Siempre aparece un neologismo para complicarnos la vida. Para que vaya inventariando, la aporofobia se refiere al miedo hacia la pobreza y hacia las personas pobres. Es la repugnancia y hostilidad ante las personas pobres, sin recursos o desamparadas, un concepto acuñado en los 90 por la filósofa de la Universidad de Valencia Adela Cortina, para diferenciar esta actitud de la xenofobia.

La diferencia entre aporofobia y xenofobia o racismo es que socialmente no se discrimina ni margina a personas inmigrantes o a miembros de otras etnias cuando estas personas tienen patrimonio, recursos económicos y/o relevancia social y mediática.

La aporofobia, palabra incorporada a la versión digital del diccionario de la Real Academia Española, es lo más contrario a la dignidad de las personas y un desafío a la democracia, uno de cuyos supremos valores es la igualdad, que todos tienen derecho a lo mismo.

La aporofobia consiste, por tanto, en un sentimiento de miedo y en una actitud de rechazo al pobre, al sin medios, al desamparado. Tal sentimiento y tal actitud son adquiridos. Esta es la quinta palabra del año que elige la Fundación para el Español Urgente después de escrache en 2013, selfi en 2014, refugiado en 2015 y populismo en 2016, seleccionadas entre los términos que han estado presentes en la actualidad informativa durante los últimos meses y tienen, además, interés desde el punto de vista lingüístico.

Los valores humanitarios y filantrópicos que –cuentan los historiadores del viejo mundo- dieron origen a la Unión Europea, están dejando paso a la iniquidad de un modelo económico que repudia la indigencia que produce. La expulsión de ciudadanos rumanos y búlgaros por parte de Francia y varios otros países no constituye un caso de racismo ni de xenofobia, sino un claro ejemplo de aporofobia, es decir, de odio al pobre, al que no tiene recursos económicos o al que vive en la miseria.

Con las políticas de expulsión de pobres puestas en marcha por Berlusconi en Italia y Sarkozy en Francia, Europa comienza a construir su propio muro interior para aislarse de la pobreza y la exclusión social que sus políticas neoliberales generan a diario. El ascenso de Le Pen es otro ejemplo clarísimo, lo que pasa en Hungría con Orbán, el brexit...

Adam Smith, que se supone que es el economista que crea el liberalismo económico, en su libro La teoría de los sentimientos morales dice que la corrupción del carácter consiste en admirar a los ricos y despreciar a los pobres, en vez de admirar a los sabios y a las buenas personas y despreciar a los estúpidos. Cuando una sociedad desprecia a los que han fracasado en la vida, a los que han tenido mala suerte, es patológico.

¿Qué extranjeros le molestan a Donald Trump? Especialmente los mexicanos. Pero no sólo a él o a ciertos estadounidenses, sino también a esos otros mexicanos que llevan un tiempo instalados y tienen recelo hacia los que vienen de fuera, porque los otros son pobres (quizá les recuerden sus pasados) y les vienen a complicar la vida.

Hoy pareciera que sólo vale el que tiene éxito: eso nos los explica a diario la caja boba, los medios hegemónicos de comunicación. Los niños y jóvenes van viendo cómo actúan y se desenvuelven los personajes públicos. Crecemos mucho por imitación, es la clave de los seres humanos: las famosas neuronas espejo, que nos llevan a imitar a otros. Por eso es importante que la gente que está en la vida pública trate de ser lo menos egoísta y aporófoba posible, señala la española Cortinas.

En nuestro mundo la riqueza no escasea. A lo largo de los últimos 30 años, el tamaño de la economía mundial se ha quintuplicado. De hecho, ha crecido más de un 3% en 2017 respecto al año anterior. Aun así, la brecha entre ricos y pobres continúa agrandándose: las fortunas de las personas más adineradas aumentan enormemente mientras que la escasa riqueza de las personas más pobres disminuye.

Desde 2015, el 1% de la población mundial posee más riqueza que el 99% restante. Actualmente, tan solo ocho hombres poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la humanidad. Una de las principales causas de esta desigualdad extrema es el abuso sistemático de un sistema fiscal injusto, que ha alcanzado niveles sin precedentes y obstaculiza la erradicación de la pobreza..

Los más favorecidos son los más ricos: las personas adineradas y las grandes multinacionales que se aprovechan de su posición e influencia para lucrar y usan las estructuras económicas a su favor. Las personas y empresas más ricas, quienes más impuestos deberían pagar, maximizan sus beneficios pagando el mínimo de impuestos posible, ya sea mediante paraísos fiscales o consiguiendo que los países les ofrezcan exenciones fiscales o tipos impositivos más bajos.

