La marcha precipitada y premeditada de Estados Unidos del Acuerdo Nuclear con Irán ha agitado los cimientos de la geopolítica mundial, con dos principales polos de tensión. La Unión Europea y Estados Unidos, dos socios que en los últimos tiempos viven un desencuentro continuo.

Irán ha tomado cartas en el asunto y ha marcado una hoja de ruta decisiva para ahondar en la brecha de los socios europeos con Estados Unidos, apoyándose en Rusia y China. El ministro de Exteriores de la República islámica inicia una gira diplomática para cerrar el apoyo a su causa.

Donald Trump dio al traste en tan solo tres meses con un convenio que se había ido gestando en más de 20 meses, implicando a países, organismos internacionales, entidades privadas de primer nivel… Y todo esto en 15 meses de Gobierno. Un gran logro para el magnate reconvertido en presidente republicano.

Desde el Despacho Oval ya se venía advirtiendo que la nueva Administración rechazaba de pleno un convenio que a todas luces era «perjudicial» para los intereses de Estados Unidos. No hubo margen para la negociación, de nada han servido las continuadas llamadas al orden que se han lanzado desde la Unión Europea, Rusia y China, sin hablar de Irán por supuesto. Federica Mogherini ha sido la que más ha insistido en garantizar el acuerdo, pero todos sus esfuerzos diplomáticos han resultado fallidos.

En este sentido, en los días previos a la confirmación de la decisión unilateral, los líderes de Francia, primero, y Alemania después trataron de disuadir a Donald Trump, pero sin éxito. Es más, en el caso de Emmanuel Macron hubo un cambio de discurso que a punto estuvo de cruzar la línea roja. El amiguísimo era el enviado de los socios europeos que querían aprovechar la estrecha relación del galo con el norteamericano, con la intención de disuadir al presidente díscolo y resulta que casi sucede, al contrario.

Tras el rotundo fracaso llegaba el punto del plan B encarnado en Angela Merkel y como ya quedó evidenciado en la primera visita de la canciller a la Casa Blanca, la relación con Trump es inexistente. Otro fracaso más para el aliado europeo quien hacía cuentas ya de las pérdidas que conllevaría la ruptura del Tratado y como se viralizó en su día en la campaña de Bill Clinton Es la economía, estúpido.

Y así es. El Organismo Internacional de Energía Atómica ha contabilizado en más de una decena de inspecciones que Irán cumple «escrupulosamente» los preceptos del acuerdo. Su plan nuclear es exclusivamente de uso civil. Países como Rusia, China o Alemania han venido realizando un monitoreo incisivo sobre el proyecto persa y no han registrado ninguna irregularidad ni incidente. Entonces, ¿qué ocurre?

El acuerdo ha permitido a Irán volver al tablero global mejorando su desarrollo empresarial y por ende económico y social. Ha ganado peso como país soberano ya que las sanciones o, mejor dicho, el levantamiento de las restricciones ha dado aire fresco que Teherán ha aprovechado también en el ámbito geopolítico, siendo un actor destacado en la región como en el caso del conflicto sirio, en Yemen y por supuesto en la lucha contra el Estado Islámico.

Esta política aperturista y vuelta a la gran liga de poder ha despertado el recelo de sus tres enemigos acérrimos; Israel, Arabia Saudí y, por supuesto, Estados Unidos. Este ‘triunvirato’ se ha marcado el objetivo de reducir a la nación persa en el olvido absoluto, primero desde la diplomacia y ahora ya desde la línea política y económica. El acuerdo nuclear es solo una pieza más del puzle que desmontar y a todo esto, la cruzada personal del propio Donald Trump por destruir el legado de Barack Obama.

En este cruce de intereses la Unión Europea vuelve a ser a la vez títere y víctima colateral. Solo que en esta ocasión, a diferencia de las anteriores como, por ejemplo, la polémica de los aranceles, los socios ya no presentan la misma sumisión. No es de extrañar, los años de bonanza de Irán han representado grandes beneficios para Alemania, Francia y otros comunitarios. No en vano, la balanza comercial actual se ha triplicado desde la firma en 2015 hasta superar los 20.000 millones de euros, mientras la parte norteamericana no factura más de 200 millones al año, un dato que hace pensar mucho.

Empresas como las francesas Renault, PGA o Total, que obtuvo contratos por 2.000 millones, o las alemanas automotrices -y qué decir de Siemens viven un próspero negocio que ahora no quieren perder, una vez más, por la sinrazón de Trump y su *América primero^ que ha mutado desde el ámbito de la seguridad nacional a la economía. Y es que el comercio es la verdadera víctima. Y aún queda lo mejor: Boeing cerró la venta de unas 80 aeronaves con las autoridades persas por más de 20.000 millones de dólares, un suculento pedazo de pastel que Airbus quiere.

El petróleo es el factor determinante. Estados Unidos ha sabido juntar un volumen interesante y sus reservas abastecen al país sin necesidad de contar con importadores, por eso ha querido presionar a los europeos jugando con los precios y presionándoles hacia una nueva guerra comercial. Hay que decir que los socios comunitarios ya se han venido preparando ante cualquier eventualidad en esta materia y más concretamente ante los ataques que Trump lanza hacia las industrias y comercios del Viejo Continente.

Países como España importan en la actualidad más crudo iraní que saudí. Irán es en la actualidad el mayor exportador de crudo del mundo, y todo ello gracias al acuerdo atómico. Pero si analizamos todo en contexto ya hemos ubicado los intereses de Estados Unidos en el comercio y liderazgo estratégico; Arabia Saudí, en el petróleo y asuntos religiosos además de estratégicos, pero... ¿cuál es el interés de Israel? Obviamente, el papel que juega Irán en la región y la posición que con Rusia tiene en Siria es una cuestión que el Gobierno hebreo no puede consentir. Esta arista será la que marque el destino de la región y, por ende, de un tablero mayor cuyas consecuencias son impredecibles.