Tradicionalmente cuando se aborda la temática de la violencia contra la mujer, con frecuencia la atención es concedida de manera predominante a la violencia física, verbal y psicológica, fundamentalmente ejercida por el hombre contra su pareja mujer, así como a la violencia sexual, laboral o institucional, entre otras.

No obstante, nuestras sociedades contemporáneas experimentan una sociopatía, es decir, una enfermedad social, pues la violencia se ha complejizado, diversificado, masificando e institucionalizado progresivamente. Las mujeres son víctimas de una forma de violencia poco atendida y no tipificada en la normativa jurídica de los países, pero que ha alcanzado grandes proporciones y ha cobrado la vida de una multiplicidad de mujeres. Esta violencia contra la mujer referida es la violencia estética.

Esta violencia estética se va a concretar con la consolidación de una belleza mercantilizada, seriada, reproducible, uniforme, estandarizada, masificable y descartable, en consonancia con el proceso de racionalización, mercantilización, industrialización y tecnificación de la sociedad.

A razón de lo anteriormente expuesto, es posible afirmar que la nueva belleza se caracteriza por:

  1. La subvaloración del cuerpo biológico, en correspondencia a la lógica de la modernidad, de control de la naturaleza. Desde esta perspectiva, el cuerpo ya no es concebido como un todo, ya no es para sentirlo, cuidarlo, respetarlo y valorarlo. Por el contrario, es considerado como un objeto de exhibición; la modernidad ha presidido el proceso de fragmentación del cuerpo, ahora concebido como partes modificables, intercambiables e intervenibles, estableciendo así el culto al cuerpo como fenómeno social.
  2. La ausencia de defectos, las características neonatales y la eterna juventud son aspectos considerados altamente atractivos. El mercado de la belleza está dirigido a las jóvenes y a promover la ilusión de la juventud en quienes ya no lo son. Este hecho se hace manifiesto en la exclusión de las mujeres adultas en la publicidad y en la industria de la belleza.
  3. La exacerbación y profundización del rechazo a la “fealdad”, la cual históricamente se ha definido como aquella propiedad de una persona o cosa que no es agradable a la vista, capaz de producir displacer, considerado poco estético, repulsivo, disonante, y que en la actualidad se constituye como elemento para la construcción de estigmas.
  4. La exclusión de toda belleza alternativa a la europea, lo diferente no es bello, lo cual se hace manifiesto mediante la exclusión o limitada presencia de diversidad racial, étnica y fenotípica en la industria de la moda y publicitaria.

Estos hechos en su conjunto crean las condiciones para la realización de modificaciones del cuerpo, principalmente a través de procedimientos quirúrgicos invasivos, entre ellos los más comunes: rinoplastia, implantes de glúteos, de senos, liposucción, así como la inyección de sustancias prohibidas como los biopolímeros.

¿Pero nos hemos detenido a pensar cuáles son los factores causales que intervienen en la decisión de modificación corporal? Entre ellas podemos considerar grosso modo:

  1. Patologías de orden psicológico individual. Las modificaciones estéticas han sido utilizadas como vía de escape frente a las insatisfacciones de los/as individuos/as con respecto a la vida moderna, donde el consumo permite aparentemente superar las frustraciones, traumas, rechazos, preocupaciones, vergüenza, culpas, complejos, odio y obsesión con respecto al cuerpo.
    2.- Los medios de comunicación y la industria cosmética construyen, reconstruyen, promueven, propagan, perpetuán e imponen imaginarios, arquetipos, ilusiones, modelos y estándares de belleza inalcanzables a través de la cotidianización de la imagen y mensajes de estrellas, modelos y cantantes que distorsiona la realidad, impidiendo -principalmente a las mujeres- encontrar patrones de referencia.
  2. La democratización de la cirugía estética y la consolidación del cirujano estético como dios de la modernidad. En el pasado las modificaciones estéticas fueron principalmente consumidas por grupos de mujeres de elevados recursos económicos y poder adquisitivo, fundamentalmente aquellas que hicieran vida en los medios de comunicación, información y difusión masiva. En la actualidad, las mujeres para realizarse estos procedimientos e intervenciones en sus cuerpos son capaces de gastar los ahorros de toda una vida, solicitar préstamos a familiares, amigos, créditos bancarios y endeudarse por elevadas sumas de dinero, vender sus bienes e incluso prostituirse. Además de ello, la accesibilidad a estos tratamientos, se encuentra estrechamente ligada a una baja en los costos, la cual puede ser explicada por la realización de estos procedimientos en lugares no certificados, así como, la utilización de sustancias y materiales no aptos para el uso médico.
  3. El establecimiento del canon de belleza femenino como una nueva forma de misoginia. El patriarcado ha diseñado nuevas formas y mecanismos para el ejercicio de la tiranía sobre la mujer. Ya no se manifiesta como en el pasado en la negativa del ejercicio del sufragio, las dificultades en la inserción laboral y la aún extendida violencia física, sexual y psicológica; en la actualidad el establecimiento del mito de la belleza contribuye a desviar la atención de las mujeres de asuntos relevantes sobre su situación social, así como de los espacios de participación política.
  4. La expectativa patriarcal. En gran proporción, cuando las mujeres acceden a la intervención e invasión de su cuerpo a través de estos procedimientos, generalmente están orientadas a responder y satisfacer las fantasías masculinas impuestas por la patriarcalidad, como lo son las grandes proporciones, la voluptuosidad, la exuberancia, la sexualidad o el exhibicionismo. Gran cantidad de mujeres acceden a estos procedimientos como acto de complacencia a su pareja.
  5. La responsabilidad de la mujer. Finalmente, no podemos obviar la responsabilidad de la mujer como la principal causa en el proceso de modificación estética corporal y las consecuencias asociadas a este. Hacerlo supondría la reproducción del esquema interpretativo patriarcal, en el cual la mujer se considera y define como ser pasivo, desprovista de autonomía e independencia. Debemos reconocer la responsabilidad de aquellas mujeres que ejercen violencia contra sí mismas, al evaluarse y valorarse a partir de los criterios impuestos por un mercado capitalista que ha cosificado, mercantilizado y comercializado sus cuerpos; la responsabilidad al no cuestionar, ejercer resistencia y obviar los patrones estéticos impuestos, así como al acceder a someterse a cirugías invasivas, restricciones alimentarías, procedimientos agresores de su integridad, su naturaleza.

Aunado a ello, es importante rescatar que estos procedimientos en algunos casos tienen consecuencias:

  • La alteración del estado emocional, depresión, ansiedad, culpa, vergüenza, aislamiento social.
  • El desarrollo natural del cuerpo se ve detenido por la realización de cirugías invasivas a temprana edad.
  • La preocupación excesiva por el cuerpo y la imagen crea conductas adictivas, como los trastornos alimenticios y los trastornos dismórficos corporales.
  • Procedimientos estéticos infructuosos que dan como resultados deformidades, asimetrías, perforaciones, desfiguración, mutilaciones y, en el peor de los casos, la muerte.

Por esta razón se hace necesario aumentar los esfuerzos en lo que se refiere a la visibilización de este fenómeno, así como la concientización e intervención social que permita prevenir y minimizar el impacto de esta problemática que afecta cada vez más a las mujeres, pero también a los hombres de nuestras sociedades contemporáneas.