La economía venezolana solo necesita de un pequeño soplido para terminar de derrumbarse como un castillo de naipes. Las incorrectas políticas económicas implementadas durante los últimos 16 años están pasando facturas a una población que ya no está bajo el paraguas de los altos precios del petróleo y que, cada vez más, padece los efectos de la escasez, la falta de insumos y los altos índices inflacionarios. La economía venezolana está tambaleando y 2015 es el año donde podría terminar de desplomarse.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que la economía del país caribeño cierre el año con una caída del 7%. Una contracción de seis puntos porcentuales sobre la estimación inicial que había realizado el pasado mes de octubre de 2014 sobre el Producto Interno Bruto (PIB) venezolano. La caída, según el organismo internacional, estaría originada por la bajada en los precios del petróleo y la debilidad del sistema productivo nacional.

El banco de inversión Barclays Capital centra su análisis en la tasa inflacionaria del país. Si Venezuela cerró el año pasado con la inflación más alta del mundo (56,2%), este 2015 podrá más que duplicar la cifra, llegando hasta una tasa del 188%, que profundizará la contracción económica prevista para 2015. Un porcentaje en el que parecen estar de acuerdo incluso los propios empresarios venezolanos, ya que el presidente de Fedecámaras, Jorge Roig, apunta que se estima una inflación anual del 120%.

Venezuela, que ha entrado en recesión en 2014, ha centrado su política económica en pagar la deuda extranjera, pero olvidando el impacto que esta genera dentro de sus fronteras. Los datos del informe de Barclays Capital revelan que, de continuar el control cambiario en el país, se tendrá “una mejor posición para seguir pagando la deuda externa en los años siguientes. Pero claramente, el costo en términos de inflación y recesión será significativo y el riesgo de malestar social podría aumentar”. Un riesgo cada vez más visible en las largas colas para adquirir alimentos o medicinas, en la insuficiencia del salario mínimo y en una inflación que ahoga el poder adquisitivo de todos los ciudadanos, pero especialmente de las clases más necesitadas.

Con todos los datos en la mesa, Roig asegura que “me impresiona (…) quien considere que puede ser un 2015 bueno”. Una afirmación que también impresiona a los economistas, ya que Venezuela es, junto con Angola, una de las economías más débiles e inestables de todo el mundo. Una situación que podría encrudecerse, aún más, si el precio del petróleo sigue su descenso por debajo de los 60 dólares por barril.

Una amenaza que no pasa por alto la calificadora de riesgo Fitch Ratings, quien apunta que Venezuela está padeciendo los efectos de la caída del barril petrolero igual que otros países como Gabón, República del Congo, Nigeria y Ecuador. Lo que les coloca en una situación de desventaja y poco atractivo internacional al momento de realizar negocios o inversiones privadas.

La corrupción también ha jugado un papel primordial en el debilitamiento económico de la nación caribeña. La Organización para la Transparencia Internacional indica en el Índice de Percepción de la Corrupción que Venezuela ocupa el puesto 161 de un total de 174 países, lo que le sitúa entre los territorios con mayor corrupción del sector público.

Unos resultados que se han visto avalados con las denuncias internacionales de blanqueo de capitales que ha afectado, hasta la fecha, a tres exviceministros, el exjefe de Inteligencia, un exejecutivo de la petrolera PDVSA y un empresario considerado próximo a Chávez (quienes tenían cuentas bancarias millonarias en una filial del Banco de Andorra y cuyo origen no han logrado justificar). A lo que se deben sumar otros casos como, por ejemplo, las cuentas en Suiza de unos 1.138 ciudadanos (varios de ellos funcionarios públicos) por un valor total de 14.800 millones de dólares.

La economía venezolana solo necesita de un pequeño soplido para terminar de derrumbarse como un castillo de naipes… mientras que la población aguarda en su interior temerosa por la catástrofe que se aproxima y que les sepultará junto a sus familiares, indiferentemente de su ideología política o estrato social. La economía venezolana se tambalea y los políticos abren las ventanas de la corrupción para que la brisa sople un poco más fuerte.