El 20 de diciembre de 1973, la banda terrorista ETA asesinaba, con una bomba fabricada para el acontecimiento por EE.UU en la base militar de Rota, al almirante Luis Carrero Blanco, presidente del Gobierno en la dictadura franquista. El caso quedó archivado al llegar la Transición y los terroristas, que nunca fueron juzgados, se pudieron acoger a la Ley de Amnistía del año 77, quedando libres de culpa o posible enjuiciamiento.

Pues bien, una chica llamada Cassandra, en 2017, 45 años después y en plena democracia consolidada, hace unos chistes sobre aquel acontecimiento en una red social y es ella la que acaba siendo condenada a un año de cárcel e inhabilitación para ejercer cargos públicos. Ninguna persona, ni los asesinos, nadie salvo esta chica ha sido condenado por aquel atentado, aun cuando los propios familiares de Carrero Blanco han expresado lo absurdo del juicio por hacer un chiste.

Pero este de Cassandra es solo un caso de muchos que hay y que han surgido en los últimos años, como un intento institucional de marcar las fronteras no sobre las formas, sino sobre los temas que se pueden o no tratar desde el humor.

¿De qué tiene miedo la derecha cristiana en España que ha retomado un tono inquisidor más propio de El nombre de la rosa con respecto al humor y es más intransigente ahora que hace 35 años? Quizás el humor les recuerda que, si bien pueden ganar guerras civiles y elecciones al Congreso, no pueden conseguir que su idea de España y de Dios sea totalmente compartida, que tenga el mismo significado o el mismo simbolismo para todos los habitantes del país. Hace 35 años no tenían miedo porque, aunque había muerto Franco, aún eran dueños de la voluntad nacional, pero hoy en día, en la era tecnológica, esa capacidad de captación se diluye, esa manipulación ancestral es mucho más complicada cuando cada persona tiene un dispositivo en su bolsillo con acceso a millones de fuentes de información distintas... y es ahí donde atacan y crean el desconcierto.

Si consiguen crear un movimiento judicial que castigue el humor a través de las redes o la televisión, que es donde acude más gente, cuando ese humor es negro, o se ríe de atentados, o de dioses, o de figuras históricas de la derecha, entonces estarían creando un mecanismo disuasorio entre las personas que se verían amenazadas y dejarían paulatinamente de usar el humor en ciertas áreas y en ciertos círculos mediáticos o tecnológicos. Ya que no sólo han sido denunciados y condenados los tuiteros, sino que famosos presentadores de televisión como el Gran Wyoming y Dani Mateo han sido denunciados por hacer chistes sobre el Valle de los Caídos, que es un monumento del franquismo, construido por prisioneros obligados a trabajos forzados, coronado por la cruz más grande de España.

No puedo sino acordarme de El nombre de la rosa, la película antes mencionada, basada en una fantástica y lúcida novela de Umberto Eco, donde un monje franciscano interpretado por Sean Connery llega a una abadía y se ve en medio de una serie de crímenes que está empeñado en resolver. En una escena, este monje franciscano, Guillermo de Baskerville, entra en una sala donde los monjes transcriben e ilustran libros. Un ratón pasa por delante de uno de los monjes, asustándolo y provocando las risas de los demás, hasta que un anciano aparece en escena recriminándoles su comportamiento; este monje es Jorge de Burgos. Entonces, Guillermo le pregunta qué tiene en contra de la risa, a lo que éste responde:

«La risa es un viento diabólico que deforma las facciones y hace que los hombres parezcan monos. La risa es un atributo humano, como el pecado; Cristo nunca rio, en ningún momento de las Escrituras dice que riera».

Es verdad, no hay ningún pasaje de la Biblia donde diga que Jesús riera, que se dejara llevar por el humor en alguna ocasión (Mahoma tampoco rio nunca)... y puede que este sea un posible germen que haya provocado que el mundo de las religiones expansionistas sea un mundo oscuro, donde el humor era y es motivo de persecución, ya que a través del humor se produce una liberación, la risa libera, hace a las personas felices más felices y a los tristes, menos miserables. Sería muy diferente si la Biblia dijera al menos una vez que Cristo rio, que Pedro tropezó, por ejemplo, cayó en la red llena de peces y Jesús se meaba de la risa... y la religión tendría más luz, estoy convencido.

Cuando Guillermo de Baskerville descubre la verdad sobre los asesinatos en la abadía, concluye y descubre que ha sido Jorge de Burgos, el monje anciano enemigo de la risa, el que ha matado a los demás monjes haciéndoles leer un libro de Aristóteles con las páginas envenenadas, el desaparecido segundo libro de poética, dedicado a la comedia. Jorge, al ser descubierto, consigue escapar a través de la biblioteca. Para descubrir dónde está, Guillermo empieza a hacerle preguntas sobre el porqué de su odio a ese libro y, mientras se acerca a su escondite, Jorge de Burgos dice:

«La risa mata al miedo y sin miedo no puede haber fe, porque sin miedo al diablo, ya no hay necesidad de Dios... ¿Podemos reírnos de Dios? El mundo desembocaría en caos».

Quizás quieren que sigamos temiendo al diablo, al franquismo, a los dictadores con sotana que envenenan desde los púlpitos con discursos de odio sobre gais y defensa de la pederastia; ellos no son denunciables por lo que dicen porque no usan el humor, lo dicen muy en serio.

Al decir «¿podemos reírnos de Dios?» no está más que hablando de los símbolos, ¿nos podemos reír de los símbolos? Para mi es obligatorio poner, sin miedos, patas arriba los mundos simbólicos ajenos y, sobre todo, los personales, no aceptar como real algo por el hecho de que nos satisfaga o por ser un dogma familiar; es obligatorio porque la ausencia de humor es también la ausencia de crítica y sin crítica no hay capacidad de libertad, aunque la ofensa sea parte de la ecuación.

Una ofensa nunca sería tan cruel como lo es la prohibición de hacer humor que ofenda.

Y si, como Cassandra, no la tuitera condenada por sus chistes, sino la del famoso mito griego, tuviéramos la capacidad de ver el futuro: sin duda veríamos cómo el humor vuelve a ser castigado desde distintos estamentos y vuelve a surgir el debate, pero nunca tendríamos una visión del futuro en la que el humor fuera limitado.

Ya, es casi ridículo volver a afirmarse en la libertad de expresión como motor social; roza lo aburrido porque la censura definitiva que la religiosidad reprimida intenta conseguir nunca será concretada de ninguna manera, es una antiutopía ultraconservadora inalcanzable... ni a Carrero Blanco le pusieron el listón tan alto.