Aunque parece que es un género que se ha puesto muy de moda, no solo en el cine sino también en la literatura, lo cierto es que la distopía o género distópico no es solo un fenómeno pasajero sino algo que ya cuenta con muchos años de historia.

El concepto de "distopía" proviene de la cultura anglosajona. En cuanto a la etimología, el término se acuñó a partir de los términos del griego antiguo δυσ- (dis) "malo" y τόπος (tópos) "lugar, paisaje, escena". Se atribuye la utilización de ese término por primera vez a John Stuart Mill, en un discurso en una intervención parlamentaria en 1868. En España la Real Academia de la Lengua ha mantenido este término relegado de su diccionario. Lo cierto es que será añadido gracias a la definición de José María Merino:

«(...) representación imaginaria de una sociedad futura con características negativas que son las causantes de alienación moral».

Una distopía, un subgénero de ciencia ficción, representa lo contrario de una utopía: si en un mundo utópico la sociedad es perfecta e ideal, en una distopía se representa una sociedad alienada regida normalmente por un gobierno totalitario y en la que, en teoría, todo es idílico y funciona a la perfección. Se considera que las obras y ya clásicos de la literatura, Un mundo feliz de Aldous Huxley; 1984 de G. Orwell y Farenheit 451 de Ray Bradbury son las novelas iniciales de este género, aunque constan obras anteriores catalogadas dentro de este grupo.

Las obras distópicas presentan, en general, una crítica o una parodia de la sociedad actual o de alguna ideología o sistemas de gobierno, ya que la mayoría de las distopías describen a una sociedad ambientada en el futuro y que ha llegado a donde está siguiendo una tendencia del mundo en el que vivimos en la actualidad. Encontramos eso en 1984, donde se representa una sociedad ubicada en lo que ahora es Reino Unido en la que el gobierno tiene tintes fascistas y comunistas y en la que el autor incluyó parte de su experiencia en el conflicto de la Guerra Civil Española. Un escenario parecido aparece más recientemente en la trilogía de Suzanne Collins Los Juegos del Hambre, en la que el gobierno ha llevado mucho más allá el planteamiento de los ‘reality shows’ y presenta uno en el que los jóvenes son obligados a matarse entre ellos.

El miedo y la coacción son elementos claves en este tipo de narraciones, en las que para retratar los males de una realidad ficticia encontramos dos tipos de historias: por una parte, aquellas en las que la sociedad distópica juega un papel fundamental en la trama y el protagonistas o protagonistas luchan contra el sistema, las ya citadas Un mundo feliz o Los juegos del Hambre y, en el cine, V de Vendetta; y, por otro lado, aquellas en las que la sociedad no es más que un escenario en el que se desenvuelve la trama y los personajes se enfrentan a sus conflictos personales en un mundo imperfecto, pero que no intentan cambiar como en la saga Divergente de Verónica Roth, también llevada al cine, y en la famosa película protagonizada por Harrison Ford Blade Runner.

Durante todo el siglo XX y en lo que llevamos de siglo XXI el género distópico ha ido aumentando en popularidad, por lo que las obras de esta temática han ido proliferando tanto en el cine como en la literatura. Muestra de ello son las obras de Lauren Oliver (saga Delirum), Verónica Roth, Suzanne Collins o James Dasher (El corredor del Laberinto), si bien se suavizan un tanto los temas por estar destinadas principalmente al público juvenil, la crítica social es una realidad presente en las novelas y sagas de este género. Mientras la utopía imagina un mundo donde las doctrinas se acoplen de manera armoniosa en el funcionamiento de las sociedades, la distopía, por su parte, toma la base del planteamiento utópico y lo lleva a sus consecuencias más extremas.

Lo cierto es que las distopías presentan en la mayoría de los casos un futuro bastante incierto y llevado al desastre por culpa de la intervención del ser humano o algún desastre natural, pero siempre invitan a una reflexión, ya que el lector ha de plantearse siempre lo acertado o no del comportamiento de los personajes.