Se cumplen 50 años del famoso accidente de Palomares, que se saldó con la caída de cuatro bombas nucleares sobre la costa española tras la colisión de dos aviones militares de las fuerzas aéreas de Estados Unidos. Las bombas, que no explotaron, se dañaron al colisionar con tierra firme contaminado el entorno de la localidad almeriense. Los proyectiles portaban una carga 75 veces superior a la de las que arrasaron la ciudad japonesa de Hiroshima a finales de la Segunda Guerra Mundial.

A las 10:20 horas de la mañana del 17 de enero de 1966 tuvo lugar el suceso, sorprendiendo a propios y extraños de la zona. Los aviones americanos se precipitaron contra la tierra atrayendo gran número de curiosos. Desde niños hasta agricultores, desconocedores del peligro que suponía estar allí en ese momento, se acercaron al lugar de los hechos.

A día de hoy, 50 años después, aún colean las consecuencias de lo ocurrido aquel 17 de enero de 1966. Los acontecimientos sucedieron en un mundo dividido en dos, como consecuencia de las tensiones de la Guerra Fría. El misterio y el silencio siempre han rodeado el caso de Palomares, que trató de normalizar el entonces ministro de turismo, Manuel Fraga, bañándose en las aguas del Mediterráneo.

El plutonio radiactivo contaminó más de 200 hectáreas, quedando aún 30.000 metros cúbicos de tierra intoxicada. Para eliminar por completo el plutonio, el pasado mes de octubre Estados Unidos y España firmaron un acuerdo con el fin de descontaminar el terreno.

Se utilizarán unas carpas presurizadas para evitar que las partículas contaminantes se propaguen, siendo esta una manera muy segura para llevar a cabo la descontaminación. La tierra extraída viajará a un cementerio nuclear del territorio de Estados Unidos.

Desde el accidente, más de 100 personas han dado positivo en plutonio, eso sí, sin consecuencias nocivas para la salud. El gobierno español ha confirmado en numerosas ocasiones que, pese a la innegable contaminación del territorio, los materiales nocivos no suponen ningún riesgo para la salud de los vecinos de la localidad.

Esta es la historia de una tragedia que por suerte nunca sucedió y que de haberlo hecho hubiera dejado consecuencias irreversibles para nuestro país. Un suceso histórico aún por resolver, envuelto en silencio y secretismo por parte de los dos países. Estados Unidos aún conserva información clasificada en sus archivos que no ha visto la luz.