La estrecha interconexión de los bancos a través de transacciones entre ellos revela un activo potencial de crisis generalizada. Es la realidad circular de la deuda financiera que en un clima de desconfianza generalizado requiere de sucesivas inyecciones de liquidez desde los Bancos Centrales.

La recapitalización de los bancos resuelve en parte la crisis financiera. Solución que se negocia en el terreno de políticas públicas y que desemboca en paquetes de gasto público, solución a la cual ya se recurrió con el «alivio monetario o cuantitativo» (Quantitive Easing, QE) en la crisis subprime de 2008. Sin embargo, la crisis del Deutsche Bank revela que la preocupación por el sistema financiero está siempre presente.

Recordemos que el Deutsche Bank fue demandado por el Departamento de Justicia de EEUU por un acuerdo de US$ 14.000 millones por supuestas ventas abusivas de títulos por hipotecas en EEUU.

En su Informe sobre Estabilidad Financiera Mundial (octubre 2016) el FMI advierte sobre la vulnerabilidad de los bancos aun en la hipótesis de una recuperación mundial. Es decir, no se habrían recuperado de un largo período de tasas de interés bajas, lo cual en confluencia con mercados financieros aún no recuperados, préstamos incobrables y mayores requerimientos de capital, han reducido las ganancias de los bancos de las economías avanzadas. El FMI sugiere reformas estructurales como el cierre de sucursales y consolidación del sector para mejorar la rentabilidad del negocio.

La combinación de estímulos monetarios y gasto público desemboca en un aumento de deuda y de déficit de difícil manejo. Cuando se inyecta liquidez y la oferta no crece al mismo ritmo que la demanda se forman burbujas en el boom que replican los tiempos de crisis. La Deuda Social se ha transmutado así en Deuda Social Financiera. Es la carga financiera a la cual se somete la realización de los Bienes Públicos en el mercado. La viabilidad de los bancos deviene así una condición a la cual se somete la viabilidad de los Bienes Públicos en la sociedad actual.

Existen modelos que someten a test ciertas condiciones en las cuales se recuperaría la industria bancaria en el ciclo. Una recuperación cíclica según un modelo del FMI incluye un escenario en el cual se considera un alza en la tasa de interés de referencia en 50 puntos base, así como una disminución en los gastos de provisión. Los resultados de la simulación señalan escenarios relativos a Europa y EEUU con 2015 como año de referencia y una clasificación de bancos débiles, bancos en problema y bancos sanos. Resultados en el curso de la operación cíclica simulada señalan una situación más favorable para EEUU que para Europa, traducida en términos de bancos sanos, con un 67% para el primero y un 44% para el segundo.

Según el modelo del FMI, un cuarto de los bancos del mundo desarrollado se encontraría en situación vulnerable. Los efectos del modelo se midieron en términos de rentabilidad financiera en el año 2015. En ese año en Europa se detectaron 47% de bancos débiles, los cuales por efectos del modelo se habrían reducido a 30%; 36% de bancos en problema se habrían reducido a 26% y 17% de bancos sanos mejorarían su nivel a 44%. La aplicación del modelo en EEUU mostró 27% de bancos débiles, los cuales por efectos del modelo se habrían reducido a 25%; 26% de bancos en problema se reducirían a 8% y 47% de bancos sanos mejorarían su nivel a 67%.

Este ejercicio del FMI revela la búsqueda de viabilidad de la industria bancaria en situación de crisis. Una respuesta estructural es la de Basilea III, donde mediante el aumento de los niveles de capital y liquidez en los bancos se busca disminuir el riesgo de una crisis financiera. Los problemas de liquidez llevaron a la quiebra a un número considerable de bancos alrededor del mundo, situación que obligó a intervenir a los gobiernos en costosos salvamentos financieros.

Si bien en la crisis los efectos financieros de la Cuasi-renta de las corporaciones y la deuda del sector financiero se funden, es importante examinar lo que ocurre con la deuda neta del sector no financiero. Según el FMI (Monitor Fiscal del FMI, 2016) la deuda neta del sector no financiero habría llegado a la cifra record de US$ 152 billones o 225% del PIB global; dos tercios de ese monto están en el sector privado, mientras que la deuda pública creció hasta llegar a 85% del PIB en 2015, desde un nivel de menos de 70% en 2014.

No existe estabilidad financiera con exceso de deuda. Bajo la presidencia de Alan Greenspan, la Fed pretendió evitar la recesión bajando bruscamente las tasas de interés. En 2004 se registró un 1%. Esta baja fue determinante en el financiamiento de burbujas inmobiliarias. Se creyó sanear la situación financiera mediante el alza en las tasas de interés, las cuales alcanzaron 5,25% en junio de 2007. En ese mismo año, la baja de la demanda, los precios y el patrimonio de las familias se proyectó en crisis bancaria y de instituciones financieras. La brutal caída de los mercados y las restricciones de liquidez determinaron la crisis global de 2008. Nótese que la compra de activos preconizada por la Fed, la Quantitive Easing, duró hasta el 2014. Esto en medio de tasas de interés que se mantuvieron entre cero a 0,25%. Niveles que se elevaron en un rango de 0,25% a 0,5% sólo a partir de diciembre 2015.

La recuperación global se ve afectada por las dificultades para restablecer un nivel de demanda efectiva que asegure la realización de la capacidad productiva de la economía. Allí donde ha fracasado la política monetaria los Gobiernos han debido recurrir a la política fiscal para impulsar el crecimiento. Es lo que sucedió en la zona europea en 2010 y años posteriores. Sin embargo, el bajo crecimiento continúa hasta hoy, independientemente de las regulaciones restrictivas que se han impuesto en Europa al sector bancario.

En el silabario de referencia de la economía, las remuneraciones no pueden ser superiores a las productividades, pero tampoco se asegura que en tiempos normales, las remuneraciones se correspondan con las productividades. Este es un hecho central que fija los precios y la competitividad en el comercio mundial. Pero también puede fijar las mayores desigualdades cuando los incentivos monetarios y la política fiscal no logran concretar los objetivos de crecimiento y estabilidad.