada”, puntualiza el economista.

Panoramas opacos

Los resultados negativos cosechados durante años no parecen ser impulso suficiente para generar un cambio en la política económica venezolana. Por el contrario, el gobierno de Nicolás Maduro ha anunciado que seguirá con sus prácticas poco recomendables, como tomar toda empresa que decida cesar sus operaciones en el territorio nacional. “Aquel que se sume a la guerra económica de una u otra manera, los trabajadores con la ley en la mano deben tomar esa unidad productiva y ponerla a funcionar”, precisó el presidente en la celebración del Congreso Nacional de Trabajadores Socialistas.

Si las presiones políticas en el sector empresarial son preocupantes, las previsiones del Fondo Monetario Internacional no son más alentadoras. La organización estima que, en el cierre de 2014, la economía venezolana registrará una contracción del 3%, lo que le convertiría, junto con Argentina, en los únicos países de la región en decrecer durante el presente ejercicio. Una situación que se agudizará, aún más, ante una hiperinflación del 64,3% en 2014 y del 62,9% en 2015, según el Fondo Monetario Internacional. Lo que situará a Venezuela, de nuevo, como el país con la tasa inflacionaria más alta del mundo.

Para Sánchez, la solución está en “modificar radicalmente el actual modelo de desarrollo basado en el capitalismo de Estado, así como el creciente e ineficaz gasto público. Por tanto, insertar la economía nacional en la globalización que vive la economía mundial, potenciando la inversión y desarrollo tecnológico”. Asimismo, recalca la importancia de que “la inversión productiva sea, cada vez más, responsabilidad del sector privado nacional y extranjero”.

La economía venezolana se parece, cada vez más, a un mausoleo en donde reposan los restos de empresas y compañías que, en algún momento, buscaron sus oportunidades de crecimiento y de desarrollo. Un terrorífico panorama que asusta a la inversión extranjera y ensombrece las perspectivas de una recuperación del sector productivo nacional a corto y medio plazo.