Cinco días estuvo el papa Francisco en Colombia. En Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena generó ovación, esperanza y reflexión. ¿Sus palabras calaron? La respuesta se develará no por acción divina, sino por acción humana. La clave, paz y reconciliación.

Sobre la visita del papa Francisco a Colombia no quedará mucho más por escribir, pero sí sobre la magnitud de lo que puede suscitar una persona en un pueblo. La viví desde la distancia, las redes sociales que frecuento habitualmente parecían estar sincronizadas para hablar y decirme: «Ni se te ocurra que vas a ver algo diferente en estos días, pues estamos en #modopapa». Y así fue. Fotos, selfies, vídeos, mensajes sobre sus discursos, noticias, crónicas, anécdotas y mucho más…

Sin duda, su presencia en el país es un hecho histórico, pero debo confesar que aquello que observaba, escuchaba y leía, me generó, de igual modo, varias preguntas en torno a nuestro propio devenir. «Y quise venir hasta aquí para decirles que no están solos, que somos muchos los que queremos acompañarlos en este paso; este viaje quiere ser un aliciente para ustedes, un aporte que en algo allane el camino hacia la reconciliación y la paz», aseguró el Sumo Pontífice, durante su paso por Bogotá.

Es cierto, no estamos solos, pero un buen comienzo sería que los colombianos estuvieran con los colombianos. Miles de personas se congregaron para verle; y con rostros de alegría, asombro, esperanza e ilusión, esperaban sus palabras y sus mensajes. Colombia está en un momento clave de su historia, así como lo fue el momento que eligió el papa para visitarla. Parece claro que desde afuera lo ven... ¿nosotros también?

«Hace falta llamarnos unos a otros, hacernos señas, como los pescadores, volver a considerarnos hermanos, compañeros de camino, socios de esta empresa común que es la patria», fue otro de sus mensajes. No se trata de compartir las mismas creencias religiosas, de confiar o no en la iglesia católica, de ser agnóstico o fiel seguidor. Se trata de escucharnos, de llamarnos unos a otros y actuar, pues ya «es hora de sanar heridas, de tender puentes y de limar diferencias».

En su último día, el papa Francisco visitó el barrio San Francisco, uno de los más pobres de la ciudad de Cartagena, lo que da muestra de la importancia de ser conscientes de la realidad y eso empieza, precisamente, por no intentar ocultarla, sino por develarla para cambiarla. No sé el alcance de lo que es ver al papa a poco metros de distancia o incluso poder cruzar unas palabras con él, y de hecho tampoco sé si algún día lo haré, pero más allá de eso, lo que transmitió es aquello que realmente quisiera experimentar.

«Este Papa tiene algo que hace que todos, a pesar de las diferencias, sintamos la misma simpatía por él y terminemos acá, reunidos», afirmó una mujer que fue a verlo. Colombia es un país mayoritariamente católico y no es sorpresa que contar con su presencia nuevamente en territorio nacional, después de 31 años (Juan Pablo II lo hizo en 1986), cause revuelo.

Una cifra, en particular, me llamó la atención. Según reveló el vicepresidente de la República, Óscar Naranjo, durante la visita del papa Francisco a Colombia, se registró una reducción de casi un 60% en la cifra de homicidios en el país. En Bogotá no se presentó ni uno solo. En la capital del país, además, informó la Policía Nacional, los actos vandálicos se redujeron un 51%, en Medellín un 71%, en Cartagena la reducción fue del 69% y, en Villavicencio, del 53%. ¿Esto puede continuar así, aunque el papa ya no esté? Ese es el verdadero reto.

Me gustaría pensar que, sin necesidad de una visita de tal magnitud, nos diéramos cuenta de la importancia de lo que tenemos, de lo que enfrentamos y de lo que podemos hacer para lograr que el balance de esos cinco días sea parte de nuestra realidad. No solo un buen recuerdo, que ya pasó. Aunque claro, llenar de esperanza y motivación a un país desangrado por la violencia es una buena razón para decir: ¡Papa, bienvenido una y otra vez! Pero esa próxima vez, que sea: ¡Papa, bienvenido a este país en paz! Y que para que ese día, ese #Modopapa sea también en #Modopaz, permanente.