Cada vez que veo la imagen televisiva de nuestros políticos entrando con el Rey en Zarzuela pienso: Coaching en Palacio. ¿Y qué se dirán? Desconozco si la extensa formación de nuestro monarca incorporó entrenamientos en liderazgo inclusivo. Sin duda hoy lo hubiera agradecido.

“España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho que propugna como valores fundamentales de su ordenamiento jurídico la Libertad, la igualdad y el pluralismo político”; Artículo Uno de la Constitución: pluralismo.

La rueda de resultados de las pasadas elecciones nos dejó un arco iris de diversidad al que no estábamos acostumbrados en España.

Las urnas han funcionado. No hay nada incorrecto. Pluralismo es lo que la sociedad pide y lo que la Constitución proclama. Se trata de asumir la creencia de que, a la hora de negociar, todos juntos son menos pero más. Una solución que pasa porque nuestros políticos acepten su parte de renuncia sin excluir a nadie.

Es posible que sea mi ignorancia aritmética la que me lleve a observar sus negociaciones desde otra perspectiva: la del sentido común, ni el mío ni el de otro, el sentido común como cualidad donde reside el juicio humano. Porque los políticos son personas. No nos olvidemos. Y el numérico es un código creado para explicar y facilitar la realidad.

Eso quiere decir que siempre que hacer sumas no reste, se hace necesario por encima de todo apelar al entendimiento personal antes que al cálculo para dirimir exitosamente una situación como la actual.

Dejemos por un momento de contar y entendámonos. Todos.

¿A nadie se le ha ocurrido profesionalizar las negociaciones públicas incorporando técnicas de desarrollo organizacional? A mí se me ocurre más que razonable.

Existen no pocas técnicas de Coaching de Sistemas y Organizaciones que podrían adaptarse al nudo político actual, un nudo en el que nuestro Rey se ha convertido una vez más en el facilitador de un gran grupo cuya aspiración debería ser al menos transformarse en Equipo.

Para los no entendidos en la materia esto puede resultar por lo menos curioso. Sin embargo, hacer tal cosa garantizaría un contexto de trabajo adecuado. Hablar de adecuado es reconocer la necesidad de un compromiso de comportamiento previo, para conseguir un debate fértil. La broma infinita, como diría Wallace, sería hacerlo como lo estamos viendo, desde un espacio liderado por la alternancia de egos y las impaciencias de poder. Mientras, los ciudadanos somos como los hijos de los padres separados que no acaban de entenderse.

El primer paso para iniciar procesos de este calado consiste en contextualizar la negociación. Para ello, es necesario diseñar una alianza de conducta específica, expresa y consensuada. El grupo debe acordar al comienzo cómo quiere interactuar: qué quieren permitir en la negociación y qué no, qué necesitan para hacerla fluida o qué están dispuestos a aceptar, es fundamental. Entre otras cosas.

En segundo lugar, tanto el grupo como los individuos deben comprender su ubicación en el sistema y tomarla, puesto que es legítima. Para ello es imprescindible realizar un trabajo de reconocimiento en el que cada uno ocupe legítimamente su espacio, sin exclusiones. Testar el sentimiento de pertenencia al proceso, de proporcionalidad en los intercambios y de prevalencia significa reconocer tanto a quien llegó antes como a quien llegó después. Todos aportan. Significa no perder la memoria, identificar los rencores, relativizar los prejuicios y las lealtades. Se trataría de la aplicación de técnicas organizacionales desarrolladas a partir de las teorías de Bert Hellinger y de las leyes naturales del orden, cuya inconsciencia produce desajustes, bloqueos e impide avanzar.

En tercer lugar, tras la alianza y el orden todo está preparado para negociar. Llega el momento de abrir espacio al conflicto y observarlo sin miedo desde una perspectiva positiva, como una forma de avanzar. Teniendo en cuenta los cinco estilos de resolución de conflictos de Kilmann y aventurándome quizás demasiado, la disputa actual podría dirimirse por ejemplo, aplicando los términos la llamada resolución comprometida, que se caracteriza porque todas las partes integrantes conceden algo y todas renuncian a algo, una fórmula de resolución propia de conflictos en los que existen fechas límite y en los que el coste de no llegar a entenderse es demasiado alto.

La madurez de la democracia de un país se mide por la calidad y la profesionalidad de sus negociaciones. No se trata de que las relaciones sean la máxima prioridad, pero sí el respeto.

Política es aportar y agradecer la diferencia como premisa de cualquier acuerdo. Una cuestión de altura, de crecimiento y desarrollo personal. Tenemos la oportunidad de saber si nuestros políticos están preparados para dar un paso más en la sofisticación de los mecanismos de negociación a través de la profesionalización de determinados procesos.

El Coaching es una metodología amplia. A través de ella, las personas generan conciencia y elevan su punto de vista tanto sobre las situaciones como sobre la manera de mirarse, facilitando la toma de decisiones desde una lucidez basada en el reconocimiento de la capacidad y en la integración de la sombra.

Nada nuevo.

“Porque yo soy del tamaño de lo que veo, no de mi estatura”, que decía Fernando Pessoa.