El Tribunal Supremo de Elecciones de Costa Rica (TSE), con el fin de seguir indicaciones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de eliminar discriminación en contra de la población transexual, optó por eliminar de la cédula (carnet de identificación) el sexo de la persona. Esto provocó una reacción inesperada: la gente quiere el sexo de vuelta.

A pesar de los miles de trabajos sobre los factores que inciden en hacernos seres sexuales, en Costa Rica hemos descubierto el principal: la cédula. Ya no es la relación con la madre o con el padre, o con otros niños, o la nodriza o la empleada, o las hormonas, o los accidentes, sino el Tribunal Supremo de Elecciones quien nos hace heterosexuales o no.

En las redes sociales, los ticos expresan el temor que sin el sexo en la cédula, terminarán sin sus órganos genitales y teniendo relaciones con el sexo equivocado (aunque no conozco a nadie que pida la cédula para tener sexo). Otros temen que no sabremos cuántas mujeres y cuántos hombres hay verdaderamente y algunos opinan que no estaremos seguros si fue papá o mamá quien nos parió.

En este momento, en las redes sociales, la gente se está organizando para demandar que les devuelvan el sexo (que le quitaron en la cédula). Estos ticos se sienten, si son hombres, castrados, y si son mujeres, empenizadas. La gente llama para preguntar si le duele a uno que se lo quiten. Otros, desconfiados, sostienen que, en el futuro, recuperarlo será imposible.

En vista de que los ticos venimos de los fenicios, algunos han establecido negocios de cajas de seguridad para depositar los genitales: aconsejan que uno les tome una foto primero. Estas compañías aducen que no se puede confiar en el gobierno y que es mejor que uno lo haga por su cuenta. Otros llaman a los transexuales para que les aconsejen cómo vivir en esta incertidumbre.

Finalmente, los más ilusos preguntan si el Tribunal, cuando emita las cédulas sin sexo, asegurará las partes nobles y si en caso de pérdida, cuánto es el monto de compensación. Los más atrevidos cuestionan si, en caso de pérdida, pueden escoger los órganos a su gusto. Lo más impresionante es que aunque los transexuales son un porcentaje de alrededor del 5 por ciento de la población, ahora con el afán de que es mejor prevenir que lamentar, los ticos tenemos más del 30 por ciento de la población con los genitales en las cajas de seguridad.

A pesar de este pandemonio, la orientación sexual se aprende tan temprano, que es imposible, por la cédula, modificarla. Funciona como el idioma: existe, en nuestro cerebro, un período de ventana, para aprenderlo. Una vez que se cierra esta ventana, queda de manera fija. Los niños que crecieron en la selva, sin contacto humano, nunca pueden aprender a hablar bien: la ventana, antes de que los encontraran, se había cerrado. Pues es igual con el deseo sexual: una vez que se fija en el sexo opuesto o en el mismo sexo, o en ninguno, nadie la puede modificar. Entonces, no importa lo que diga la cédula, nadie va a dejar de ser hombre, mujer o lo que quiera y mucho menos hacerse homosexual, el terror de los homofóbicos.

Sin embargo, la gente sospecha. Un costarricense pregunta: «¿En caso de un accidente, puede mi esposa heredar mi sexo?».