El desencanto alemán mostrado en las elecciones y la falta de un Gobierno estable forzaron un acuerdo a tres bandas entre el SPD, CSU y CDU que prometía revivir la gran coalición y reventó el sueño de la canciller.

Poco ha durado la luna de miel que se prometían Angela Merkel y Martin Schulz tras anunciar el esperado acuerdo para conformar una unión que recordara a la llamada gran coalición. Este matrimonio de conveniencia no sentó nada bien a las bases de la CDU ni del SPD, que han pasado a la acción con aires revanchistas. La canciller y el héroe del Gobierno son centro ahora de la ira popular y objetivo de todas sus críticas ante lo que consideran un retroceso y la preponderancia de la vieja política.

Merkel ya venía evidenciando un intento a la desesperada por formar Gobierno ante la situación de bloque con un país en suspenso. No en vano, cuatro meses han pasado ya desde las elecciones que iban a marcar los nuevos designios de la locomotora europea y a la postre vaya si están cambiando. La canciller se abrazó con todas sus fuerzas a la causa socialdemócrata afianzando el sentir de las corrientes contrarias entre los conservadores, cuyos ánimos ya venían bastante calientes tras el fiasco de la negociación con liberales y verdes. Un zas en toda la boca para la buena de Angela.

Mientras tanto, Martin Schulz cruzaba los dedos ante una jugada que podría devolverle algo de brillo tras el varapalo electoral. Ese fue el primer toque de atención de los germanos. El tiempo y la falta de alternativas sirvieron al expresidente del parlamento europeo para ganar tiempo y no ser fulminado por la dirección del SPD, con la esperanza de que si los días pasaban sin acuerdo la pelota quedaría en su tejado lo que les daría un rol de vencedor a largo plazo.

Las negociaciones entre ambas formaciones fueron duras ante posiciones situadas en las antípodas, solo la firme condición centralista y Europa como fin último de todo resultaron cruciales para llevar al SPD,CSU y CDU al acuerdo. La fecha límite venció y llegó el momento de hacer concesiones y rendir alguna plaza vital. La rueda de prensa celebrada por ambos dejaba ver el amargo sabor de un tratado que no satisface a la canciller, quien veía cómo le arrebataban los ministerios con mayor peso, mientras Schulz tragaba saliva al pensar en la explicación que debía dar a sus bases, esas más de 460.000 que tenían la decisión en una consulta vinculante.

Ambos Merkel y Schulz demostraron debilidad y ansia, una por retener el trono de hierro el cual ha mantenido durante los últimos 12 años y el otro su ansia de poder. El refrán dice quien juega con fuego termina quemándose y es una clara muestra de lo que ha ocurrido en estos tiempos. Martin tuvo que rechazar primero ser ministro de Exteriores y segundo formar parte del Gobierno de coalición para contentar a los feligreses socialdemócratas. Por su parte, Merkel no sale bien parada y su imagen ya castigada desde las elecciones toca mínimos de popularidad en las encuestas, arrastrando a sus compañeros de aventura.

Esta trinidad que debiera recuperar el tiempo perdido y ser motor de un continente fracturado no termina de cerrar una brecha que amenaza con abrirse en varios frentes. Quizá el ultimátum de los cachorros de la CDU hacia la lideresa sea la antesala de un cambio generacional necesario en una Alemania cansada de hacer esfuerzos tanto dentro como fuera. Políticos jóvenes y savia nueva son las consignas que recorren ahora el territorio germano, ojo, gritos populares que tienen su eco en otras plazas europeas. Los socios pueden estar contagiándose y algunos como Emmanuel Macron ya han puesto a los franceses en cuarentena.