Vladímir Putin deshojó las líneas de la que será su nueva Presidencia revalidada con la mirada puesta allende de las fronteras rusas. «Eschúchennos ahora» fue el mensaje a Occidente.

El presidente de la Federación de Rusia, Vladímir Putin, encara una semana decisiva que deberá terminar –si nadie lo remedia- en su reelección al frente de la Federación: su poder se postergará en el tiempo hasta el 2024. Qué lejos quedan aquellos momentos cuando Borís Yeltsisn soltaba aquel Я ухожу, «me voy», durante el mensaje de Año Nuevo ante una estupefacta población.

Desde entonces la llamada ‘madre Rusia’ sólo ha conocido a un presidente, salvo la excepcionalidad de Dmitri Medvédev. Un intercambio de papeles que Vladímir Putin no quiere volver a repetir y para ello anuncia que no modificará la Constitución para optar por un nuevo mandato futuro. Es un claro mensaje del optimismo que desborda el presidente ante la convocatoria de elecciones, no en vano la falta de un candidato válido y la no participación de Alexéi Navalni deja a la abstención como única posible amenaza.

Pero el bueno de Vladímir sabe dar a los rusos lo que necesitan los rusos, y eso es un mensaje de fuerza, recuperar la gloria perdida aliñado con un toque de victimismo. La presión y la amenaza latente de occidente fuerza a que la Federación tenga que estar preparada para defenderse. Un mensaje que cala dentro y fuera del país más grande del mundo.

Y por ello y ante la mirada de la Cámaras de la Asamblea Federal (el Parlamento ruso: la Duma Estatal y Consejo de la Federación) se marcó un discurso solemne que muchos comparan con el que ofreció durante la Conferencia de Seguridad de Múnich en 2007. Aquella intervención histórica marcó un punto de inflexión al hablar de la democracia soberana y lo más importante: la construcción de un mundo multipolar.

La hoja de ruta sigue siendo en origen la misma, solo que Rusia adquiere un mayor papel en la geopolítica mundial y lo sabe. El mensaje lanzado en esta ocasión pretendía fijar unas posiciones, eso sí, desde la fuerza para que los bloques entendieran que meterse o amenaza al ‘oso’ conlleva consecuencias.

Los Sarmat (SS-X-30 Satan 2 clasificación OTAN) y Kinhal (daga) junto a los submarinos de última generación y otros sistemas, se sumarán a los tradicionales Tópol, Iskander, Tochka, Kalibr, Bulavá, Yars... como medidas de disuasión y es aquí donde subyace el verdadero mensaje que ha escapado a gran parte de la opinión pública centrada en las ansias del macho alfa por demostrar una vez más músculo. El Escúchennos ahora de Putin resonó en todo el planeta y su eco resonará con fuerza un tiempo.

El efecto del mensaje anual ha sido inmediato en los dos ámbitos; dentro del país el presidente refuerza la gestión llevada a cabo y que ha logrado relanzar la economía, entre otras esferas y allende fronteras ha relanzado la preponderancia de Rusia como marca. No es de extrañar que irrumpa en la actualidad una sorpresiva reunión entre los líderes de EEUU y Corea del Norte, donde la escalada de la tensión nuclear estará sobre la mesa. Reunión, por cierto, que no fue anunciada por ninguno de los países actores sino por un alto cargo del servicio secreto de Corea del Sur.

Esté o no Putin en el origen del imperioso encuentro entre Donald Trump y Kim Jong un, su sombra acompaña a la de China en la propuesta, al menos así lo ven analistas.

Pero no todo en la política exterior es un camino dorado para el presidente ruso. El reciente ataque sufrido por el exagente Sergei Skripal y su hija ha vuelto a poner en el ojo de la tormenta a Vladímir rescatando su pasado en las filas del KGB. Y es que la narración del incidente, el pasado de Skripal como expía doble que fue intercambiado con el Kremlin por otros 10 agentes y el agente tóxico desconocido… nos retrotraen a las historias escritas magníficamente por John le Carré, Frederick Forsyth o Ian Fleming entre otros.

Sin olvidarnos de lo que ocurrió con Alexander Litvinenko, el espía envenenado con polonio cuya imagen quedará en las retinas de la audiencia. Un asesinato del que podría saber mucho Andréi Lugovói, diputado de la Duma, según la viuda del fallecido y los supuestos trazos del agente químico. También adquiere notoriedad el caso de Borís Abrámovich Berezovski, oligarca ruso cercano al Kremlin en la primera etapa de Putin y hallado muerto en su domicilio. Precisamente, Litvinenko tenía la misión –supuestamente- de acabar con el empresario por «orden de arriba».

Dejando las historias de espías a un lado. La investigación sobre el incidente de Skripal sigue en marcha y cada vez se tienen más datos de lo sucedido. Mientras, Inglaterra amenaza con no acudir al Mundial de fútbol si se demuestra que Rusia está tras el supuesto ataque, según amenaza el ministro de Exteriores, Boris Johnson. Veremos en qué queda el órdago del excéntrico exalcalde de Londres, pero esa es otra historia.