El presidente Donald Trump logró que el Congreso avalara su regalo a los más ricos con la reforma tributaria más grande de la historia estadounidense, que incluye una dramática reducción de la tasa impositiva sobre empresas, lo que traerá aparejado recortes masivos en programas para los pobres, trabajadores y la clase media.

El economista James K. Galbraith, Presidente de la Association for Evolutionary Economics, advierte que si el sacrificio fiscal es compensado con recortes al sistema de salud Medicare y a los apoyos que proporciona el Seguro Social, o con reducciones al gasto realizado por los estados o los gobiernos locales, el paquete fiscal tendrá un efecto fiscal neto menor porque reduciría las compras privadas y del sector público de bienes y servicios.

Otro economista, Michael Roberts, señala que es un nuevo intento de poner en marcha una economía mediante ayuda financiera a las corporaciones y los ricos (como Trump) a expensas del resto de la gente, con la vana esperanza de que el sector capitalista invierta más. Pero la inversión empresarial está cayendo en Estados Unidos.

Un estudio reciente del Center for Effective Government indica que no existe una relación empírica entre el descenso de las tasas impositivas de las empresas y el crecimiento del empleo: 22 de las 30 compañías rentables de Fortune 500 que pagaron las tasas de impuestos más altas (30% o más) de 2008 a 2010 crearon casi 200.000 empleos entre 2008 y 2012. Las 30 corporaciones rentables que pagaron poco o nada de impuestos durante esos años se deshicieron de 51.289 empleos.

Lo que estas corporaciones hicieron con el beneficio extra de pagar menos impuestos fue comprar de nuevo sus propias acciones para impulsar el precio de las mismas o emitir bonos a tasas muy bajas para permitirles asumir el control de otras compañías. Por lo tanto, el déficit impositivo sólo condujo a un auge del capital ficticio (deuda y acciones) y no a la inversión real, dice Roberts.

También es muy improbable que las empresas con fábricas en el extranjero regresen su producción a EEUU: la mano de obra sigue siendo significativamente más barata en países como China.

Los críticos ubican al propio presidente y sus familiares entre los beneficiarios de esta cláusula, ya que pagarán menos impuestos por los ingresos personales obtenidos a través de participaciones en diversas empresas. La nueva legislación crea asimismo deducciones para los dueños de participaciones societarias, la estructura favorita de los hombres de negocios, entre ellos, la familia Trump.

La actual crisis de desigualdad global tiene un claro aliado en la figura de los paraísos fiscales. Estas jurisdicciones suponen el agujero negro de las oportunidades de desarrollo de millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, en los últimos 15 años, la inversión mundial hacia estos territorios se ha multiplicado por cuatro. Ante ello, tanto gobiernos como organismos internacionales siguen optando por proponer soluciones tibias que no resuelven el problema.

Podemos hablar de fabricantes de pobreza, con reformas tributarias retrógradas al mejor estilo Hood Robin, quitando a los pobres para beneficiar los ricos, lo que se sum la evasión y elusión fiscal por parte de las grandes multinacionales, que priva a los países pobres de al menos 100.000 millones de dólares cada año en ingresos fiscales, suficientes para escolarizar a 124 millones de infantes y evitar la muerte de cerca de ocho millones de madres, bebés, niños y niñas cada año. Y la migración hacia el norte.

Se estima que el uso de paraísos fiscales por parte de los más ricos supone pérdidas por valor de 14.000 millones de dólares anuales en ingresos fiscales para los países africanos, fondos suficientes para financiar servicios sanitarios que podrían salvar la vida de cuatro millones de niños y niñas y, además, contratar a los profesores y profesoras necesarios para escolarizar a todos los niños y niñas del continente.

La compañía que más filiales tiene en paraísos fiscales es Goldman Sachs, la cantera del equipo económico de Donald Trump, que cuenta con la friolera de 905 subsidiarias en paraísos fiscales, aun cuando no tiene ni una oficina en Estados Unidos.

La crisis de desigualdad ha posibilitado que tan solo ocho personas posean la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial, mientras millones de personas viven atrapadas en la extrema pobreza para alimentar la aporofobia de sociedades enfermas de consumismo y desprecio por la dignidad humana.

Ojalá no sigan inventando neologismos.