No es original decir que «las crisis sirven para hundirse o para saltar hacia un futuro esplendoroso». En el caso de Chile, mi país, creo que en esta materia se dio una lección de esperanza cuando -sobre grandes dificultades - implosionó la crisis de la dictadura pinochetista y que, en vez de dar riendas sueltas a la confusión o anarquía, eligió el camino que blindaba la institucionalidad democrática, construía la paz a través de la unidad nacional e iniciaba el desarrollo económico con pasos audaces y modernos. Quedaba atrás la «noche absurda» para un país enemigo del terror.

Justamente ese tránsito exitoso se debe a la conciencia de un pueblo que, a pesar de la dura experiencia opresora- conservó su esencia democrática y -casi lo fundamental- surgió un liderazgo que, además de restaurar la libertad, lo hizo con una sabiduría ejemplarizante… no tan sólo por el tino de las medidas que permitieron un ambiente de confianza, sino por el respeto al pluralismo y la claridad en los objetivos que se exigían en un país devastado, humana y moralmente.

¿Por qué esta reflexión archiconocida y quizás inoficiosa cuando Chile es hoy, internacionalmente, ejemplo de convivencia democrática y vocación progresista? . Pues si bien los logros libertarios (y otros) son el esfuerzo plural de todos los chilenos, a los demócrata-cristianos nos toca reclamar un aporte, casi determinante. ¡Señalarlo no es falsa modestia sino ser justos!

Estas realidades -aunque sea un tanto incómodo- es bueno resaltarlas en los momentos difíciles que hoy vive nuestro Partido. Es un patrimonio que la historia -¡ni menos los militantes!- podemos dejar arrebatarnos por circunstancias coyunturales, como, por ejemplo, la pérdida de una elección. En la dinámica democrática es natural y admisible las victorias y las derrotas. Lo permanente es la coherencia y la convicción de que los ideales exigen una lucha sin dobleces… con metas en el horizonte y no en el cementerio.

Una manera de fortalecer la tarea de superar los reveses es impregnarse de los ejemplos morales y de perseverancia que nos legaron nuestros fundadores. Frei Montalva, Bernardo Leighton, Ignacio Palma, Radomiro Tomic, Gabriel Valdés, Tomás Pablo, Horacio Walker, Alfredo Lorca, Santiago Pereira, Patricio Aylwin, Ignacio Palma, Agustín Gumucio,Tomás Reyes, Jorge Rogers, el Maestro Jaime Castillo y tantas otras insignes figuras democráticas, espejos emblemáticos para no caer en la desesperanza. Por el contrario, para emular sus vidas rebosantes de fe, pujanza y acción socialcristiana.

La historia, camaradas, no termina hoy. Si rectificamos las equivocaciones o desviaciones que nos ha ocurrido (¡reconozcámoslo que existen!) sepamos también que todavía Chile reclama y sigue exigiendo nuestra vocación de servicio al bien común. ¡Carolina Goic demostró ser hoy expresión moral de esa pléyade de chilenos excepcionales!