Desamparado, condenado, indefenso e indignante podrían ser algunas de las características de México. Lugar plagado de historia, de revueltas, incertidumbres, ruidos, llantos, tierra y muerte. Una zona literaria donde las imágenes de un páramo novelesco un día revivirán entre su pueblo, como la obra de Juan Rulfo. Donde todos los días se habla de catástrofes y en ocasiones prefieren no mencionarlas (aunque las lean, las escuchen y posiblemente, en ocasiones, las vean).

Somnolientos y preocupados escuchan una detonación y el rugir de un coche en plena noche. "No es nada", se dicen... Y fue todo lo que se dijo previo al silencio nocturno. Aquel grito profundo que nadie más escuchó ni una, ni la otra vez. El coche negro tampoco lo vieron, pues las lagañas y la saliva se dejaban asomar y solo tuvieron fuerza para levantar el brazo y contener la fluidez de estas dos. Al día siguiente, todos despiertan como lo han hecho durante años: enfrentan el día a día y pierden el sudor, la vista, el tacto y los años. Nunca se dieron cuenta que ellos mismos han ido desapareciendo al ritmo de la noche. Tan solo son once personas las que desaparecen al día, mientras que nadie vuelve.

Todos somos uno: el estudiante, la mujer, el periodista, el pobre, todos somos esos condenados al vacío. Tal vez alguien nos sintió, fuimos 25,398 veces las que hemos desaparecido. A lo mejor fueron las lagañas, la saliva y el sueño lo que impidió sentir, o quizás solo se quedaron perplejos al ver lo que nos sucedía.

Solamente once personas son las que desaparecen cada día, mientras que nadie aparece. Estos son los datos del Registro Nacional de Personas Extraviadas o Desaparecidas, quienes mencionan que es inexistente el registro de las personas aparecidas. Es decir, hasta abril de 2015 van 25,398 personas sin paradero (como afirma el Sistema Nacional de Seguridad Pública). Y hay que mencionar que algunas fuentes hablan de que la base de datos oficial podría estar ocultando el 80% de los casos de desaparición.

México es un país de indignación, un país en el que luego se pasa a la inconformidad y parece que de ahí al olvido. Cuando esto no es así, los que pueden hacer algo, y que tienen todo en sus manos, no lo hacen. Abusar del poder pasó de ser una broma sobre "la mordida" a ser una actividad diaria para muchos, una descarado ejercicio lleno de prepotencia y avaricia.

La frase "ni una más", que desde hace años se ha escuchado, es clave en la protesta del pueblo en contra de la ola de violencia que repercute especialmente a las mujeres. En aquel entonces todos los medios y el país se concentraban en Ciudad Juárez. Con el paso del tiempo, el cambio de gobierno y todo lo que esto involucra, la frase de "ni una más" se volvió también a otros lados en los que las mujeres también eran y son víctimas. Ahora mismo ese lema se extiende por todo el territorio mexicano, ya sea sierra o llano, ciudad o pueblo. Debajo de cada piedra hay un muerto, todos son pobres, mujeres, hombres, estudiantes, activistas, periodistas, entre otros. Muertes por culpa de la violencia doméstica, del machismo, la criminalidad, el tráfico de personas y sobre todo del narcotráfico, esa economía paralela que solo la entienden y la poseen unos cuantos.

Desde lejos parece que esto es el día a día, una constante desaparición, un hueco latente en muchas familias, una impotencia y una fragilidad social. Todo ha cambiado, la globalización ha cambiado todas las formas, los medios y herramientas continuamente, como una especie de bucle incesante. Ahora es más visible y por lo mismo mucho más cruel y duro de digerir. Es algo incesante y por lo mismo nunca hay que olvidar cada uno de estos indignantes hechos.