Los trabajadores y sus organizaciones sindicales dieron una larga y encarnizada lucha para lograr que se fueran implantando sistemas de seguridad social (accidentes del trabajo, salud, previsión, subsidios o seguro de cesantía, de vacaciones, etc.), lucha que comenzó en Europa en la segunda mitad del siglo XIX, pero que vino a lograr resultados concretos recién a comienzos del siglo XX.

Su implementación no fue fácil, porque ello implicaba un costo o gasto suplementario para los empleadores, y por ello, la única manera de implantarlo era coercitivamente por ley de aplicación general y de orden público.

Financiación histórica de la seguridad social

Desde un comienzo, la base para el cálculo de las cotizaciones de seguridad social fueron las remuneraciones de los propios trabajadores, lo que evidentemente generaba un mayor gasto para las empresas. El mayor gasto que generaban estas cotizaciones en las empresas, ya sea como gasto suplementario a las remuneraciones, y en parte descontándolo a los mismos asalariados, no generaban desequilibrios importantes de competitividad entre empresas de diversos países, fundamentalmente por tres razones:

  1. La actividad de estas empresas estaba dirigida principalmente hacia el mercado interno, y ello no generaba desequilibrios de costos suplementarios, porque todas las empresas de un mismo país debían asumir cargas similares de seguridad social.

  2. En el comercio internacional entre empresas de países industrialmente desarrollados, tampoco generaba desequilibrios de importancia, en razón que las diferencias de salario, de tiempo de trabajo, de tiempo de vacaciones y de las cotizaciones de seguridad social, tampoco eran muy importantes entre estos países.

  3. Las empresas de los países subdesarrollados podrían haber generado desequilibrios importantes con las de los países industrializados, en razón de los bajos salarios y escasos o casi nulos gastos de seguridad social. Sin embargo, estos desequilibrios fueron muy marginales, porque los productos de exportación de estos países eran preferentemente materias primas, por lo que prácticamente no había competencia con los países industrializados.

En consecuencia, y es lo que nos interesa de este análisis, la remuneración como base para el cálculo de las cotizaciones sociales, era un buen sistema de financiamiento de la seguridad social, porque el mayor gasto que la seguridad social implicaba para las empresas, no generaba desequilibrios de competitividad entre las empresas tanto interna como internacionalmente, o dichas diferencias eran marginales.

Los problemas derivados de la globalización

Pero todo comenzó a cambiar desde fines de los años cincuenta del siglo pasado, cuando Japón comienza a invadir el mercado mundial con productos industriales de mucho menor costo que los demás países desarrollados, gracias a la innovación y muy menores costos salariales y de cotizaciones sociales. Algunos años después, otros países del sudeste asiátics se suman a la exportación de productos industriales a precios muy competitivos, donde las menores cargas salariales pasan a tener un rol importante para ganar mercados.

El golpe final a este proceso lo da China, que desde mediado de los ochenta del siglo pasado se transforma en una potencia exportadora de productos industriales, de servicios y en la actualidad de capital.

Con la mundialización o globalización del comercio y de la economía, se genera una poderosa presión hacia la minimización de los costos salariales y de seguridad social, porque en una economía de mercado, desde que Adam Smith definió sus leyes, el mercado tenderá siempre a encontrar su punto de equilibrio en el costo menor.

En lo que respecta las cargas salariales, incluidas las de seguridad social, el menor costo se encontrará siempre en aquellos países donde se trabajan más horas por semana, con menos vacaciones, con salarios inferiores y con cotizaciones de seguridad social muy bajas o inexistentes. Esta presión comienza a resquebrajar la seguridad social de los países europeos.

Mientras más se mundializa la economía, y que las cotizaciones sociales continúen basándose en las remuneraciones, para enfrentar la presión de los bajos costos salariales de los países emergentes, las empresas más importantes del primer mundo han recurrido:

  • A trasladar sus fábricas a China o países similares, o hacer fabricar sus productos en China con su propia marca. En la actualidad, desde las mundialmente conocidas marcas electrónicas japonesas, hasta las más reputadas marcas mundiales del prêt-a-porter, son hechas en China.

