La conocida muñeca Barbie fue creada en el año 1959 por Ruth y Elliot Handler y comercializada desde entonces por la empresa Mattel. Sin embargo, no es casual que este juguete emergiera a las estanterías de la sociedad norteamericana en esta época. Por el contrario, puede explicarse como una consecuencia del proceso político, económico y social post bélico en el que se promovió desde los diferentes ámbitos de la vida social el abandono por parte de las mujeres de los espacios públicos y laborales que ocuparon durante el periodo entre guerras, y su consecuente retorno a lo que el Psicoanalista Sigmund Freud denominase la “feminidad normal”; es decir, el retorno a los roles tradicionales, el trabajo doméstico, la maternidad, el matrimonio, y por supuesto, la tradicional concepción y función de ornamento.

Esta no es una afirmación apriorística, así lo ponen de manifiesto las representaciones mediáticas de este periodo en series como Hechizada, Mi bella genio, Los picapiedras, Los supersónicos, entre otros; aunado a la emergencia de la cultura de la compra a crédito y la producción masiva de electrodomésticos dirigidos a hacer aparentemente más cómoda y deseable la estadía de las mujeres en el hogar.

En este momento histórico, -en el que además cobrase fuerza la segunda ola del feminismo con demandas vinculadas a los derechos de la corporeidad de las mujeres como la anticoncepción, la libertad sexual y la crítica a su cosificación en los medios y la publicidad-, la belleza femenina -siempre privilegiada- cobraría fundamental importancia al convertirse en un medio para la desmovilización política de las mujeres. Estos ideales de belleza, de acuerdo con el sociólogo Francés Gilles Lipovetsky, “al minar psicológica y físicamente a las mujeres, haciéndolas perder la confianza en sí mismas, al absorberlas en preocupaciones estético-narcisistas, funcionaría como una policía de lo femenino, un arma destinada a detener su progresión social”.

Es en este contexto que la Barbie -aunado a los concursos de belleza en los cuales se expone y califica a las mujeres- se consolidó como el instrumento de socialización por excelencia de las niñas, naturalizando el mito de la belleza como el deber ser de la feminidad, pero además, legitimando en el inconsciente colectivo que ser bella significa ser alta, muy delgada, de cabello liso, rubio, ojos azules y rasgos europeos.

No obstante, como bien afirmase Iris Montaño en su ensayo Mujer, belleza y psicopatología, la Barbie no es un juguete inofensivo, por el contrario ha tenido repercusiones en la estructuración psicológica de la imagen corporal de niñas y mujeres a nivel mundial: “Brownell y Cols estudiaron las proporciones de talla, peso y contornos físicos de Barbie y Kent y encontraron que dichos modelos son poco realistas y pueden alterar la sensibilidad estética de los niños”.

Durante años, Barbie ha sido criticada por promover una imagen irreal del cuerpo de las mujeres, contribuyendo entre otros factores al sufrimiento de trastornos dismórficos corporales y trastornos alimenticios en quienes quisieran imitar su imagen. La Barbie por su belleza ha sido considerada un símbolo de éxito, por lo cual muchas niñas han crecido con la idea de someterse a modificaciones corporales para alcanzar sus estándares de belleza; así mismo, ha sido criticada por la ausencia de diversidad étnica, pues incluso las versiones latinas y afroamericanas de la muñeca han mantenido rasgos europeos.

Ha sido este año cuando por primera vez la empresa Mattel, bajo la premisa “El mundo de Barbie está evolucionando”, ha reconocido las críticas a las que ha estado sometida la muñeca, su interés por diversificar su imagen –sin dejar de hacer eco de que esta perspectiva responde a un decrecimiento en las ventas durante los últimos años- y contribuir a los procesos de aceptación de la imagen corporal -pese a mantener el mismo estereotipo de Barbie por más de 60 años-, afirmando que “los estándares de belleza no son restrictivos”.

Es por este motivo que esta empresa líder en la industria, que ha avergonzado y deteriorado el autoestima de las niñas con sus estándares de belleza irreales e inalcanzables, lanza al mercado una nueva línea denominada “Amanecer”, compuesta de cuatro tipos de cuerpos: tradicional, curvilínea, pequeña y alta, además de siete tonalidades de piel con las cuales todas las niñas “puedan sentirse identificadas”. No obstante, Mattel continúa sin representar a esa diversidad de la belleza de las mujeres, continúa cosificándolas, y más que un proceso real de inclusión y diversificación de la belleza femenina es posible afirmar que Barbie solo ha ampliado el espectro de sus estereotipos, incluyendo nuevas formas y colores en sus estándares de belleza.