El 12 de febrero la nación caribeña celebra el Día de la Juventud, una fecha marcada por la migración y futuros truncados

Juventud, divino tesoro... que están robando en Venezuela. Más del 60 por ciento de la población caribeña cuenta con menos de 40 años, una distribución poblacional que, según la teoría, ayudaría a la activación de los mercados laborales y producción económica del país. Sin embargo, la juventud en Venezuela ha encontrado su futuro trabado por las políticas implementadas durante más de una década bajo el modelo del 'Socialismo del Siglo XXI', lo que ha condenado a sus ciudadanos a dos grandes escenarios: la permanencia en un modelo incapaz de ofrecer garantías financieras, sociales y de seguridad o, simplemente, la inmigración.

Se estima que casi dos millones de venezolanos han emigrado a causa de la situación política que existe en el país latinoamericano. Unos datos preocupantes cuando se toma en consideración que el país se caracterizaba por ser, tradicionalmente, alojamiento para la inmigración y rara vez fuente de la misma. Según cálculos del sociólogo e investigador de la Universidad Simón Bolívar, Iván de la Vega, “en el año 1992 [cuando el propio Hugo Chávez organiza un golpe de Estado por las supuestas condiciones desfavorables de la población] había venezolanos en menos de 20 países, con apenas unos 30.000 residentes. Ahora, hay venezolanos en 94 países de los 193 miembros de la ONU, es un dato dramático”.

La migración de la juventud venezolana ha generado una importante 'fuga de cerebros', ya que en su mayoría se trata de personas con formación universitaria y especializada, que abandona el país para escapar de una situación de inflación, depreciación de la moneda, inseguridad jurídica y personal, así como limitado acceso a alimentación, fármacos, servicios de salud y de seguridad. “En una encuesta a 260.000 venezolanos en Estados Unidos, realizada con el Pew Center, 51 por ciento de ellos tenían grados universitario, con una edad promedio de 32 años”, afirma De la Vega.

“En Venezuela es más fácil que termines muriendo de hambre o con una bala en la cabeza a que saques adelante un proyecto con todo lo que aprendiste en la Universidad. Por eso hice las maletas y me fui del país”, indica Marcos Hidalgo, joven ingeniero radicado en Madrid. Su historia, similar a la de otros miles que también buscaron un mejor futuro en el exterior, es el reflejo de un modelo político fracasado que es incapaz de ofrecer las garantías mínimas para sus propios ciudadanos. No por casualidad, se percibe el mismo 'efecto de huida' en otras áreas del país, como, por ejemplo, es el cierre y cambio de sedes operativas de grandes compañías internacionales que, desde antes de Chávez, habían apostado por Venezuela y que, ahora, optan por Colombia, Brasil o México.

Aunque el Día de la Juventud debería servir para la reflexión, la fecha se ha adoptado con fines políticos. Mientras el Gobierno ha invitado a Miraflores a los estudiantes para demostrar su “apoyo” a las políticas estatales [muchos de ellos acuden bajo presión de las instituciones públicas afines del Gobierno, bajo amenaza de sanciones académicas o expulsión del centro], la oposición ha invitado a manifestarse contra la opresión de Nicolás Maduro, así como ya hicieron los jóvenes del Seminario y la Universidad de Caracas en 1814, cuando se unieron bajo una misma bandera y lograron vencer junto a José Félix Ribas.

El socialismo ha llevado a que Venezuela malgastara sus mejores recursos y ahora está poniendo en jaque a su más divino tesoro, los jóvenes que soñaban con levantar un país. Los mismos que ahora se ven obligados a hacer las maletas y destinar sus años y esfuerzos en el exterior. Tan lejos del hogar...