  • A recurrir cada vez más a la robotización, puesto que los robots están exentos del pago de salarios y de cotizaciones de seguridad social.

  • Una tercera solución, a la que recurren las empresas más pequeñas de los países desarrollados e incluso en países subdesarrollados, es emplear trabajadores no declarados (travail au noir), que se abastece principalmente con inmigración ilegal.

Todas estas medidas a las que recurren las empresas de los países desarrollados, constituyen ciertamente una solución a sus problemas de costos salariales y de seguridad social, pero de corto plazo, pero no es una solución de fondo, puesto que la seguridad social al basarse en las remuneraciones, su recaudación «es función» del número de asalariados que cotizan (población activa), y si ellos disminuyen porque la empresa cierra, porque se robotiza o no declara a sus trabajadores, ello obliga a aumentar la cotización por cada trabajador activo lo que igualmente afectará los costos de todas las empresas.

Como la mundialización del comercio y de la economía no puede ser detenida, a los países con avanzados sistemas de seguridad social, no les queda otra solución que desvincular las cotizaciones de seguridad social de las remuneraciones, porque ya no es factible volver atrás en los avances logrados en previsión, salud, vacaciones, subsidios de cesantía, etc.

Soluciones propuestas

Las soluciones que se han propuesto:

  • Financiamiento con impuestos generales del Presupuesto

China y otros países con economía centralmente planificada, han tenido un gran éxito en el comercio globalizado, entre otras razones, porque sus empresas no soportan gastos de seguridad social, porque ellos se financian con impuestos generales del Presupuesto Nacional.

  • El IVA social

Algo parecido hizo Dinamarca, que para combatir el desempleo, suprimió las indemnizaciones de despido como gasto del empleador, dejándolas a cargo del Estado, financiándolas mediante un aumento del IVA, a raíz de lo cual nació el concepto de IVA social. Esto permitió que se reactivara el mercado del trabajo, y que el nivel de cesantía de Dinamarca disminuyera notablemente.

  • La privatización de la previsión

También existe la solución del neoliberalismo, que consiste en transformar la seguridad social en una mercancía a la que tendrán acceso solo los que la puedan comprar, caso en el que se encuentran las AFP chilenas1, y que se han adoptado en varios otros países. El resultado de este sistema es peor que todos los otros, porque entrega pensiones miserables y de todas maneras se debe recurrir al Presupuesto para financiar la previsión y la salud, de todos los que quedan al margen de este sistema. Es lo que ocurre en Chile, razón por la cual ha surgido el masivo movimiento ciudadano NO+AFP, que quiere suprimirlas.

Las ventas como base para el cálculo de los aportes a la seguridad social

He aquí nuestra solución: desde hace ya muchos años, venimos proponiendo una nueva forma de financiamiento de la seguridad social: que las cotizaciones ya no se financien en base a las remuneraciones sino en base a las ventas o ingresos de las empresas u organizaciones. Lo que tendría los siguientes beneficios.

  • Favorece al productor nacional frente a las importaciones

Cualquier sistema de cotización social que esté basado en las remuneraciones, afecta casi exclusivamente los costos de los productos fabricados al interior de un país, porque las cotizaciones sociales basadas en las remuneraciones, son costos, solamente para las empresas que fabrican en el país, mientras que por los productos importados, al no pagar remuneraciones en el país que los importa, no pagan cotizaciones sociales.

  • Favorece al pequeño productor gran generador de mano de obra

El pequeño comerciante que por trabajador empleado vende varias veces menos que las grandes tiendas y supermercados, será favorecido por el hecho que las cotizaciones ahora las pagará por lo que vende y no por las remuneraciones que paga. Todo pequeño productor pagará menos gastos de seguridad social que las grandes empresas, que facturan varias veces más por trabajador empleado.

