A cada hora que pasa las tensiones internacionales van creciendo a la par que se va haciendo patente la incapacidad de los involucrados para encontrar una salida pacífica al conflicto. Estados Unidos y Corea del Norte han ido subiendo la apuesta y ninguno quiere echarse atrás para no perder todo lo que se ha puesto en el bote. Solo falta saber a quién le podrá más la presión y tirará la primera piedra.

Y es que más que un conflicto entre países parece más un conflicto entre personalidades. Es una guerra de egos en la que tanto Donald Trump como Kim Jong-un están dispuestos a arrastrar a sus respectivos países y al mundo entero si es necesario con tal de prevalecer sobre el otro. Es como una pelea de bar en una película del oeste en la que los contendientes acaban involucrando a todo el mundo allí presente y tras la cual el bar acaba completamente arrasado.

Los contendientes

A primera vista resultan curiosas las similitudes entre ambos líderes y no precisamente porque ambos lleven característicos peinados. Cierto es que Trump no heredó el poder de su padre, pero sí que heredó su fortuna, y eso en el capitalismo imperante en EEUU bien puede significar lo mismo. Ambos han tenido acceso a una educación privilegiada y en lo relativo al aspecto militar, Donald fue a una academia militar aunque evitó servir en la guerra de Vietnam mientras que Kim posee el rango de mariscal tras heredar el poder de su padre.

Los dos han pertenecido a la élite de sus respectivas sociedades creciendo alejados de los sectores desfavorecidos de las mismas. Respecto a sus personalidades, aunque se tiene mucha menos información del líder norcoreano que del magnate neoyorkino, nadie se pillaría los dedos al afirmar que a Kim Jong-un le gusta que veneren su figura tanto como a Donald Trump le gusta ver su nombre en grandes letras doradas en la Quinta Avenida. Se dice –y lo deja bastante claro en Twitter- que el presidente estadounidense tiene un carácter fácil de soliviantar, pero eso es algo que tampoco se podría negar de su contrario.

Los amigos involucrados

Una vez empiecen los primeros "puñetazos", la incorporación de nuevos actores al conflicto será algo inevitable. En este sentido sería EEUU quien proveería de aliados a los dos bandos, pues su política exterior le ha hecho cosechar tantos aliados como enemigos a lo largo de los años mientras Corea del Norte es un país aislado que no cuenta con una agenda muy abultada de amigos. Actualmente Rusia e Irán no andan muy contentos con EEUU tras su reciente bombardeo en Siria mientras que por su parte China ha apoyado el envío de un portaaviones estadounidense a Corea. En el caso de que el conflicto pasase a mayores no sería de extrañar que más Estados afines y contrarios a ambos bandos decidan sumarse a la contienda.

Sin embargo, la actual política interna de los países está muy dividida y los Gobiernos no suelen gozar de una gran mayoría que les permita tomar decisiones arriesgadas. La entrada en una guerra podría provocar una grave desestabilización interna que podría conllevar a su vez un conflicto doméstico –otra cosa es que los respectivos Gobiernos tomen esto en consideración.

El bar

La realidad es que cada día se escuchan más tambores de guerra, pero no se oyen voces que aboguen por la paz. No se ven ideas que ayuden a solucionar el conflicto evitando el enfrentamiento militar, pero sí se ven fotos de las bombas de ambos bandos. Al igual que en los años previos a la Primera Guerra Mundial, la sensación general es de guerra y la escalada armamentística aumenta. Se nos olvida que esta guerra no solo provocaría una desestabilización a nivel global, sino que esta vez el bar puede quedar tan destrozado que no haya forma de reconstruirlo. Y no hay otro bar.