Los trabajadores venezolanos han observado cómo su salario mínimo se incrementó hasta en tres ocasiones en 2014: 10% en enero, 30% en abril y 15% en noviembre. A pesar de que parece una gran política gubernamental para promover el alto nivel de vida de sus ciudadanos y estimular la captación de talento, en realidad se trata de una estrategia para paliar el impacto de una tasa inflacionaria que, en el cierre del año, ha superado el 60%, ubicándose entre las más altas del mundo.

Actualmente, el salario mínimo venezolano alcanza los 4.889,46 bolívares, el equivalente a 776 dólares si se calcula a la tasa de cambio oficial de 6,30 bolívares por dólar. Sin embargo, la cifra cae drásticamente cuando se cotiza en el mercado paralelo, donde la tasa de cambio es veinte veces superior a la fijada por el Gobierno. La remuneración laboral resulta por lo tanto insuficiente, obligando a las familias a sumar varios salarios mínimos para acceder a bienes y servicios imprescindibles como es, por ejemplo, la canasta básica.

El Centro de Documentación y Análisis de la Federación de Maestros (Cendas-FVM) indicó que, en octubre de 2014, la canasta básica familiar tenía un valor equivalente a los 26.576,04 bolívares, por lo que una familia necesitaría más de cinco salarios mínimos para su completa adquisición. En sólo un año, su valor se ha disparado un 84%, demostrando cómo la inflación disuelve el poder adquisitivo de los venezolanos y les obliga a hacer malabares en ámbitos tan comunes como el de la alimentación.

Los problemas económicos familiares se profundizan cuando se involucran en proyectos de mayor envergadura, como puede ser la compra de un vehículo o una casa. Si bien es cierto que los salarios mínimos han registrado un incremento del 512% en los últimos seis años, también lo es que para adquirir un nuevo hogar o vehículo se necesitan unos 1.600 o 395 sueldos básicos, respectivamente (en ambos casos, se tratan de bienes destinados a clase baja o media).

A pesar de que el gobierno de Venezuela ha buscado destacar el último aumento salarial como un beneficio para los trabajadores, la oposición ha tildado la medida de “engaño”. Específicamente, el líder de la oposición y gobernador del estado Miranda, Henrique Capriles Radonski, ha precisado que “el Gobierno dice que el salario mínimo del venezolano equivale a 1.000 dólares. Esa es la cuenta que sacan ellos para engañar al pueblo, pero a la mayoría de los venezolanos no le alcanza la plata [dinero]”.

Dirigentes sindicales también han criticado la insuficiencia de los incrementos salariales. “El aumento anunciado no llena las expectativas y más bien ha creado molestias en los trabajadores”, apunta Pablo Zambrano, coordinador del grupo Nuevo Sindicalismo, quien agrega que “nosotros no estamos recibiendo realmente un aumento, estamos recibiendo compensaciones por el avance de la inflación”.

Lejos de ser un problema limitado a 2014, la compleja situación del salario mínimo sigue presente durante este año. El economista e investigador de la Universidad Católica Andrés Bello, Ronald Balza, denominó el último incremento salarial como una “amenaza para 2015”, ya que la medida no fue incluida en el Presupuesto Nacional, como tampoco lo está el aumento salarial previsto para los próximos 12 meses que, en principio, rondará el 30%. Ante esta situación, el economista prevé la necesidad gubernamental de recurrir a créditos adicionales, como ocurrió durante el pasado período, cuando el 65% del total de créditos adicionales autorizados, hasta octubre, fue destinado al pago de sueldos y pensiones. Otra de las posibilidades que baraja el Gobierno es un incremento salarial a través de un financiamiento monetario que, indiscutiblemente, profundizaría la crítica situación inflacionaria de Venezuela.

La falta de medidas concretas que permitan controlar la inflación y estabilizar el salario mínimo de los trabajadores venezolanos seguirá presente a lo largo de 2015. Siguiendo las fallidas fórmulas del pasado, las retribuciones laborales volverán a crecer al ritmo marcado por la tasa inflacionaria, lo que le obligará a un rápido crecimiento de los sueldos que, sin embargo, tendrán la misma solidez que un castillo de naipes.