Al bajar el costo de las cotizaciones sociales de las pequeñas empresas, estas pueden aumentar su competitividad e incluso contratar nuevos asalariados. En Chile, los sectores que aumentarían sus contribuciones a la seguridad social, serían las grandes empresas exportadoras de materias primas, como las mineras y forestales, que emplean muy poca mano de obra, pero que facturan sumas fabulosas, que les permiten obtener fabulosas utilidades, por lo que pueden absorber sin problemas el aumento que representará para ellas las cotizaciones sociales en base a las ventas.

  • Financiamiento asegurado

Finalmente, la cotización en base a las ventas en vez de las remuneraciones, ya no será pagada sólo por los trabajadores activos, sino que por todos los consumidores, lo que permite aumentar la cotización-tributo en muy pequeñas proporciones, en el caso que el sistema se desfinanciara en algún momento.

Esto significa además, que el sistema podrá siempre estar financiado, lo que no ocurre actualmente con las cotizaciones en base a los salarios, puesto que con el envejecimiento de la población, los pensionados son cada vez más numerosos en relación a la población activa que debe soportar el peso de las cotizaciones en base a las remuneraciones.

En suma, financiar la seguridad social de manera autónoma mediante cotizaciones-tributos en base a las ventas, es el único sistema que permite no solo conservar lo adquirido sino que mejorarlo, lo que a la vez permite favorecer la producción nacional frente a la importación, y al pequeño empresario creador de empleo frente a los grandes, que lo único que aumentan es su cifra de negocios.

La ideología en la resistencia al cambio

Cuando en Europa se inició la discusión sobre el IVA social, que en cierta manera es parecido al sistema que proponemos, la mayor parte de los argumentos que se oponían al IVA social, (se puede ver en Google), son de orden político-ideológicos.

Se argumenta que el IVA, al ser un impuesto indirecto es regresivo y por ello esta opción no sería válida, olvidando o desconociendo que las cotizaciones sociales tienen para el consumidor el mismo efecto regresivo que el IVA y en general que los impuestos indirectos.

Este mismo tipo de críticas podrían recibir a nuestra proposición de establecer cotizaciones sociales basadas en la cifra de negocios o ventas, porque al ser una cotización en base a las ventas podría ser asimilada con la regresividad del IVA.

Estas críticas son ideológicas y adolecen de un gran desconocimiento técnico en esta materia, al trasladar mecánicamente la vieja discusión entre impuestos directos e indirectos, olvidando completamente, que las cotizaciones sociales son tan regresivas como el IVA o cualquier otro impuesto indirecto al consumo, porque al ser un costo para la empresa, ésta no hace sino «incorporar» dicho gasto en el costo total que determina el precio. De esta manera, la cotización de seguridad social es tan parte del precio de un producto, como el propio IVA, es decir es tan «regresivo» como el IVA.

En consecuencia, que las cotizaciones sociales se calculen en base a las remuneraciones o las ventas, igualmente se deben incorporar al precio del producto y que pagan los consumidores.

En la actualidad, la seguridad social está desfinanciada en casi todos los países de Europa, y en particular la previsión. La solución que se ha estado proponiendo es aumentar la edad de jubilación, pero ello solucionará el desfinanciamiento en el corto o mediano plazo, pero el desfinanciamiento reaparecerá inevitablemente en el futuro, porque la robotización de los sistemas productivos y el envejecimiento de la población, no pueden ser detenidos.

A nuestro entender, más temprano que tarde, los países europeos se verán obligados por la fuerza de las cosas, a cambiar la base de las cotizaciones sociales, sobre todo las previsionales, desde las remuneraciones a las ventas.

Nota

1 Administradora de Fondos de Pensiones (AFP), son empresas creadas en Chile, en 1980, por la dictadura, para reemplazar la previsión estatal del sistema de reparto muy similar al europeo. Hoy todas las AFP pertenecen a enormes conglomerados financieros internacionales. Con este sistema, profesionales con 40 años de cotizaciones, jubilan con menos de un tercio de su remuneración.