Como lo humano admite grados y pluralidad de estratos y dimensiones que se modifican con el tiempo, no es posible establecer reglas fijas que relacionen al ser humano con la verdad; pero gracias a una generalización de carácter moralista - objetivo, es posible pensar que tal relación se puede lograr en esta época, con una sencilla fórmula que, en 1978, el filósofo español Julián Marías, distinguía con claridad. Con tanta claridad que parecieran palabras escritas para los «intelectuales» y para los politicos de esta época:

  • Vivir en el ámbito de la verdad

Esto acontece siempre que una persona vive apoyándose en un repertorio de verdaderas creencias, en las cuales está auténticamente encarnada su existencia. Ese repertorio puede ser angosto o amplísimo, tosco o preciso; en todo caso, el hombre descansa sobre ese supuesto, del cual es realmente solidario, y vive -entonces- en rigurosa autenticidad.

  • Vivir en el horizonte de la verdad

Esto acontece cuando se busca la verdad, haciéndolo en la medida en que no se la tiene o resulta deficiente. Naturalmente, la verdad que se pretende y busca será de otra índole que la anterior; no una verdad en que «se está» o creencia en sentido estricto, sino una verdad a la que «se llega».

  • Vivir al margen de la verdad

Esta es una situación que es mucho más frecuente que las dos anteriores, porque son mayoría las épocas en que el sistema de creencias está, por lo menos, agrietado y trunco, y son muy pocas las personas capaces de la violenta distensión requerida por la indagación de la verdad y esta posibilidad no tiene nunca carácter social (y ésta es una de sus peculiaridades). Lamentablemente, esta forma de vida, que es la de la inmensa mayoría de los hombres, incluso la de los intelectuales de profesión, es la vida en la verosimilitud; y, por supuesto, su raíz última es la frivolidad y el esnobismo oportunista.

  • Vivir en contra de la verdad

Esta es una situación extremadamente anormal y paradójica, pero por diversas distorsiones históricas y sociales ha dominado en la humanidad. La ideologización facilita el engaño y la politización lo oficializa; en consecuencia, se afirma y quiere la falsedad a sabiendas y se la acepta tácticamente.

En torno al último punto, el filósofo es tajante afirmando: «Hay en el mundo actual múltiples temas - que están en la mente de todos y no es menester enunciar». Y es preciso preguntándose: ¿Por qué esta voluntaria adscripción a la mentira en cuanto tal? Y Marías se contesta: «La razón no es demasiado oculta: en el fondo, se trata simplemente del miedo a la verdad».

El aquí y el ahora nos coloca de frente a tres reflexiones-acciones

Quienes se autocalifican de intelectuales y además le ponen el adjetivo de «izquierda» parece que viven en el pasado, cerrando ojos y oídos al hecho de que en la actualidad no hay canon o lista oficial de ideas aceptables u «oficiales». Y conste no nos referiremos a los intelectuales que provengan del sector de la derecha,toda vez sabemos que casi no los hay, pues su intelecto lo dedican a hacer dinero por medio de empresas,al margen,por tanto, de las inquietudes globales,aunque sí medrando del mundo por medio de sus empresas depredadoras.

Así vivimos en el mercado de las ideas que mutan día a día, al son de la moda, la publicidad, las relaciones entre los productores y los consumidores, en donde no queda a salvo nada del mundo de la comunicación que se nutre de esa «información» ya distorsionada para reciclarse y volver a introducirse en nuestro discurrir diario. Esa mutación diaria obliga a tener en cuenta:

Primero:

La cultura emergente que se está imponiendo, estriba precisamente en que admite desacuerdos acerca de las ideas que merecen tomarse en serio. A diferencia de los intereses intelectuales previos, radicalizados, distorsionadores, las propuestas que provengan de los intelectuales ,sean de letras o de ciencia, no son ya disputas marginales sino que trascienden el ámbito de lo local, o lo continental y en virtud del llamado efecto Mariposa (en donde el batir de alas de un insecto en el Amazonas sumado a otros factores crea distorsiones climáticas en Europa, por ejemplo) terminarán afectando las vidas de todos los habitantes del Planeta. Y es así, porque –irremediablemente- es necesario reiterarlo, el quehacer del intelectual incluye la comunicación y ella puede ser o no el «pegamento de la sociedad», o el «ácido que la corroe», según se la utilice y los valores o antivalores que la originen. Esto es, un intelectual al momento de exponer una idea puede incurrir en un acto profundamente ético o por lo contrario puede también entrar en colisión con ella.

Segundo:

Las ideas emergentes de los intelectuales no deben ceñirse a la reiteración oportunista de verdades obsoletas, por lo contrario, deben surgir del conocimiento y de la aplicación de la amalgama de acciones globalizantes en que se mezclan las disciplinas del conocimiento en áreas como la biología evolutiva, la genética, la informática, la neurofisiología, la psicología, la biología, la física; y asimismo de las provenientes de la economía, la religión, la antropología, el derecho. Y por supuesto que todo ello concurre en la política, y sobre todo en ella, porque es un hipercontexto que baña todo el quehacer societario.

Tercero:

Para quien se autocalifique de intelectual y deba «pontificar» sobre el orden político en que visualiza encasillada a una sociedad dada, es necesario darse cuenta que las «verdades» de antaño, han quedado encasilladas, ahogadas por los nuevos conocimientos y no son aplicables hoy en día, por lo que debe partirse de una nueva filosofía omnicomprensiva que de origen a un nuevo conjunto de paradigmas. Es necesario entender -digámoslo claramente- que las definiciones absolutistas de Marx (tanto como las de Smith han quedado groseramente al margen de ser verdades y no pueden seguir aplicándose urbi et orbi al ámbito de lo social sin entender que han surgido nuevos conocimientos que dejan esos «paradigmas» fuera de la actualidad del conocimiento. A ello aluden con criterio realmente modernos dos pensadores politicos ,cuyas ideas de vanguardia deben ser tomados en cuenta, aunque lamentablemene sean mucho menos conocidas que los citados.Me refiero al francés Alan Touraine y al polaco Zygmunt Bauman.

El nuevo contexto Mente-Planeta-Universo

Comenzamos afirmando que la corrupción en el ámbito de la política consiste en que ,desde el ámbito de lo privado o desde el ámbito de lo público se confunde groseramente el Bien Personal con el Bien Común ,pero ahora podemos decir que de la misma manera: quien se autocalifique de intelectual, para serlo con justicia, debe estar en capacidad de no confundir burdamente sus ideas apriorísticas y obsoletos con aquella aproximación a la verdad que surge cuando se entiende - acertadamente - como es que funcionan nuestras mentes, en sus complejas interacciones con la sociedad, el Planeta y aun con el Universo. Quien no posea esta capacidad -aunque se siga autocalificando de intelectual- está inmerso en el error y por ende en la corrupción.

El intelectual de estas fechas, para autocalificarse como tal -despojándose de mitos- debe estar en capacidad de emitir criterios sobre los mecanismos de auto-organización que pueden funcionar en niveles locales, pero entendiendo- a su vez- que en su conjunto el desorden del Universo aumenta de acuerdo con la segunda ley de la termodinámica, que requiere aplicarse tanto a lo físico, como al tejido de lo social.

Y aunque parezca especulativo todo intelectual que se califique de tal, debe estar actualmente en capacidad de entender términos como pléctica, concepto acuñado por el físico norteamericano Murray Gell-Mann (Nobel de Física en 1969), uniendo los conceptos de simplicidad y complejidad , para definir que lo nos rodea, sea material o abstracto, procede de reglas muy simples que van desde un orden inicial hasta la inclusión del azar, asociado con la indeterminación y que además va evolucionando, en múltiples formas, hacia lo complejo.