La minería en Rusia es un sector vital para la economía de la Federación, no en vano su aportación es un recurso seguro para las arcas del Kremlin y cuya principal producción se concentra en la estepa siberiana. Esa tierra gélida e inhóspita alberga una de las mayores reservas de recursos minerales del mundo, ni siquiera hoy sabemos cuál es su volumen.

En ese territorio, hombres como Alisher Usmanov, Mikhail Prokhorov o Roman Abramovich, entre otros, amasaron sus grandes fortunas valiéndose de los beneficios que obtenían de sus explotaciones. Una tierra de oportunidades que atrajo la atención de la firma Lehram Capital para desarrollar su nuevo proyecto empresarial.

La compañía con sede en Reino Unido negoció con el grupo Evraz (Abramovich, Alexander Frolov y Alexander Abramov) la adquisición de la mina Gramoteinskaya (2,5 millones de toneladas) y Kazankovskaya (empresa de carbón), instalaciones de nula rentabilidad debido a un accidente que obligó a parar la producción.

El acuerdo se cerró y desde octubre del 2013 Lehram comenzó a gestionar las plantas. La incursión de un equipo joven atrajo una renovada visión corporativa, insufló aire fresco a las instalaciones y pronto empezó a retomar la producción generando los primeros ‘brotes verdes’. Nada hacía presagiar lo que llegaría.

El director de la mina, Igor Rudyk, fue arrestado en diciembre del 2013 bajo cargos de violar las leyes de inmigración. Al directivo de nacionalidad kazaja le había expirado el pasaporte mientras se encontraba en la región de Kemerovo (cinturón del carbón ruso). La noticia llegaba en el peor momento para la nueva jefatura que se enfrentaba al pago retroactivo de unos salarios, que a duras penas podía pagar por el inicio de actividad.

Rudyk vivía un particular infierno en una celda siberiana de escasos metros, reducida su condición humana a un par de raciones de comida. La presión que ejercen sobre los reos las cárceles rusas se cebaban en el joven director, sumándose la coacción policial. Ya se atisbaban los verdaderos motivos de la detención. Firmar el traspaso de la mina o pudrirse en la estepa siberiana. Igor Rudyk cedía tras diez días y estampaba su rúbrica ante unas autoridades de dudosa oficialidad. Dos semanas después le daban escasas dos horas para comprar un billete y abandonar el país.

Mientras Rudyk daba con sus huesos entre rejas, el gobernador de la región de Kemerovo, Aman Tuleyev (político populista amigo de Alexander Abramov), anunciaba que Gramoteinskayay Kazankovskaya pasaban a manos de завод по ремонту горно integrante de Novokuznetsk cuyo propietario era Alexander Shchukin, un oligarca de la zona. El empresario se alzaba como salvador de la mina asumiendo la deuda y se presentaba ante la sociedad como garante de la estabilidad laboral, quien sabe si así volvía a recibir la visita del presidente Vladímir Putin como cuando le acompañó en Polosuhinskaya, buque insignia de Shchukin.

Una campaña de lavado de imagen basada en el favoritismo burocrático para usurpar un conglomerado que Lehram había rescatado de la quiebra y que ahora tenía perspectivas de futuro. Una práctica habitual que recogen los archivos de los juzgados de Kemerovo (dos casos en el 2014).

La firma británica inició desde entonces un proceso de documentación y decidió pasar a la acción iniciando un proceso judicial en el Tribunal de Arbitraje de la región de Kemerovo. Lehram presentó dos reclamaciones en diciembre del 2015 contra Novokuznetsk con el objetivo de recuperar la mina, valorada en unos 250 millones de libras. Las evidencias están ya en posesión de la Corte, la cual analiza el caso en el que se atisban varios fraudes ahora por determinar.

Alexander Shchukin es un personaje que mantiene un perfil gris sin despertar grandes conflictos, aunque con una sombra de sospecha demasiado alargada. Cuenta con múltiples propiedades en la estepa siberiana aunque su actividad, como la de otros millonarios rusos, traspasa fronteras y ha expandido su negocio en el célebre ‘Londongrado’ donde pone a salvo parte de su fortuna sobre todo aquella de origen oscuro.

Las riendas de su emporio en territorio británico recaen sobre su hija quien gestiona una galería de arte en el exclusivo Mayfair y su yerno IlldarUzbekov, propietario de varios inmuebles de lujo en Highgate. Recientemente inició su actividad en el sector energético con gran perspectiva.

Las dudas sobre Shchukin y su actividad empresarial no solo se reflejan en el caso Lehram sino que hay registros en otros procesos. Incluso él mismo invalidó la transferencia de una compañía a su propia empresa ya que la primera se encontraba en proceso de liquidación y temía perder la mina en cuestión a manos de los acreedores.

La firma británica denuncia que se produjeron varias irregularidades. Por ejemplo el oligarca ruso no realizó la aportación de los simbólicos 10.000 rublos, exigidos por la Administración para hacerse con el control de Gramoteinskaya. Precisamente esta instalación por su régimen fiscal puede ser transferida si lo certifica un notario como el que se presentó cuando Rudyk cedió al chantaje de las autoridades, aunque no tenía capacidad legal para cerrar la operación según estatutos de la empresa.

Otro punto dudoso; debido al volumen de negocio de la matriz interesada -Polosuhinskaya- sus adquisiciones deben ser reguladas y contar con la aprobación del órgano antimonopolio que no actuó en este caso.

Mención aparte merece Kazankovskaya ya que según sus estatutos, su trasferencia debe regirse por un parámetro más incisivo. De ahí que la entidad reguladora no aprobara su venta al confirmar varias irregularidades tanto en el contrato de compra-venta como en la documentación aportada.

Lehram lucha para recuperar una propiedad que en la actualidad se encuentra en Chipre, paraíso de los oligarcas, donde Shchukin protege sus intereses a través de Cyrith Holdings otra empresa chipriota que invierte capital en Reino Unido. Una empresa en la que se ampara para no pagar impuestos en Rusia por un valor de 100 millones o incumplir el decreto de Vladímir Putin de repatriar los activos rusos en el extranjero.

La minería rusa tiene luces y sombras pero destaca más su lado oscuro por lo oculto de los tesoros que descubrir bajo la nieve y el sombrío negocio del que depende. Y es que Siberia ha sido tierra de grandes emprendedores, será por lo excepcionalidad que marca el carácter o que siempre fue utilizada como moneda de cambio, dádiva con la que las autoridades de turno vinieron pagando las lealtades de algunos próceres a los que encumbraron en la pirámide hasta llegar a ser oligarcas.

La denuncia de Lehram Capital es una imperdible oportunidad para que la Justicia rusa destierre la complicidad de la autoridad local con la élite y ponga fin a un sistema feudal en la Rusia del siglo 21, auspiciado por la caída de la Unión Soviética.