El pasado 25 de marzo se celebraron 60 años del primer tratado de la Comunidad Económica Europea: hoy es el día de Europa, hoy todos se preguntan sobre su futuro, atrapada entre Putin y Trump, que incitan y apoyan todos los movimientos separacionistas, que quieren dejar atrás la idea y el proyecto de una Europa unida.

El pasado 25 de marzo se reunieron en Roma todos los jefes de Estado de los 27 países miembros para reafirmar un acuerdo que ratifica la unión, mientras Putin apoya Marine le Pen en Francia y Trump aguijonea nuevas “exit”, después de haber alabado la Brexit. En Roma hubo manifestaciones a favor y en contra y todos esperan ansiosos los resultados de las elecciones en Francia y Alemania, donde los candidatos europeístas probablemente serán los vencedores, como ha sucedido recientemente en Holanda.

Europa, vista en el escenario mundial, se muestra débil y, a la vez, fuerte. En este periodo de cambios, vemos China como una nueva potencia mundial, India que da pasos de gigantes y los EE.UU que han iniciado un proceso de declino, donde el nuevo presidente demuestra una incapacidad de adaptación y una rigidez mental y política que pone en peligro el futuro de todos.

Y Europa es débil, porque política y económicamente aún no se consolida como realidad, pero, al mismo tiempo, es fuerte por todas sus posibilidades de innovación, conocimientos, creatividad, servicios y productos, siendo, en caso de una integración mayor, un mercado vivaz de 500 millones de habitantes con un estándar de vida relativamente alto y con una mano de obra altamente calificada, motivada y flexible.

Europa, sobre todo, es fuerte en cultura, historia, arte, ciencia, educación y también a nivel social y de propuestas políticas. Europa, en estos momentos, es el único territorio capaz de ofrecer una alternativa social, humana y de desarrollo al capitalismo predador de Oriente, que destruye en vez de construir, y a la ideología populista, que se ha impuesto en los EEUU y que se funda en un nacionalismo estrecho, un proteccionismo sin sentido y una idea de futuro que pertenece tristemente al pasado, ya que promueve la construcción de murallas, el aislamiento comercial, cultural y la exclusión social.

Ideológicamente, el mundo está huérfano de ideologías y visiones político-sociales, y la única tierra fértil para nuevos proyectos que puedan conjugar el ambiente, el desarrollo humano, una economía sostenible y una democracia que respete los derechos civiles y garantiza las libertades individuales, sin imposiciones públicas en la vida privada, es Europa y, en este sentido, el continente representa la mejor carta como modelo político para las generaciones futuras.

Europa como baluarte de los derechos humanos, de la vida civil, de un progreso con sentido y con la posibilidad de una economía fundada en la vida, el ambiente, el respeto de las reglas, el consenso, el bien común y los límites morales. Por estos motivos, a pesar de ser crítico con la situación actual y la falta de coraje, saludos a esta nueva Europa que renace y festejo estos 60 años, que son el inicio de un largo proceso de integración, diversidad e innovación económica, social y cultural, porque sin una Europa fuerte muere el futuro y la posibilidad de crear alternativas mejores a las existentes.

La vieja Europa es nuevamente la cuna de las nuevas utopías y del mañana. El encuentro de los jefes de Estado de la Unión Europea terminó con un acuerdo unánime por una Europa fuerte y responsable socialmente, que sea capaz de encontrar nuevas posibilidades de desarrollo y equilibro para aumentar y consolidar el bienestar de su gente, contribuyendo también al bienestar de toda la comunidad internacional, confirmando, además, la indivisibilidad incluyente de la unión.