Para cuando escuchó la detonación, ya era demasiado tarde. La bala había atravesado la calle y se había incrustado en el pecho de su hijo pequeño. Como si se hubiera desmayado, le vio tendido en el suelo con los brazos abiertos, la mirada perdida y una mancha de sangre que, al crecer, le indicaba que "el angelito de la casa" no volvería a desplegar sus alas. Alzó la vista al cielo y, de rodillas, lloró como otras tantas madres que han tenido que recoger a sus hijos en el suelo de Caracas, una ciudad que olvidó qué es la comprensión y se entregó en cuerpo y alma al adictivo sabor de la violencia y la muerte.

Su crueldad hace que lidere el índice de las metrópolis más peligrosas del mundo. Según los datos del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia Penal, en la ciudad asesinan a 119,87 de cada 100.000 habitantes, un índice que supera incluso a otras localidades en confrontación bélica. A pesar de que el Gobierno de Venezuela ha intentado desmentir el informe a través de los medios de comunicación, las más de 27.000 muertes registradas en 2015 en el país ponen en evidencia las carencias en seguridad y el uso libre e impune de las armas de fuego.

Lejos de mejorar, la situación apunta a un deterioro continuo. En una sola de las morgues de la capital venezolana, se han contabilizado, al menos, 467 muertes violentas en solo el trascurso de enero. La cifra se incrementa si se contabilizan los otros centros forenses de Caracas y del resto del país, a donde llegan decenas de cadáveres cada día ante la mirada pasiva e indiferente de los cuerpos de seguridad nacional. Una tendencia que cada vez se institucionaliza más ante un índice de impunidad que supera el 90 por ciento, impulsado por la corrupción que existe en el interior de los cuerpos policiales, quienes en la mayoría de los casos son los propios causantes del delito o del asesinato.

Irónicamente, la misma semana que salen imágenes de reos penitenciarios portando armamento de uso exclusivo de la Fuerza Armada Nacional, Venezuela asume las riendas del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Sin embargo, lejos de los elegantes salones donde pasean los representantes del régimen de Nicolás Maduro, hay una población que diariamente se enfrenta a los secuestros, muertes y violaciones. A lo que se suman los daños colaterales que conlleva que grupos terroristas y narcotraficantes operen con total impunidad dentro del territorio nacional y sean portadores de muerte y desasosiego.

Las estimaciones de los expertos indican que, en línea con las escasas medidas de seguridad y el elevado índice de impunidad, el ejercicio 2016 terminará con un mayor número de muertes en el país, haciendo insostenible la convivencia nacional. Mientras, el Gobierno ignora y niega que la situación sea real, pero aumentan el gasto público en la contratación de escoltas personales, algo que no puede permitirse esa madre que, bañada en sangre, abraza desesperada a un angelito que no volverá a desplegar sus alas en las calles de una ciudad que huele a muerte a todas las horas del día.