Hay hechos tan insólitos que la razón se resiste a asumirlas como posibles. Por ejemplo, es difícil entender que alguien -persona u organización- se deshumanice tanto como insistir en medidas cuya aplicación revelan actos de reiterada crueldad contra el prójimo. En psicología esa patología mental se conoce como «perversión sádica».

Desde luego, también hay opiniones donde ese tipo de «desequilibrios mentales», afirman, obedece a simple ignorancia de los audaces que se afincan en el poder.

Otro elemento que se suma a esta desgracia de ir fortaleciendo la permanencia de un régimen opresor es el surgimiento de una corte de aduladores en torno al dictador, los cuales crean un cerco informativo que adquiere la categoría de «únicos voceros que alimentan, servilmente, el ego y soberbia del supremo» (el encomillado, según observación del analista Rafael Poleo).

En consecuencia, en ese mundillo encapsulado que reúne patología, ignorancia y cuadrilla de lisonjeros, la realidad no existe sino solamente el síndrome de «rey supremo y plebe obediente».

¿A qué viene esta reflexión sobre la extraña anomalía sicótica que, para fatal desgracia, suelen sufrir algunos pueblos?

Evaluando la tragedia que vive Venezuela -otrora ejemplo de país que apuntaba a ambiciosas metas del primer mundo- constatamos que, en pocos años, se convierte en un pueblo con récord en índices de miseria, de hiperinflación descomunal, de crisis sanitaria, de relajo moral, de descarada corrupción y sometido al oprobio de una dictadura indolente que no oculta su vocación fascista.

Cualquiera sea la explicación de este desastre -de origen psíquico o de supina ignorancia- es evidente la «pétrea terquedad de los hacedores de miseria» para no ver el tsunami que azota a 30 millones de venezolanos.

Por ejemplo, las clemencias de rectificación que han aconsejado calificados especialista en economía, en salud, en democracia y en toda sabiduría humana, han resbalado olímpicamente en la impenetrable corteza cerebral de estos prepotentes revolucionarios (con categoría de «», según Vargas Llosa).

Desgraciadamente, el sadismo planificado -invención del maléfico dúo Hitler- Goebbels para mantenerse en el poder a través del terror y control de la necesidades vitales del ser humano- crea una especie de «masoquismo» o conformismo humillante. La experiencia histórica revela que esa sumisión obligada tiene un límite y a la primera posibilidad ver la luz del túnel -o sea la oportunidad de alcanzar la libertad- la estampida es incontenible. Sinceramente estamos convencidos que esa luz se ha encendido en el corazón de los venezolanos y -muy decidor- sembrado también, como deber moral, en la sensible opinión internacional.

¡Sería frustrante para la razón humana ser superada por el sadismo o la ignorancia!