La actualidad política americana se ha visto impregnada por lo que popularmente se conoce como populismo.

Y menciono popularmente a pesar de la redundancia, justo porque la primera acepción de populismo es popularismo.

O sea, una «tendencia o afición a lo popular en formas de vida, arte, literatura, etcétera». Donde, en este caso, el etcétera se refiere precisamente a la política.

Específicamente, la «tendencia política que pretende atraerse a las clases populares».

Y como esa tendencia molesta a la élite política, justamente por ser una «minoría selecta o rectora» que gobierna. ¡No son populares!

Han denigrado el término, usándolo en su sentido más despectivo, usándolo en sentido peyorativo.

La élite política del populismo de derecha lo utiliza para denigrar el resurgimiento de la corriente populista en Latinoamérica, denominado «populismo de izquierda» o neopopulismo.

Olvidando que ellos mismos son una variante del populismo que combina la demagogia, el antielitismo, el antiintelectualismo y, en ocasiones, el autoritarismo, junto con políticas consideradas de derecha, como el conservadurismo cultural, el nacionalismo patriótico o la oposición a la inmigración y a la corrección política.

Caso clásico, actual y relevante en América no Latina: ¡Donald Trump!

Y el populismo latinoamericano olvida, omite y no reconoce que justamente sus líderes populistas han ganado reconocimiento y notoriedad dentro del pueblo y el electorado, por su uso de la demagogia y la retórica política para engañar y seducir.

Caso clásico, actual y relevante en América Latina: ¡Nicolás Maduro!

Lo que me lleva a la segunda parte del asunto.

¿Nos dejamos engañar y seducir por la retórica y la demagogia del discurso populista? ¿ O nos la creemos?

Me refiero a si verdaderamente creemos que las «soluciones» que da o señala el populista son la respuesta a los problemas que tiene o afronta el país, tanto en su condición y situación interna (nacional) como externa (internacional).

Piénselo. Tal vez, si lo analiza un poco, se dará cuenta de que, muchas veces, las cosas no son como las pensaba, que hay otras soluciones, quizás mejores; que también hay otras alternativas, quizás más practicas; que también otros caminos, quizás más amplios, rectos y rápidos.

Analícelo. Por su futuro, el de su familia y el de su país, dependerá de lo que usted decida a la hora de votar.

Medítelo. Porque si hay algo cierto en esta vida es que, no hay peor engañado que, quien se cree su propio engaño.

Y si quiere votar por un populista que sea porque verdaderamente representa al pueblo, no por su florido discurso de retórica y demagogia política.